LOS 30 AÑOS DEL BFN

La danza folklórica se viste de fiesta

El Ballet Nacional celebra hoy su trigésimo aniversario, manteniendo en alto la llama creativa de sus fundadores, Santiago Ayala 'el Chúcaro' y Norma Viola, aunque sin descuidar la evolución.

Seis horas diarias de trabajo físico de alto rendimiento dejan exhausto hasta al cuerpo más preparado. Pero ahora que no se reúnen a tomar clases o ensayar en la ex Biblioteca Nacional de la calle México (aunque sí lo hacen a través de Zoom), los cuarenta integrantes del Ballet Folklórico Nacional (BFN) extrañan aquellos días de sudor y adrenalina previos a la pandemia.

"Con el aislamiento ha renacido la creatividad, aunque en realidad siempre estuvo en el espíritu del Ballet'', confiesa Hernán Nocioni, con diecisiete años de trabajo en la Compañía. "Ahora utilizamos la virtualidad, nos filmamos desde nuestros hogares y salen producciones hermosas, que de otra manera no hubiesen existido. Es una linda manera de seguir en contacto con la gente'', opina.

El artista cordobés le asigna "una relevancia total'' al sostenimiento por parte del Estado de un elenco estable de danzas folklóricas. "Sobre todo -dice- por el rol social que cumple como órgano transmisor de identidad. Porque el BFN es portador de la identidad cultural de los argentinos; fomenta, promueve y protege el ser nacional''. Coincide con él Cristian Vattimo (marplatense, veinticuatro años en el BFN), quien remarca que "el Ballet es de todos los argentinos y fue pensando para perdurar, sobre todo en estos tiempos en que la cultura resulta cada día más importante''.

Lejos de considerarlo una postal en sepia, Nocioni entiende que "el folklore vive una evolución constante, como la vida misma'', aunque ``siempre es bueno proteger el origen -aclara-, especialmente viniendo de dos creadores como Santiago Ayala `el Chúcaro' y Norma Viola''. Con todo, ambos bailarines celebran y alientan la incorporación de nuevos coreógrafos que enriquezcan con sus obras el repertorio de la Compañía.

En este punto, Constanza Torres remarca la versatilidad del cuerpo de baile, que ha hecho que grandes creadores quieran trabajar con él (Oscar Araiz, el más reciente). Y destaca también a los coreógrafos que han surgido del seno mismo del elenco (Rodrigo Colomba, Jimena Visetti, Agustina Vigil, Adrián Vergés, los ex integrantes Mariano Balois y Luis Marinoni), que han tenido oportunidad de montar sus propias obras. "La actualización del repertorio es importante para la captación de nuevos públicos, sobre todo para que más gente se sienta identificada'', resume Nocioni.

El origen

Sabrina Castaño llegó al Ballet en 1997 alentada por miembros de la primera hora: Alejandro González, Sandra Bootz, Gabriel Ortega. Por ellos se enteró que Norma Viola necesitaba ``una bailarina con técnica'' que ocupara el lugar que dejaba vacante Esther Garabali, otra integrante emblemática del grupo. Ingresó como oyente y a los pocos meses la propia directora le comunicó su incorporación. "Mi papá vino del Chaco y el folklore siempre estuvo presente en mi familia a través del chamamé. Yo había visto al Ballet en el teatro Astral y en el Parque Centenario, y había quedado tremendamente impactada'', recuerda.

Declara Sabrina su propia filosofía de vida ("saber de dónde vengo para conocer a dónde voy'') para poner en dimensión la importancia que tiene la Compañía en su historia personal. "Si bien mi formación no era folklórica, abracé al Ballet desde el primer minuto y me empapé de todo su pasado. Saber todo lo que había luchado 'el Chúcaro' para conseguir que existiera fue muy motivador para mí. El Maestro fue alguien tremendamente creativo, con una picardía muy particular, siempre enfocado en el crecimiento del Ballet, que era como su familia'', lo evoca.

Destaca además como uno de los mayores logros colectivos en los años que lleva en el BFN el haber conseguido la recalificación como 'artistas' dentro de los organismos del Estado, abandonando la categoría de 'administrativos'. "Fue muy complicado en aquel tiempo tratar de retener a bailarines increíbles que se iban del Ballet atraídos por viajes al exterior o sueldos más tentadores'', admite. Y señala el momento más doloroso de su paso por el grupo: "Me tocó ver cómo echaban a bailarinas por haber quedado embarazadas. Por eso la lucha por la defensa de nuestros derechos, y con ellos el cumplimiento de nuestras responsabilidades, creo que es el mejor legado que nos pueden haber dejado `el Chúcaro' y Norma; seguir bregando desde nuestro lugar para que el Ballet siga creciendo''.

Maternidad

También Constanza Torres (en el BFN desde hace veintitrés años) pone la lupa sobre la problemática de las mamás bailarinas. Ante la imposibilidad de contar con una jubilación específica para la actividad, lo que impide una renovación más ágil del elenco, el promedio de edad de los integrantes del BFN ha ido en aumento. "Antes, todos teníamos diecinueve o veinte años y nadie pensaba en este tema. Pero ahora que somos más grandes nos dimos cuenta que no existe una legislación que ampare a las madres y los padres del Ballet. Que permita, por ejemplo, trabajar menos horas durante la gestación, contar con un lactario en el lugar de ensayo o poder llevar a los chicos a las giras''.

"Bailar no sólo es nuestro sustento económico sino que es lo que elegimos hacer, y todos sabemos que la vida del bailarín es muy corta. Parar durante un año y después volver, tanto en lo físico como en lo familiar se hace muy cuesta arriba'', admite la artista, mamá de Brunella.

"Lo que rescato -cierra Nocioni- es la unión de todos los integrantes para defender al Ballet, que en definitiva es de todos los argentinos''. Parte de esa lucha tiene que ver hoy con conseguir que se programen más giras y funciones que le permitan al BFN mostrar toda la riqueza cultural del país en cada rincón de la Argentina y en el mundo.-

* El autor agradece a María Laura Pérez Veronesi por la colaboración prestada en la realización de esta serie de notas.