¿Cuántas vidas se sacrificarán en nombre de la lucha contra el covid-19?

Por Eliseo Bottini Antunez 

El distanciamiento social, preventivo y obligatorio tiene un ruido peligroso en su último adjetivo: obligatorio. Los derechos constitucionales son violados por las medidas de arresto domiciliario que tomaron muchos países para enfrentar el brote del COVID-19. La dictadura de China puso a 50 millones de personas en cuarentena en Hubei en enero, recién un mes después de la aparición de la enfermedad por la negación de las autoridades. Desde entonces, muchas democracias liberales aplican decisiones autoritarias agresivas con amplio aval de las poblaciones.

Las tímidas advertencias sobre la pérdida de libertades no le hacen ni cosquillas a gobernantes que encontraron en la crisis una oportunidad de incrementar su poder y popularidad. Y así lo hicieron. Hablando con autoridad y urgencia, dirigen una brigada de 'expertos', se paran frente a las cámaras y parecen tener el control de todo. A medida que se intensifica la catástrofe, el público retrocede con miedo y se encoge ante sus amados líderes en medio de la incertidumbre y la agitación. Con ceño fruncido y voces serias, los funcionarios del Estado hablan en serio ante la prensa, informando a sus contribuyentes que harán todo lo posible para cuidar a los abuelos, incluso mejor de lo que lo harían los propios abuelos. Ellos te mantendrán seguros en este momento sin precedentes, y eso incluye violar tus derechos constitucionales. Los gobernantes encontraron su momento y están en su salsa, y sin levantamientos armados, como ocurrió en algunos distritos de EEUU, las protestas de minorías que defienden los derechos individuales caen en la tiranía de las mayorías. Sin embargo, a la larga la realidad se impone.

Las libertades no son un antojo ideológico. La consecuencia de aplastarlas produce efectos contraproducentes, incluso en la propia dictadura china, que tuvo que volver al encierro en la ciudad de Jilin, al noreste del país, por la aparición de nuevos casos. Estamos presenciando un rebrote inevitable en los países que salen de las cuarentenas y algunos casos como el de Chile, que vuelve al bloqueo. La controversial discusión acerca de volver o no a las restricciones autoritarias es un problema inexistente en países que nunca entraron en estos modelos, como ocurre en Suecia.

El modelo sueco

"No se puede sostener para siempre en las democracias occidentales. La gente se levantará y se revelará si se prolonga por tanto tiempo", dice Johan Giesecke, uno de los epidemiólogos más destacados del mundo y arquitecto de la estrategia sueca. El país nórdico lleva adelante la estrategia de 'inmunidad de rebaño', donde las autoridades sanitarias buscan que una suficiente cantidad de gente esté inmunizada alrededor de alguien con el virus, y entonces este no puede infectar. Esta modalidad fue la que al principio implementaba Reino Unido, pero un informe en marzo del Imperial College de Londres se opuso al modelo, Boris Jonhson decretó el confinamiento y hoy Suecia tiene una tasa de mortalidad por cada cien mil habitantes 50% menor que los ingleses.

A fines de abril fue la Organización Mundial de la Salud la que felicitó el estilo sueco y se retractó, avisando que los cierres masivos no eran el objetivo. El principal experto en emergencias de la OMS, el doctor Mike Ryan, dijo que Suecia era el "modelo" a seguir para luchar contra el COVID-19, cambiando la postura de la organización que en marzo proponía tener a la población bajo llave, propuesta que los gobiernos siguieron a rajatabla pero que no parecen interesarles para nada las nuevas afirmaciones. A su vez la ONU, el organismo madre de la OMS, proyectó que las cuarentenas eliminarán cuatro años de crecimiento de la economía global y llevará a 130 millones de personas a la pobreza extrema. Por ende, la pérdida de derechos individuales en manos de las cuarentenas no es un capricho, sino que resulta ineficiente y trae una caída económica sin precedentes. Pero aún falta lo peor: ¿Cuántas vidas se sacrificarán en nombre de la lucha contra la pandemia?

Muertes a causa de la cuarentena

Los militantes de la amada cuarentena política, saltan enardecidos cuando algunos pequeños grupos alzan la voz contra el confinamiento coercitivo: denuncian que somos egoístas, pensamos sólo en nuestras libertades y esencialmente queremos muchos muertos por coronavirus. Por eso es que nuestra pregunta es al revés ¿cuántas vidas están dispuestos a sacrificar ustedes para evitar una muerte por COVID-19? Andrew Cuomo, el gobernador de Nueva York, el distrito más afectado de todo el planeta, dijo que "si salvamos una sola vida con todas estas medidas restrictivas, habrá valido la pena". El propio Alberto Fernández repite en sus conferencias algo similar: "Prefiero que una fábrica no trabaje porque sus empleados están en cuarentena, y no porque sus empleados están muertos".

Para Thomas Sowell, en un mundo de escasez no hay soluciones, solo compensaciones. Por ende, "salvar una vida" de la pandemia no es gratuito y no deben ignorarse los costos compensatorios. La cuarentena en sí plantea riesgos para la salud, incluidas innumerables muertes. El público es bombardeado con estimaciones dinámicas que predicen la gran cantidad de hospitalizaciones y muertes por el virus. Pero ¿dónde están los modelos que proyectan las muertes y el sufrimiento por el bloqueo? ¿Por qué nuestros gobernantes están tan decididos a evitar que esas compensaciones entren en el debate público?

Un estudio publicado por la prestigiosa revista científica The Lancet encontró que el riesgo relativo de suicidio asociado con el desempleo aumenta en un 30%, demostrando una correlación positiva entre el aumento del desempleo y las tasas de suicidio. El sitio web de salud Healthline señala que el estrés y la ansiedad en cuarentena puede debilitar el sistema inmunológico, dejando más vulnerable al individuo a infecciones virales y enfermedades frecuentes. El Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA) alertó que por la cuarentena podrían ocurrir entre seis y nueve mil muertes evitables por enfermedad cardiaca entre abril y octubre de este año. 

Por otro lado, la agencia Reuters publicó un informe el 16 de abril de la ONU advirtiendo que las cuarentenas podría llevar a cientos de miles de niños a morir este año por desnutrición. El médico Scott Atlas escribió en el diario web estadounidense The Hill que "la gente está muriendo porque no se está recibiendo otra atención médica debido a proyecciones hipotéticas. La mayoría de los estados detienen abruptamente los procedimientos y las cirugías 'no esenciales', todo esto evita el diagnóstico de enfermedades mortales, como la detección del cáncer, las biopsias de tumores y los aneurismas cerebrales potencialmente mortales". Por último, Richard Sullivan, profesor de cáncer y salud global en el King's College de Londres y director de su Instituto de Política contra el Cáncer avisa que "la cantidad de muertes debidas a la interrupción de los servicios de cáncer probablemente supere la cantidad de muertes por el coronavirus mismo".

La evidencia es cada vez más abrumadora. Las cuarentenas postergan la fatalidad, evitan la inmunidad de rebaño, dejan el virus latente, destruye economías -por eso es que en Suecia el desempleo cayó apenas un punto porcentual- y compromete la calidad de vida de millones. Pero por sobre todas las cosas, no se trata de que las cuarentenas deben terminar porque queremos salir a cortarnos el pelo, se trata de que las mismas matan más seres humanos que la enfermedad de la cual se busca protegernos.