2020, AÑO BELGRANIANO

Desde el Colegio Monserrat, epidemias en la correspondencia de la familia Belgrano

La correspondencia privada es una fuente inagotable de información, en este caso nos vamos a referir a unas cartas de Domingo Belgrano, que era colegial en el Colegio de Monserrat de Córdoba. Casi todas están dirigidas a su padre don Domingo, y algunas otras de otros corresponsales, además de temas domésticos que son un interesante cuadro social de la época, que nos hizo sospechar una de la epidemia de viruela que asoló Buenos Aires en 1780.

Me llamó poderosamente la atención una carta a don Domingo del salteño José Tomás Sánchez que apunta: “además de la razón general que exige la naturaleza para que se llore la muerte de los hijos, interviene muchas veces la especial de ser éstos conformes a la voluntad de sus padres. Habiendo acreditado la amable doña María Florencia ser de esta clase, con la sumisión, reverencia y amor que ha profesado a Vuestras Mercedes, en los tres estados, que en pocos años ha tenido, confiesa V.M. doblado motivo para sentir su temprana defunción”. Este párrafo nos indica que María Florencia Belgrano, hija mayor del matrimonio de don Domingo con doña María Josefa González Casero bautizada el 7 de noviembre de 1758, apadrinada por el médico Ángel Castelli y su mujer en la iglesia de la Merced falleció a raíz de la epidemia de 1780. 

La carta de Sánchez prosigue: “Y acompaño a V.M. de veras en lo justo de ese natural sentimiento, y en el que precisamente le causaría también el fallecimiento de la otra niñita de dos años, pero además de la plausible resignación que V.M. manifiesta con las disposiciones del Altísimo, persuádase que sus dos hijas son ya dos criaturas bienaventuradas, que ruegan faciem Dei, por la felicidad de Vs.Mdes. De la párvula no cabe duda, de la adulta queremos creer que el arreglo de su vida, le aparejó la mayor dicha en la muerte”. 

La hermana de Manuel Belgrano fallecida era María Ana Estanislada bautizada en la Merced el 14 de noviembre de 1778 con el padrinazgo de su hermana María Florencia. 

Don Julián

Otro párrafo de esta carta nos llamó la atención y es el que dice “celebro la aprobación de las cuentas del finado don Julián”. Se trata de don Julián Gregorio de Espinosa Rocha, acaudalado comerciante español, casado con María Florencia Belgrano. Más según una carta del 9 de octubre de 1786 de don José de Molina desde Montevideo a don Domingo, le da el pésame por la muerte de sus dos hijas y habla “de la señora Viuda”; por lo que primero murió Espinosa y después su mujer. Dejaron un hijo de cinco años Julián Vicente de Gregorio Espinosa. Estas cartas que creemos inéditas al menos en su estudio, nos permite confirmar que esa epidemia de 1780 dejó varias víctimas en esta familia.

Buscando corroborar si hubo una epidemia ese año, la encontramos; si bien no de gran magnitud, la padeció la capital del virreinato, con las consiguientes víctimas. Todo comenzó en abril de ese año cuando desde la Guardia de Chascomús, se envió preso de Buenos Aires un indio acusado de complicidad en algunas incursiones en la frontera. Pocos días después se le pidió al comandante Pedro Nicolás Escribano del lugar que enviara a la capital a la mujer e hijos del preso, quien respondió “en el mes de Mayo los conduje a esa ciudad y al instante de haber llegado enfermaron de las viruelas de cuya enfermedad han muerto dos hijos y el otro murió aquí antes de llevarla”, en cuando a la madre agrega esto que mueve a una sonrisa en medio del drama: “dicha china está todavía enferma y siempre de que no muera tengo que pedirla a S.E. porque tiene tratado casarse con un esclavo mío después que se haga cristiana”. La china no llegó a concretar esa boda porque muy pronto abandonó esta vida. Jiménez y Aliotto, dan en un excelente trabajo sobre el tema 16 indias muertas en Buenos Aires entre el 28 de marzo y el 31 de julio. 

