La decadencia de la política y el colapso del cristianismo

POR CARLOS DANIEL LASA * ­

­

­

­

­La religión siempre ha estado asociada a una idea: la de salvación. Curiosamente, la política, a partir del siglo XX, hizo propia la idea de salvación, robándosela a la religión. Pero, ¿cómo fue que pasó esto?.

Me parece que antes debemos decir qué entendió la religión (concretamente, la religión cristiana en Occidente) por salvación. San Agustín, que vivió entre el 354 y el 430, se ocupó de pensar, entre otras cosas, la cuestión de la fragilidad humana. Basta considerar el cuerpo humano. ¡Cuán frágil es! Y este cuerpo tiene un gran enemigo denominado enfermedad. La enfermedad nos acecha siempre; le tememos. Basta ver lo que acontece actualmente en Argentina y en otros lugares del mundo. En realidad, la enfermedad nos acompaña desde nuestro mismísimo nacimiento. Si considerásemos la etimología de la palabra enfermedad veríamos que la misma nos pone de manifiesto lo siguiente: in-firmitas, falta de firmeza, ausencia de consistencia en nuestro ser.­

Por eso, la amenaza constante de la muerte, el peligro de dejar de ser, es una marca que llevamos en nosotros siempre. Y sucede otra cosa: la muerte no puede encontrar la solución (es decir, no puede ser derrotada) dentro del espacio de la propia vida humana.­

Porque, ¿puede hacer algo la medicina frente a esto?, ¿qué pueden hacer los médicos? Es evidente que ningún médico puede dar aquello que todo hombre anhela profundamente: vivir eternamente. El médico solo puede prolongar la vida humana, aplazar el mayor tiempo posible el momento de la muerte. Pero el problema fundamental de cada hombre no es el de aplazar la muerte sino el de vencerla. Y vencerla equivale a alcanzar una vida que sea permanente, eterna

Y aquí está el punto: ¿quién puede ofrecer al hombre una vida que dure, sino Aquel que es el mismísimo Durar? Solo Dios puede quitar, de modo absoluto, la enfermedad del hombre, su falta de firmeza, como decíamos al comienzo.­

Desde este punto de vista seguramente podrás entender la razón por la que los Padres de la Iglesia católica representaron a Cristo como médico: solo Dios puede dar al hombre la eterna duración. Durar es, precisamente, salvarse. Salvarse es, precisamente, durar. La salvación eterna, en definitiva, es cosa exclusiva de Dios. Punto.­

¿Por qué Agustín pensaba que solo un Ser, que es esencialmente el Durar, puede otorgar esta cualidad a otro ser que es enfermo por naturaleza, que carece de toda consistencia? Porque Agustín pensaba que, en la realidad, a ese Ser no le falta nada, se encuentra totalmente completo, es eterno, permanente. Hay cosas que cambian, sí, pero hay otras que no (en primer lugar, Dios).­

­

POLITICA Y SALVACION­

Ahora bien, ¿qué pasó con esta idea de Dios, cuando la realidad pasó a ser interpretada, pasó a ser vista como un continuo cambio, como un permanente fluir? ¿Cómo voy a poder, acaso, sostener a Alguien que no cambia cuando proclamo que todo es un eterno cambio? ¡Imposible!.

Se puede advertir, entonces, que a partir de aquí ya no va a resultar posible la existencia de un Dios distinto del mundo, cuyo ser sea el permanecer. Y si ya no hay un Dios que Dure. entonces la salvación no resulta posible, vale decir, no tiene cabida.­

De ahora en más, considerando estos nuevos parámetros, todo ser consistirá en un permanente des-hacer-se. Porque si ya no existe ese Dios Eterno. ¿qué queda?: solo la historia. La vida del hombre, a partir de esta bisagra, solo podrá entenderse desde y a partir de la historia.­

Y como este hombre vive junto a otros hombres en la sociedad política, será el propio hombre quien tratará de crear, mediante su pura acción, un lugar en esa historia donde pueda "salvarse". De ahora en más, entonces, la salvación será otorgada por la pura acción política, que es mera acción humana. Salvarse, obviamente, no equivaldrá a permanecer sino, simplemente, a disfrutar, aunque sea por un brevísimo lapso de tiempo, de un estado de máxima "libertad"... unido probablemente a la ausencia momentánea de dolor. Basta recordar la canción: "Por cuatro días locos que vamos a vivir".­

­

DECADENCIA DE LA POLITICA Y LA RELIGION­

La política al desnaturalizarse, al apropiarse de la idea de salvación propia de la religión, se ha auto-producido un severo daño. El daño consiste en generar un descreimiento masivo, un ciclo de continuas ilusiones e invariables desencantos. La razón de esto es muy simple: está prometiendo algo que no puede cumplir. Se declara "salvadora" cuando, en realidad, no puede rescatar a nadie. Y no puede rescatar a nadie porque nunca podrá quitar del hombre (por lo menos mientras viva en este mundo) el mal, empezando por el hecho de su muerte. Este dato del mal, que el cristianismo llamaba pecado original, no puede ser eliminado por ninguna fuerza humana. Pretenderlo hacerlo es una absoluta utopía. Pero, claro está, aquellos que lo intentan, no sólo desacreditan la política, sino que ponen en riesgo los derechos más elementales de la persona humana, comenzando por el de su libertad. En efecto, ¿qué le sucedería a un pobre mortal que se opusiese a la doctrina salvífica de un iluminado que promete la felicidad a todo un pueblo?.­

Lo dicho precedentemente muestra dos cosas: que la religión cristiana empezó a colapsar a partir del momento mismo en que comenzó a pensarse desde una concepción de la realidad entendida como puro devenir. Y, perdida la idea de salvación a causa de semejante concepción, era lógico que perdiera su razón de ser. Asimismo, la política, adueñándose de la idea de salvación y prometiendo a los hombres algo que es incapaz de cumplir, ha provocado un descreimiento generalizado, conduciendo a los hombres al individualismo más extremo, a la negación de la polis.­

Lo dicho precedentemente, por un lado, es una lección muy adecuada para un mundo que quiere edificarse contra la naturaleza y confirma, por el otro, lo dicho por el gran filósofo de la política Eric Voegelin: "Una `naturaleza' no puede ser cambiada o transformada; un `cambio de la naturaleza' es una contradicción en los términos; el buscar alterar la `naturaleza de una cosa' significa destruir la cosa. Concebir la idea de `cambiar la naturaleza' del hombre (o de cualquier cosa) es un síntoma del colapso de la civilización occidental". (`Recensione a Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt. En Anni di guerra. Per una comprensione dei conflitti nel sec. XX'. Soveria Nannelli, Rubbetino, 2001, p. 169).­

­

­

­

* Doctor en Filosofía de la Universidad Católica de Córdoba.­