Claves de la decadencia nacional

¿Por qué fracasó el `neoliberalismo'?

Las experiencias de Carlos Menem, Fernando De la Rúa y Mauricio Macri apenas rozaron, con cambios absolutamente insuficientes, los pilares básicos del modelo `nacional y popular', que ha probado ser un obstáculo para el desarrollo.

POR Mario Teijeiro * 

En los últimos 40 años, Argentina ha tenido tres experiencias de política económica caracterizadas como neoliberales; y todas ellas culminaron en fracasos estrepitosos. ¿Por qué las ideas de liberalización económica, que han tenido tanto éxito en países tan variados como China, Chile o Irlanda, habrían fracasado en Argentina? Simplemente porque una diferencia de los países exitosos, las reformas estructurales críticas no se hicieron o se hicieron a medias. Pero, además, porque la política macroeconómica de corto plazo insiste con déficit fiscales insostenibles, con el agravante de ser financiados con endeudamiento externo.

Estas conclusiones son evidentes comparando nuestras experiencias neoliberales con lo que hizo Chile, un país que en 40 años pasó de ser uno de los países más pobres a estar en el primer lugar de ingreso per cápita en Latinoamérica, reduciendo simultáneamente la pobreza del 60 % al 8% y reduciendo la desigualdad; en este caso, pasando de estar en el último lugar de Latinoamérica según el índice Gini, hoy menos desigual que Brasil, México y Colombia. Las recientes convulsiones políticas no se explican por la falta de progresos en materia de desigualdad, sino por factores sociales, culturales y políticos específicos que escapan al objetivo de esta nota.

LO QUE HIZO CHILE

Chile, por ejemplo, eliminó unilateralmente las tarifas y restricciones al comercio exterior en 1979, política que mantiene aún hoy. Argentina nunca hizo algo parecido. El último gobierno militar tuvo una altísima protección arancelaria y agravó la discrecionalidad económica con múltiples regímenes de promoción sectorial y regional. La Convertibilidad eliminó los derechos de exportación, pero rechazó el libre comercio optando por el proteccionismo industrial del Mercosur. El gobierno de Macri no pasó de las intenciones declarativas de integración en el mundo, mientras nos cambiamos dentro de un Mercosur que, por los retrocesos del kirchnerismo, ya no cumple con el libre comercio dentro del área.

En materia laboral considerado algo similar. Chile reformó sus leyes laborales mussolinianas en 1979, estableciendo la afiliación sindical voluntaria de los trabajadores; y las tarifas de salarios y condiciones laborales se reducirán a un nivel de cada empresa. Por el contrario, en Argentina nunca se hizo ningún avance en este sentido. Las reformas laborales durante la Convertibilidad se limitarán a flexibilizaciones marginales de los contratos de trabajo y algunas reducciones de contribuciones patronales. Ningún progreso se hizo con la indemnización por despido, con el control sindical de las obras sociales y con la insuficiente condicionalidad al derecho de huelga. Durante el gobierno de Macri no se hicieron avances ni siquiera en aspectos tan urgentes como los excesos de la industria del juicio por accidentes de trabajo y por despidos laborales.

Una tercera reforma estructural, ejecutada a medias en 1994, fue la reforma previsional. A diferencia de la reforma chilena (aprobada en 1980), que significó una adopción generalizada del principio de capitalización individual de los ahorros para la vejez en aseguradoras privadas, la reforma argentina limitó el principio de capitalización (y su correspondiente canalización a las AFJP privadas) a los aportes personales, mientras que los aportes patronales continuan en el viejo sistema estatal de reparto regido por el principio de solidaridad. Todo se deshizo durante el kirchnerismo y el gobierno de Macri no hizo nada para revertir la confiscación de los ahorros previsionales acumulados desde 1994. Tampoco se revisó la desmesura del kirchnerismo de otorgar millones de jubilaciones sin (o con insuficientes) aportes previos.

LA EDUCACION

Una cuarta reforma ausente fue la educación, tan importante para revertir el proceso de decadencia de la calidad y darle una oportunidad de movilidad social a la marginalidad. El poder de los sindicatos y el predominio de las ideas de izquierda en las burocracias educativas provinciales y nacionales, eran obstáculos esenciales que no fueron enfrentados por ninguna de las administraciones neoliberales. Ni siquiera los Gobiernos de Cambiemos en CABA y Provincia de Buenos Aires han hecho nada para dar la batalla cultural y terminar con el adoctrinamiento anticapitalista que se ha estado profundizando en las instituciones educativas.