Las cartas de Domingo Estanislao Belgrano desde el Monserrat son muy interesantes, parece que al futuro sacerdote no le faltaban recursos, pero siempre pedía más para de ese modo demostrar una superioridad a los locales y a los llegados de otras provincias del interior. Cuando se recibió de Licenciado en Teología en la histórica casa de Trejo el 14 de julio de 1779, según carta del licenciado Rodríguez a la madre del colegial: “concurrieron a acompañarle a su casa toda la Comunidad de Santo Domingo, y mucha parte del clero, y también varios seculares de distinción. Por esta causa y la de una decente diversión que continuó hasta medianoche. Debería haber sido bastante costoso el refresco; pero habiendo corrido por mi mano el disponerlo, lo encargué a las Madres Teresas… y mediante esta diligencia creeré se ahorrase al menos un ciento por ciento, y vino a quedar en 25 pesos…”. 

Parece que a la señora no le gustaban demasiado los gastos del estudiante, y debió escribirle en forma muy dura en 1784, acusándolo duramente a lo que él contestó: “Yo soy ladrón de mis hermanos siempre y cuando se me demuestre que gasto más de lo necesario… Y si esto es gastar Uds. tienen la culpa que entre en el Colegio adonde es preciso lo dicho; con que una vez que quiera tener el gusto que sea doctor y colegial del Monserrat, es preciso tener paciencia y si no alcanza el caudal lo más fácil es ser un pobre clérigo de misa y basta”. Una carta que podemos llamar rebelde para la época y que revela las ambiciones familiares con respecto a los hijos.

La visita del gobernador el marqués de Sobre Monte y su mujer al Colegio de Monserrat, y el encuentro con él y los saludos enviados a su padre, envíos de sermones, libros, etc. Y algunos otros detalles ocupan esta interesante correspondecia. 

Tampoco faltan antecedentes de algunas enfermedades de la familia, en 1786 su padre había sufrido una indisposición “a causa del aire perlático”, lo que significaba una parálisis en algunas partes del cuerpo; lo alegraba la recuperación y “próximo a retirarse al campo como se lo han dicho muchas veces los médicos… me presumo ya esté en la estancia”. La estancia se trata de la famosa quinta de Perdriel, que cuando las invasiones británicas pertenecía a la sucesión de don Domingo Belgrano y en la que habría de nacer José Hernández, y fue conocida en distintos tiempos como la chacra de Perdriel o de Pueyrredon, según sus dueños.

Ese mismo año, el mal de don Domingo no debió ser mejor y el de su mujer tampoco, nos hace suponer que amagó alguna de las “pestes” de la época porque el 6 de abril desde el Monserrat su hijo les escribía: “me he consolado algún tanto con la noticia de su mejoría, y también la de mi señora madre, como me llenaron la cabeza con noticias tan tristes, como el que estaban tan indispuestos, me obligué recomendarle la ida a la chacra, para saber que éste era el único medio de verse libre de tantos negocios”. Justamente lo de “único medio” era para huir de los focos infecciosos.

En esta misma correspondencia Domingo Belgrano recibe correspondencia o escribe a su hermano “Manuelito” con alguna frecuencia, según se lo informa a su padre. 

En julio de 1787 la “epidemia” está en la ciudad de Córdoba y le escribe: “Yo me hallo con bastante robustez: noticia que será tanto más apreciable cuanto Ud. comprenda la universal peste que corre, por esta ciudad y hace doblar las campanas más de lo regular”. Esto significa la cantidad de muertos y el toque a duelo de las voces de bronce. Agrega: “Lo mismo me han dicho pasa en Buenos Aires, y si es así apreciaré más las noticias del correo que espero sean favorables”.

En octubre de ese año, el futuro clérigo da esta noticia a la familia: “Mi primo el doctor Castelli [Juan José] va ya de regreso a su casa ya concluida casi su carrera: aquí hemos tenido el gusto de verlo como también lo tendrán Uds., sin embargo que el traje le ha hecho mudar su aspecto. Al fin tendremos un abogado en la familia”.

En estos días que lejos estábamos de suponer cuando empezamos esta serie dedicada al Año Belgraniano, lo que habríamos de vivir en el presente. Vayan estas noticias inéditas sobre las epidemias que vivió su familia a fines del siglo XVIII.