El rincón de los sensatos

El soberano debe despertar

Por Inés Liendo

En estos meses, he leído y escuchado mucho sobre los errores que cometió Macri. Errores que van desde económico y lo social hasta lo comunicacional. Las quejas que se plantean son muchas, y en mayor o menor medida todas tienen algo de cierto. Pero no es menos cierto que, en muchos otros aspectos, su gestión fue sumamente exitosa. En estas líneas me gustaría resaltar un éxito en particular: el gobierno de Mauricio Macri nos devolvió la institucionalidad que habíamos perdido.

Ya la mera candidatura de Macri a la Presidencia, nos permitió ver por primera vez un debate presidencial. No casualmente, el único ausente a la primera cita fue Daniel Scioli, aunque en el debate anterior al balotaje no tuvo otra opción que asistir. Desde entonces, a ningún candidato a presidente se le ocurriría ausentarse de un debate presidencial. Este pequeño avance republicano, implica un enorme reconocimiento al verdadero soberano de una democracia, que no es otro que el electorado. Hoy, gracias a una ley sancionada durante el gobierno de Cambiemos, todo candidato presidencial debe debatir y defender sus propuestas públicamente, porque para elegir con libertad, una sociedad necesita estar informada.

En igual sentido, al asumir la presidencia en 2015, Mauricio Macri constituyó un fideicomiso ciego a fin de evitar conflictos de intereses con sus empresas familiares. Para observar actitudes similares en nuestro país, deberíamos remontarnos a las épocas de Marcelo T. de Alvear o Elpidio González. Sin ir más lejos, poco antes de que Macri comenzara su gestión, el Honorable Congreso de la Nación expropió la empresa Ciccone a alguien cuya identidad aún desconocemos, sólo para encubrir a un ex vicepresidente que hoy se encuentra condenado por la Justicia. La misma Cristina Kirchner tuvo plena administración de sus empresas hoteleras durante todo su mandato sin escandalizarse en lo absoluto

Las conferencias de prensa habituales y plurales, fueron otro sello distintivo del gobierno de Cambiemos. Macri jamás descalificó a un periodista o lo mandó a estudiar, ni rompió diarios en cámara. Tampoco compartió en sus redes sociales insultos o agravios hacia nadie. La pauta oficial dejó utilizarse como herramienta política, para premiar o castigar a los medios de comunicación. Con excepción de las transmisiones de las aperturas de sesiones en el Congreso, su única cadena nacional fue brindada pocas horas antes de terminar su mandato, para rendir cuentas y brindar información sobre el cierre de gestión.

Durante su gestión, también se intentó -aunque mediante un instrumento errado- limitar la designación de amigos y familiares de funcionarios en el Estado. Apenas concluido su mandato, el decreto respectivo fue derogado, y junto con él, la intención de dotar a la Administración Pública de personas idóneas y capacitadas. Hoy, el sobrino de una gobernadora, de profesión chef, es Director del Banco Nación, y el hijo de 19 años de un asesor presidencial, que nunca había trabajado en su vida, es Director Nacional de Adolescencias y Juventudes del flamante Ministerio de Salud de la Nación.

Entre 2016 y 2019, el Jefe de Gabinete de Ministros concurrió 34 veces a rendir cuentas al Congreso, tal como lo exige nuestra Constitución. En lo que va del año, y pese a que el Poder Ejecutivo gobierna prácticamente por DNU, el actual Jefe de Gabinete concurrió tan solo dos veces. Y en 2015, ni una.

Como nadie lo había hecho antes, Macri publicitó con pulcritud sus actos de gobierno, eliminó el formato papel en la Administración Púbica (tan proclive a las trampas, traspapelaciones y adulteraciones), e hizo aprobar una ley de acceso a la información pública, que hoy -con la excusa de la pandemia- el gobierno ha hecho volar por el aire.

Pasamos de reconstruir el Indec, a no poder conocer siquiera la cantidad exacta de contagiados y recuperados de covid-19. El gobierno dibuja las cifras y divulga gráficos adulterados para mantenernos confinados y asustados. Ni siquiera la UCA publica actualmente sus mediciones de pobreza.

AIRES PERDIDOS

Durante cuatro años, respiramos aires republicanos, que en los últimos meses ya ni se perciben. Hoy la historia nos demanda que maduremos como sociedad. La nueva oleada de mensajes republicanos y liberales que se hacen oír, tal vez sean un adelanto de que algo está cambiando. Es saludable que hoy se reivindique el capitalismo y la seguridad jurídica.

Las catapultas del kirchernismo que destruyeron las bases institucionales no se construyeron de un día para el otro. Fueron el resultado de un largo proceso de demolición social y cultural, que ahora está a la luz, y tenemos la obligación de desactivar si pretendemos convertirnos en un país próspero y moderno. Pero para que tengamos éxito, es imprescindible que hagamos autocrítica y no volvamos a cometer los errores del pasado. Es necesario estar presentes y alertas. No podemos aparecer un año y desparecer diez. Tenemos que ser guardianes constantes e indestructibles de nuestras instituciones y valores republicanos. Porque como decía Juan Bautista Alberdi, "¡todo soberano (incluso el soberano pueblo) paga su pereza con su corona!''.