Acuarelas porteñas

Vivir gambeteando


A Eduardo lo conocimos cuando empezábamos a hacer las primeras armas en la universidad porque era compañero del secundario de uno de los integrantes de la barra. Flaco, chueco y buen conversador, lo integramos rápidamente al grupo. Para las chicas, era un pibe de la Capital, bastante inteligente y, pese a que la pinta no lo ayudaba mucho, un posible candidato. Para los muchachos, la llegada resultó providencial. Cuando fuimos al primer picado, descubrimos que Eduardo Domínguez, era un gambeteador excepcional.

Después nos enteramos que jugaba en las inferiores de Ferro, en aquellos años gloriosos del "verde", cuando ganaba campeonatos de la mano de Gerónimo "Cacho" Saccardi, Juan Domingo Rocchia, y el exquisito paraguayo Adolfino "el fino" Cañete, además de Alberto "Beto" Márcico y otros sacrificados alumnos de la escuela del maestro Carlos Timoteo Griguol.

Eduardo estaba llegando a la tercera, pero todavía sin contrato, se animaba a los feroces duelos futboleros de fin de semana en todos los potreros de zona norte. Pronto descubrimos que su habilidad natural, era un arma de doble filo. Cada vez que le llegaba la pelota, empezaba a "driblear", y no paraba hasta llegar al arco rival. Pisadas, amagues, caños (1), todo el repertorio era válido para esquivar mediocampo y defensas adversarias, hasta eludir al arquero. Pero con la valla indefensa, esperaba la llegada de algún cierre rival del último defensor superado, para hacerlo pasar de nuevo, y con el arquero ya recuperado para el último intento, recién tocaba de taquito o sombrero (2), o con lento tiro esquinado para concretar, mientras el resto del equipo contenía la respiración. Nunca un pase, una pared, un centro.

El tipo agarraba la pelota y se olvidaba del mundo. El asunto era eludir patadas, choques, agarrones, hasta llegar jugando al límite hasta el final. Eso explicaba su demora en ser promovido en las inferiores de Ferro, pese a las recomendaciones de los técnicos Giménez y Garabal. "Mucho individualismo", retrucaba el inolvidable "Timo" Griguol ante cada intento. Así en el fútbol como en la vida, Eduardo, pese a su empatía era capaz de discutir los significados de cualquier propuesta, política, artística o social, gambeteando las razones ajenas hasta el final. Recuerdo que después de ver la película "Sacco y Vanzetti", mantuvimos una discusión desde la medianoche hasta las 6 de la mañana en un bar de Corrientes (que todavía era la avenida que nunca dormía), hasta lograr algún armisticio provisional sobre las interpretaciones del famoso caso. Con los meses, Eduardo dejó de venir a nuestros partidos porque se acercaba la definición del campeonato de su división. Ferro lideraba con un punto sobre River, y el partido decisivo entre ambos era en la cancha de los "millonarios".

La auxiliar, no el Monumental. Allá fuimos a alentar a Eduardo, toda la barra. Fue un miércoles o jueves, de mediados de octubre, lluvioso y fresco. Estoicamente aguantamos pegados al alambrado, mientras el partido transcurría en un ir y venir parejo. Cuando faltaban 20 minutos para el final, gol de River. "Sonamos", pensamos todos. "Ahora se cuelgan del travesaño (3) y son campeones". Pero Eduardo, en la cancha embarrada era imparable, y gambeteando llegó varias veces, hasta que lo barrieron en el área. "¡¡ Penal !!" gritamos todos.

El réferi sancionó, y Eduardo, que no era el pateador designado, tomó el balón y echó a todos sus compañeros que se acercaron para la definición. Puso la pelota en el punto del penal, y tomó una breve carrera. Enfrente estaba un joven arquero, que después fue muy popular: Goicochea. Nuevamente aguantamos la respiración, mientras se acercaba el tiro, y al llegar, Eduardo dispara ¡¡ de tijera!! (4), a las manos del guardavalla, que recibió inmutable el manso tiro.

Hubo un momento de estupor, y después empezaron las reacciones. Los de River festejaban y abrazaban a su arquero. Desde el banco de Ferro, hubo que parar al técnico que quería entrar a la cancha con no muy buenas intenciones. Eduardo, quieto y con la cabeza gacha, empezó a recibir el "consuelo" de los compañeros, que se concretarían en el vestuario. Hubo un par de jugadas más, y el partido terminó. Lo esperamos a la salida de la cancha. Rengueando, con el ojo morado y algunos magullones, pero fiel a su estilo, nos dijo: "¿Y si salía bien"?

Glosario: 1) pasar la pelota entre las piernas del rival; 2) levantar el balón con el empeine y empujarlo hacia adelante, 3) Defensa irrestricta del arco propio por los once jugadores; 4) pasar la pierna por detrás del pie de apoyo para el disparo.