TEATRO

Valioso grotesco discepoleano

"Stefano", con impecable elenco

"Stefano", de Armando Discépolo. Dramaturgia y dirección general: Rubén Pires. Diseño de escenografía: R. Pires, Gustavo Di Sarro. Vestuario: Nélida Bellomo. Iluminación: R. Pires. Maquillaje: Analía Arcas. Música original: Sergio Vainikoff. Actores: Luis Longhi, Maia Francia, Marcelo Bucossi, Elida Schinocca, Nicolás Cúcaro, Mariano Falcón, Gonzalo Alvarez, Lucía Palacios. En el teatro Andamio 90.


Verdadero fenómeno urbano, la inmigración extranjera en nuestro país, que se inicia en la segunda mitad del siglo XIX, marca su pico en 1910, alcanzando un máximo de cinco millones en 1914. Es interesante tomar en cuenta estos datos para abordar un verdadero lujo teatral que nos da, en estos momentos, la puesta en escena de un grotesco discepoliano que Rubén Pires aborda con calidez y autenticidad.
En 1928 surge esta historia escrita por Armando Discépolo y que presenta la típica figura del inmigrante, el que presionado por una realidad adversa en su país natal, creyó en la posibilidad de "hacer" la América en esta tierra.

La figura de Stefano, estudiante de música de un pueblo de Italia, que logra con su entusiasmo por prosperar que la familia se lance con sus pocas pertenencias a la aventura de la Nueva Tierra, es el personaje elegido por el autor para crear su grotesco. En ese formato en el que se funde lo trágico y lo cómico, Discépolo sintetiza la contradicción del individuo en su lucha entre el yo superficial y el yo profundo.

La realidad y el tiempo hicieron polvo las esperanzas de Stefano de un destino mejor. El chico con la medalla del Conservatorio se convirtió en un veterano trombonista de una orquesta de barrio en trance de perder su empleo y arrastrar a la pobreza a su familia. La ópera que soñó componer parece dormir eternamente en su cabeza, demorada por la necesidad de los arreglos musicales, los ensayos, todo lo que le impide ponerla en el papel y triunfar. Stefano se enfrenta no solamente a la impotencia de un trabajo que lo sobrepasa sino a aquello que separaba a Mozart y Salieri: la realidad del talento.

CONTEMPORANEA

La acertada puesta de Pires, con su cromatismo y atractiva funcionalidad escénica, da un toque de contemporaneidad y espanta la sordidez que el texto transmite, mientras aprovecha el lenguaje agringado (un exacto "cocoliche"), para acentuar la comicidad.

Hasta el patetismo de la vejez (los abuelos), la incomprensión generacional y el enfrentamiento con el alumno logran, con elementos como la exageración de la mímica (el llanto desconsolado de la nieta música), que el grotesco no nos desborde con su negritud. A esto se suman los aciertos del Stefano al piano y del clownesco Pastore (Gonzalo Alvarez) en sus intentos con canciones populares.

Un lugar especial ocupa el estupendo elenco, que con una dinámica especial subraya la riqueza del contenido autoral que se toma la libertad de agudizar lo poético en el final con la presencia del pequeño Radamés que escucha la famosa ópera soñada por el padre. Si Luis Longhi (Stefano) conmueve con su intensidad interpretativa, Marcelo Bucossi y Elida Schinocca (abuelos) incorporan la picardía asainetada y Nicolás Cúcaro, con su inocente torpeza, nos hace soportar mejor las desgracias del protagonista.
Una valiosa puesta que permite valorar la intensidad de un clásico que con "Mateo" y "Relojero" o "El Organito", por no hablar del resto de su repertorio, hablan de la profundidad del grotesco discepoliano.

Calificación: Muy buena