Por último, en comparación con la experiencia chilena, la reforma estructural más positiva de la Convertibilidad fue el proceso de privatización y desregulación de las empresas de servicios públicos. Sin embargo, el kirchnerismo reestatizó empresas como YPF y Aerolíneas; e incumplió todos los contratos con las restantes empresas privatizadas. Ninguno de estos retrocesos fue luego revisado por el gobierno neoliberal de Macri.

Toda esta evidencia indica que las experiencias neoliberales apenas rozaron, con cambios absolutamente insuficientes, los pilares básicos del modelo nacional y popular, esto es, la economía cerrada al comercio, el modelo sindical responsable de la extorsión política y la puja distributiva , el abandono de la educación, la solidaridad previsional, la estatización o control indirecto de las empresas de servicios, para los principales afectados. Durante la presidencia de Macri también se convalidó un aumento de presión tributaria de 12 puntos del PBI producido durante el kirchnerismo para financiar el crecimiento explosivo del gasto distributivo.

UN ENGAÑO

Ante tanta falla de reformas y la permanencia de la estructura básica del modelo nacional y popular, cabe preguntarse ¿qué hicieron estos neoliberalismos para que se les atribuya esa denominación engañosa? Lo que hicieron fue convertir la atención de los problemas monetarios y financieros en el centro de sus programas, como la reducción (eventual) de la inflación, la liberación del movimiento de los capitales golondrina y el endeudamiento externo para financiar los déficits fiscales, afectaron necesarios para superar los vicios estructurales de la economía argentina.

La paradoja es que, por el contrario, endeudarnos externamente para soportar a los empleados y empleados públicos que no producen, para financiar importaciones que responden a un consumo interno insostenible; e incluso para financiar inversiones que no ahorran o se ejecutan dólares, solo ha servido para postergar los problemas al costo de agrandarlos y hacerlos más explosivos. En el proceso de consumo lo que no producimos aumenta el tamaño de nuestra quiebra económica y por lo tanto la magnitud de nuestras crisis subsecuentes.

No de casualidad los experimentos neoliberales han tenido finales traumáticos. La ortodoxia monetaria y financiera tiene un aura de modernidad y acercamiento al mundo, pero cuando usamos para mantener un modelo económico viciado, se constituye en un alivio transitorio a cambio de una recaída más violenta.

El relato populista sostiene hoy que la falla del neoliberalismo es una clara demostración que la solución radica en volver al viejo modelo. La verdad oculta en este relato es que el viejo modelo nunca se abandonó. Los experimentos neoliberales simplemente superpusieron un conjunto de instrumentos monetarios y financieros que potenciaron los errores del viejo modelo. Fue un fracaso conjunto del modelo nacional y popular temporariamente financiado por endeudamiento externo. La mezcla fue como pretender convertir en competitivo un viejo modelo Ford T de 1925 poniéndole un motor de Fórmula 1. Un experimento destinado al colapso.

Desafortunadamente una mayoría electoral ha comprado este relato populista. Los resultados del neoliberalismo han sido aparentemente tan malos o peores que los del populismo, lo que explica el regreso del peronismo al poder. Ahora enfrentamos un retorno y profundización del viejo modelo, acentuando el control de precios y salarios, modificando la discriminación a quienes viven del Estado y en contra de quienes producen y ahorran, así como el retorno a prácticas antidemocráticas como el control de la justicia y de los medios. El fantasma de un desvarío bolivariano profundo también está presente.

La experiencia argentina demuestra que intentar reestablecer la república sin hacer cambios económicos profundos está destinado al fracaso. No hay república que pueda sobrevivir con éxito económico, especialmente cuando una parte sustancial de la población está en su orilla de la marginalidad.

Es difícil predecir una nueva oportunidad política para la oposición republicana en Argentina, pues el peronismo tiene un enorme margen político luego de los fracasos neoliberales (De la Rúa y Macri). Solamente un significado colapso del viejo modelo populista podría generar otra oportunidad política. Pero si esa oportunidad se diera, el electorado no debería apoyar otra vez la idea de restaurar la república es suficiente. Será imprescindible implementar las reformas necesarias para abandonar definitivamente el modelo económico nacional y popular.

* Economista