NELIDA PIÑON RECREA EN SU ULTIMA NOVELA LA ERA DE LOS GRANDES NAVEGANTES PORTUGUESES

Recuerdos de una gloria pasada

"Un día llegaré a Sagres", que se conocerá el año próximo en español, evoca el apogeo imperial luso en la voz de un humilde campesino del siglo XIX. Para escribirla la autora se radicó durante más de un año en Portugal.

Cinco siglos de historia épica de Portugal como país de origen de las grandes navegaciones contados en la voz de un campesino de una aldea humilde que, en el siglo XIX, decide ir tras esa época perdida. Ese fue el exigente desafío que se impuso la escritora brasileña Nélida Piñón en su nueva novela. 

Um dia chegarei a Sagres (Un día llegaré a Sagres), que la editorial Record lanzó la semana pasada en Brasil, es la primera novela tras 16 años de silencio de la Premio Príncipe de Asturias (2005) y primera mujer en presidir la Academia Brasileña de las Letras (ABL). Su última obra publicada había sido Vozes do Deserto (2004). 

La novela llegará en marzo de 2021 a Portugal por la Porto Editora y poco después en España y a los países de lengua española de América latina a través del sello Alfaguara. Este esfuerzo compartido responde al hecho de que los editores de ambos grupos la consideraron como una de sus mejores obras, confesó la propia escritora en una entrevista a distancia con la agencia EFE desde su residencia en Río de Janeiro, donde lleva encerrada siete meses por las restricciones impuestas con motivo de la pandemia. 

La difícil misión literaria obligó a esta escritora nacida en Río de Janeiro en 1937, descendiente de gallegos y autora de obras como La República de los sueños y La dulce canción de Caetana, a establecerse en 2018 por más de un año en Portugal. 

Otros desafíos, además del brazo quebrado y los problemas de visión que debió soportar durante su estadía en Lisboa, fueron el de recrear la historia en primera persona a partir de un personaje masculino de hace dos siglos y pulir los ocho borradores durante el encierro en su departamento, que, asombrosamente, sólo abandonó una vez durante la pandemia. 

Nélida asegura que llegó a pensar en pedir ayuda para encarnar, incluso con sus deseos sexuales, a Mateus, un joven hijo de prostituta y padre desconocido que fue criado por su abuelo en una aldea pobre de Portugal, que abandona para "intentar restaurar la utopía de la grandeza lusa". Pero al final no fue necesaria esa colaboración imaginativa.

EMPIEZA LA TAREA

Piñón comenzó a trabajar en la novela en 2005. "Cuando escribí una líneas conversé sobre este proyecto con mi agente y amiga Carmen Balcells (1930-2015) y ella me dijo: "Es muy fuerte. Es muy fuerte"", contó. 
"Pero yo sabía que tenía que permanecer por lo menos un año en Portugal. Necesitaba convivir físicamente y exponer mi sensibilidad al impacto de la cultura portuguesa y a su historia desde el siglo XV aunque tenía la intención de ubicarla en el siglo XIX", dijo.

La novelista demoró muchos años en viajar a Lisboa puesto que no quería exponer a su "amado perro", Gravetinho, al viaje en la bodega del avión. "Yo lo amaba mucho y entonces me sacrifique por él, pero él se murió en 2017 y entonces me liberó y nos fuimos todos a Portugal, incluso llevé a mi otro perrito", agregó.

Cuando Piñón llegó a Portugal ya tenía toda la investigación hecha en Brasil. Pero necesitaba, además de los conocimientos históricos, "visitar, más que nunca y repetidas veces, el paisaje. Yo creo que el paisaje que fue ocupado por una humanidad a lo largo del tiempo absorbe la presencia y la memoria de los que se fueron. Por lo tanto si yo estaba íntimamente atenta a lo que el paisaje dice, estaría en contacto con los habitantes de cualquier siglo".

La veterana escritora también que visitó los pueblos pequeños del norte de Portugal cercanos al río Minho (Miño) y en la frontera con su querida Galicia, donde comienza su historia.

"Y también era fundamental captar los ruidos secretos de la lengua portuguesa a lo largo de los siglos, saber cómo la lengua sufre el impacto de los sentimientos humanos, cómo los humanos utilizaron el idioma para expresar sus agobios, su manera de ser", aseguró. 

En Portugal Piñón trabajó de forma "voraz" 8 o 9 horas por día durante un año, haciendo pequeños viajes y regresando a casa para "escribir y escribir".

Cumplió la tarea con un brazo quebrado y con problemas de visión que le impidieron escribir en la computadora y la obligaron a volver a aprender a escribir a mano, en borradores que después era transcriptos por su ayudante.

"Cuando terminó ese año volví a Brasil, pero ya tenía el primer borrador totalmente listo. Terminé de pulirlo en mayo de este año y se lo entregué a la editora, que inicialmente tenía mucho miedo de publicar ese libro, que ellos consideraban una pieza importante, en un año de pandemia. Y yo les dije: yo quiero dar pruebas de que la literatura brasileña no murió y de que no va a morir nunca con pandemia o sin pandemia. Y entonces ellos aceptaron", afirmó.

"En Brasil por un milagro pude leer lo que estaba en la computadora y fui capaz de trabajar sobre las ocho versiones diferentes que tuve antes de la obra final. La estructura era la misma pero tenía que perfeccionar el pensamiento y el lenguaje. Fue un trabajo para buscar la fluidez, la elegancia de las palabras. Fue un esfuerzo extraordinario pero me encantó", señaló. 

La novelista aprovechó el aislamiento forzado para finalizar la obra en Brasil porque tenía prisa. "Pese a la tragedia, que yo acogí en mi corazón, por la tristeza generada en el mundo, por las muertes y la pobreza, estaba absolutamente serena y convencida de que tenía que terminar el libro antes de que la enfermedad pudiera golpearme. Yo quería dejar el libro listo como si fuera un testimonio mío, como si fuera mi legado", explicó. 

Pese a las dificultades, a Piñón le resultó hasta cierto punto normal encarnar un personaje masculino en primera persona, algo que ya había hecho con uno de los personajes esenciales de la República de los sueños. 

"Es algo natural porque yo creo que no existe literatura sin la absorción completa e integral y absoluta de todos los sexos, de toda la tipología humana. Si no fuera por esa capacidad del escritor de avanzar hacia el territorio de la carne, del cuerpo, no habría literatura", sostuvo. 

"A mí me parecía que yo era Mateus todo el tiempo. Yo sentía que el cuerpo de un hombre podía ser trabajado por mi imaginación y por mi deseo. No sentí que tuviera embarazo, o reparo, de asumir una voz masculina. No creo que pueda haber dificultad de asumir una voz narrativa masculina en tanto sea para una ficción y se haga sin escrúpulos. Y yo no tuve ningún escrúpulo narrativo para investigar en la sexualidad demoníaca y sublime a la vez de Mateus", afirmó. 

Piñón cree que su protagonista era el ideal para "hablar por la humanidad miserable de los campesinos y emprender una peregrinación en la búsqueda de una utopía. El persigue la grandeza de su país, porque siendo para él un país tan pobre, se da cuenta que pertenece a un país que tuvo la vocación de la grandeza".