Embanderar

Días pasados se celebró el 25 de mayo y puse una bandera en la ventana de mi casa. Cosa que hago los 25 de Mayo, los 2 de Abril y los 9 de Julio. Y embandero mi casa porque el patriotismo ha de expresarse de algún modo. No sólo formando una familia bien constituida, trabajando intensa y honradamente, cumpliendo con los deberes cívicos. También ha de hacerse en forma gráfica y tangible. Y ocurre que la bandera es la expresión gráfica y tangible de la patria.  Por eso conviene colocarla en el balcón o ponerse una escarapela en la solapa en estas ocasiones. Particularme hoy día.

¿Por qué hoy día? Por dos razones. En primer lugar porque el patriotismo está en crisis, jaqueado por una prédica universalista tendiente a suprimir fonteras y sofocar el amor a lo propio. Y hay que contrarrestar tal prédica.

En segundo término porque estamos viviendo una situación difícil, como es la epidemia de coronavirus, ante la cual debe robustecerse la solidaridad con nuestros compatriotas. Sin perjuicio de sentirnos también solidarios con el resto del mundo, alcanzado por el flagelo. 

La solidaridad se pone a prueba en las malas. Es fácil sentirse solidario en las buenas, como ser en el festejo por la obtención de un campeonato mundial de fútbol. Pero no lo es tanto cuando las circunstancias son adversas. Y la difusión de la epidemia es una circunstancia adversa. 

¿Y cómo ha de expresarse esa solidaridad ante la pandemia? Sencillamente cumpliendo las indicaciones de las autoridades sanitarias, quedándose en casa y evitando cualquier forma de contagio, a fin de no contribuir a que se extienda el mal. 

Amén de expresar nuestro cariño y respeto hacia quienes, en cumplimiento de sus obligaciones, deben exponerse a contraer la enfermedad. Como es el caso de médicos y enfermeros que no pueden aislarse para ponerse a cubierto.

Quiero señalar por último que contamos con otro medio, quizá el más eficaz, a fin de poner coto al avance del virus. Ese medio es pedirle a Dios que lo detenga.

¿Por qué Dios permite estas calamidades? No es fácil interpretar sus designios. Pero, en todo caso, debemos admitir que la humanidad no puede alegar  inocencia ante estas pruebas. La legalización del aborto, la manipulación genética, el empleo de la eutanasia, la admisión del presunto matrimonio entre homosexuales exteriorizan su rebeldía, no sólo respecto a explícitas prescripciones divinas sino también con relación al al mero derecho natural.