La presencia espiritual en las Islas Malvinas y las epidemias

Hace pocos días en esta misma página Sebastián Sánchez publicó un interesante trabajo sobre los capellanes en tiempos de guerra, destacando el heroísmo de muchos de ellos en ocasión del conflicto de 1982. En tiempos de paz también hubo presencia espiritual, como bien lo estudiaron fray José Brunet y el R.P. Cayetano Bruno, y comenzaremos con la que existió durante la dominación española de esas islas desde 1767 a 1810.­

Para tomar posesión de las Malvinas en poder de los franceses, partió del Apostadero Naval de Montevideo el 28 de febrero de 1767 una expedición al mando del capitán de navío Felipe Ruiz Puente, nombrado gobernador de las islas. En las fragatas Liebre y Esmeralda, viajaban 266 y 237 personas, además de cuatro religiosos y 60 personas destinadas a poblar esas islas y cinco presidiarios, cosa que nunca faltó en esos confines. Llegaron el 14 de marzo en una barca llamada Nuestra Señora de los Remedios donde se transportaban víveres, pertrechos, enseres y ganado. El 2 de abril, fecha que habría de ser significativa dos siglos más tarde, Louis de Bouganville daba posesión a España en nombre de su rey en Puerto Luis de esas islas.­

Los "primeros obreros de la viña del Señor" fueron cuatro franciscanos, Sebastián Villanueva y Juan Ignacio Cabrera, de los conventos de Buenos Aires y Montevideo, respectivamente, y José Mariano Agüero y Juan José Pereira ambos de Santa Fe. A su vez los padres dominicos, para la misma época, pensaban abrir una casa en la Isla del Fuego, como se llamaba entonces, siendo los designados por "hábiles en la predicación" los frailes Juan Antonio del Toro, Juan Francisco Salas, Pedro Mayán y Juan Encinas. De aquellos primeros cuatro religiosos volvieron los frailes Cabrera y Agüero, por su delicada salud y no ser necesarios sus servicios en esa pequeña población. Quedaron Villanueva y Pereira, quien atendió espiritualmente al mendocino Domingo Perera que había muerto a puñaladas a un indio "tejero" (fabricante de tejas y ladrillos), huyendo con la mujer y el hijo del muerto.­

En 1769 después de dos años regresaron con dos franceses y sus familias "aburridas de tanta soledad". Y fueron reemplazados por los frailes Isidro Alvarez y Felipe Valenzuela, personas de mucha edad, lo que motivó una queja del gobernador que pretendía gente moza, sana y robusta para enfrentar ese clima. Al año siguiente los reemplazaron por los padres Valentín Ponce de León y Santiago Negro, a estos pobres frailes les tocó atender en el hospital, imaginemos lo que eran sus instalaciones, apenas un rancho, sesenta enfermos de escorbuto, a causa de la alimentación de aves extrañas y carne salada. Otro episodio de escorbuto del que en octubre próximo se cumplirán dos siglos fue cuando el corsario David Jewet, llegó a la Bahía de la Anunciación, la fragata Heroína estaba en ruinas y su tripulación minada por el mal, tanto que cada día se echaban al mar de una dotación de 200 hombres con que había zarpado de Buenos Aires, sólo quedaban 32 marineros y 43 hombres de tropa.­

En 1780 el padre Francisco Coronel decía en una carta al virrey Vértiz, "aquí se matan a puñaladas", y no fueron pocas. A los franciscanos, se sucedieron los padres mercedarios y también sacerdotes del clero secular que se desempeñaban como capellanes de alguno de los navíos. El fraile Juan López Neyla de la orden de la Merced, viajó a Malvinas en diciembre de 1787, lo hizo muy enfermo y sin su criado que desertó el día de su partida. Al mes de su llegada sintió el agravamiento a sus males y fue operado por los cirujanos de las dos corbetas, que hicieron cuanto el lugar y su ciencia les permitía, pero murió el 1º de setiembre y fue sepultado en la capilla donde ejercía su ministerio. Este cura se había quejado al virrey que cada tanto por algún acontecimiento se hacía una fiesta y se apelaba a los paños de la capilla para confeccionar los trajes de los actores.­

Sin embargo hubo un cura mercedario natural de Paraguay llamado Juan José Pérez, que en aquella soledad escribió una obra que dedicó al virrey Nicolás de Arredondo: "Comedia mística y moral. Engaños y desengaños del hombre y el amparo de María", que no sabemos si subió a las tablas, nunca mejor dicho el término.­

Desde 1798 el presbítero Mariano José Zarco estuvo destinado en Malvinas una de sus grandes preocupaciones fue la capilla, que recién se inauguró el 4 de noviembre de 1801, ya que siempre faltaba algún material o directamente no llegaba, y debía pasar otro año. Ese día era el santo y cumpleaños de Carlos IV, y se festejó con este acontecimiento, con asistencia de la plana mayor y habitantes, una misa solemne y el Tedéum. Es probable que haya habido corridas de toros como en otras oportunidades. Zarco murió en aquel lugar el 30 de agosto de 1803, "de resultas de los achaques adquiridos en este rígido y húmedo destierro", informaba el ministro de Hacienda del lugar, la palabra destierro es la más correcta para emplear a ese inhóspito lugar en aquellos tiempos.­

Fueron poco más de 50 los sacerdotes que en aquellos años pasaron por nuestras islas, quizás alguna vez una placa con sus nombres pueda colocarse en su iglesia católica, agregando todos los que fueron abnegados misioneros en tiempos de paz y de guerra.­