Sobre el paso del tiempo, las palabras y el silencio

Poemas en cincuentena

Por Daniel Varacalli Costas
Ediciones en Danza. 74 páginas

La poesía y la música están unidas por un vínculo insoslayable, que se remonta a sus orígenes históricos. La música obra en el sonido y en el silencio, y la poesía lo hace en las palabras, pero ambas con una misma consciencia del ritmo. Es una de las colaboraciones más antiguas y provechosas entre las distintas expresiones del arte. Música y poesía son también dos aficiones de Daniel Varacalli Costas que exploró en su paso como periodista por La Prensa y que se expresan ahora en estos Poemas en cincuentena.

En este, su primer libro de poemas, se encuentran versos que revelan el denuedo del poeta por definir lo inasible, por "encontrar la frase, la palabra, la letra justa. "¿Cómo decir lo indecible/ sin música?/ ¿Cómo suena lo innombrable/ sin palabras?", se pregunta en "Zama". Pero también hay versos que hablan de "una música que vuelve" junto a otros inspirados por una ópera o un concierto.

Varacalli (Buenos Aires, 1970), que es abogado y traductor, se ha especializado en la crítica, la difusión y la escritura sobre música, una materia a la que ha dedicado ya media docena de libros. Esta inclinación se manifestó primero en las páginas de este diario, donde -por otra parte- publicó su primer soneto, a Lugones, luego premiado. Y después continuó como jefe de prensa del Teatro Colón, como coordinador del Centro Cultural Konex y como miembro del gabinete de la Dirección General de Música de la Ciudad.

Hoy, cumplidos los 50 años, publica este poemario cuyo título juega con su edad y con la cuarentena extendida que estamos viviendo.

Los poemas que aquí se incluyen tienen un aroma a balance vital. El paso del tiempo ("esa arena que se escurre"), el cambio de mirada que aporta la madurez y el sentido de la finitud se cuelan entre sus páginas con cierta melancolía. Como lo hacen, por lo demás, el amor y la admiración por la belleza de las pequeñas cosas.

Varacalli toma a veces distancia para verse, como si fuera otro. Consciente de sí mismo y del presente fugaz en el que caminamos, contempla su entorno, las montañas, el mar o la llanura "que vieron siempre el mismo sol", para construir torres de palabras o también rumiar en el silencio.