Acuarelas porteñas

Partículas elementales del lenguaje coloquial

   

La cultura suele transmitirse por vias alternativas. Existe tradición literaria, en el lenguaje escrito de cada sociedad, y también tradición oral, a través de narraciones y lenguaje coloquial que caracteriza a cada comunidad. 

En tal sentido, los porteños contamos con amplio acervo, aunque en el último tiempo se advierte una notoria declinación en el primero de los tópicos. Ciertamente, desde mediados de los "80 del siglo pasado, y hasta entonces con contadas excepciones (Ricardo Piglia, Luis Gusmán y varios exiliados como Héctor Bianciotti, Héctor Tizón y otros) poco y nada ha surgido en materia de escritores. Aunque debemos reconocer el advenimiento de una fuerte corriente de féminas encabezadas por Claudia Piñeiro (más guionista de cine o TV que literariamente trascendente), seguida por rómanticas de autoayuda como las florencias Bonelli y Canale, continuadoras de la poco valorada Poldy Bird, fallecida el año pasado. 
La nueva ola, encabezada por Samantha Schweblin, Agustina Bazterrica, Mariana Enriquez y otras, resulta por ahora, sólo prometedora. Pero dejemos lo literario, para una próxima nota. 

TRADICION DE SUBURBIO

En lo estrictamente oral, Buenos Aires ha perdido el rumbo desde la partida de Héctor Gagliardi, último heredero de aquella tradición de suburbio que desde Gabino Ezeiza, Alfredo Le Pera, y tantos otros embellecieron el decir cotidiano, con letras tangueras y frases memorables que enriquecieron el lenguaje cotidiano. 

A ello hay que sumar una característica a menudo soslayada por quienes analizan el decir porteño. Se afirma, erróneamente, que no tenemos tonada, sino modismos. Hace algunos años, en ocasión de entrevistar al actor puertorriqueño Benicio Del Toro, que estaba en gira promocional por su pelicula sobre Ernesto Che Guevara, que dicho sea de paso sirvió para comenzar a desmitificar a este personaje siniestro, mostrando sus graves contradicciones, amoralidad y rigidez (hoy ni los militanes izquierdistas llevan sus remeras, y los posters son vintage), el astro hollywodense fue requerido sobre los distintos acentos que ofrece el personaje durante su trayectoria.

"Sin duda, el más difícil de lograr fue el porteño. Con el cubano, mexicano y algún otro no hubo problemas, por mi origen. Pero al comienzo de la película, estuve semanas hasta lograr hablar como un porteño", confesó. 

"Ustedes hablan a una velocidad muy distinta del resto de América, y son muy directos. Es realmente complejo imitarlos. Los mexicanos, cubanos y en general centroamericanos, estiran las frases, permiten modular sus acentos. Incluso en Colombia y Perú, donde quizá se hable el español más parecido al ibérico original, tienen un ritmo pausado. Chilenos, ecuatorianos y bolivianos mantienen resabios indígenas en sus acentos. Y con los uruguayos nunca se sabe que tiempo de verbo usan. Te dicen "oye, vamos a su hotel", y uno no sabe si hay que acompañarlos o van ellos solos", concluyó risueño. 

La reflexión viene a cuento, para revalorar el decir cotidiano del lenguaje de Buenos Aires. Alejarlo del estilo tumbero y plagado de groserías que se escucha en nuestras calles, dichas sin distinción de género. 
Si a ello agregamos el "lenguaje inclusivo" tan en boga, terminaremos hablando un slang parecido al neoyorquino entre chicano y boricua.

UNA ANECDOTA DE BORGES
 
Es oportuno recordar una anécdota de Jorge Luis Borges. Un locutor fue a verlo para que lo apoyara en una campaña para que en Radio Municipal los locutores trataran de vos al público. Como se negó, el peticionante dijo "Yo creí que usted, como porteño, iba a acompañarme en esta cruzada". El escritor, respondió: "Tal vez yo sea más porteño que usted, pero no veo porqué se va a tutear a desconocidos. Es útil, porque señala matices, que se diga a ciertas personas de usted y a otras se las tutee. Además, el vos limita los temas. No se puede preguntar: ¿A vos te gusta Brahms? Su proyecto, más que de un porteño, parece de un peronista". 
Caminando por la calle se puede apreciar la notable vigencia de aquella premonición borgeana.