José C. Paz y la Generación del 80

Por Alejandro Poli Gonzalvo *

José C. Paz, fundador de La Prensa, fue un distinguido integrante de la Generación del 80, la generación que fue artífice de la Argentina moderna y la que originó el milagro económico más asombroso del siglo XIX. Un informe de absoluta seriedad, elaborado por Angus Madison (OCDE, 1997), corrobora este calificativo: computada una muestra de 56 naciones de los cinco continentes, en el período 1870-1913, la Argentina fue el país con mayor crecimiento del PBI per cápita del mundo, con una tasa promedio del 2,5% anual. Este dato es aún más asombroso si se toma en cuenta que para la misma muestra de naciones, la Argentina fue la nación que registró la mayor tasa de crecimiento de la población, con un porcentaje del 3,4% compuesto.

Una breve lista de sus miembros más prominentes permite comprender el rol que ocupó la Generación del 80 en nuestra conformación como nación. Julio A. Roca, Carlos Pellegrini, Eduardo Wilde, Roque Sáenz Peña, Pedro Goyena, José Manuel Estrada, Lucio V. López, Estanislao Zeballos, Miguel Cané, Hipólito Yrigoyen, Francisco Ramos Mejía, Francisco P. Moreno, entre muchos otros, pertenecen a esa ilustre generación. Herederos de la Generación del 37, supieron encontrar consensos básicos para pensar y construir un futuro de grandeza para el país a pesar de sus diferentes opiniones políticas.

El fomento de la inmigración, la educación del pueblo y el progreso económico integrado al mundo, fueron tres políticas de Estado que se sostuvieron durante décadas y son un ejemplo de lo que hoy debería hacer la clase dirigente argentina.

PROGRESO Y CULTURA

José C. Paz, reúne en su persona los atributos de ese puñado de argentinos que transformaron un desierto deshabitado y atrasado en una nación pujante por su progreso y cultura. Como pocos miembros de su generación, empeñó las armas en la guerra de la Triple Alianza y en las guerras civiles de su tiempo, fue periodista, diputado nacional, diplomático, estudió derecho, construyó el palacio Paz (sede del Circulo Militar) pero especialmente se lo recuerda por la fundación del diario La Prensa el 18 de octubre de 1869.

Por eso época, gobernaba el presidente Sarmiento, la Guerra de la Triple Alianza se encaminaba hacia su fin, se realizaba el primer censo nacional, se sancionaba el Código Civil de Velez Sarsfield, se creaba el Colegio Militar de la Nación mientras que al año siguiente se desataba la pesadilla de la fiebre amarilla, en la que José C. Paz tuvo una destacada actuación en auxilio de los enfermos.

Su trayectoria al frente de La Prensa es bien conocida y por su dedicación llegó a convertirse en uno de los periódicos más importantes del mundo. Sin embargo, en esta nota quisiera recordar una faceta menos recordada de su vida: su actuación política.

En 1874, la sucesión del presidente Sarmiento provocó una revolución al no reconocer el partido liberal de Mitre los resultados fraudulentos que proclamaron el triunfo de Nicolás Avellaneda.

Los partidarios de la revolución estaban dispersos por todo el país y para no descubrir sus intenciones, el inicio del alzamiento se efectuó el 24 de septiembre por medio de un editorial de La Prensa, firmado por José C. Paz, titulado "El último recurso" que declaraba: "ya que la palabra de la prensa era impotente, no quedaba otro temperamento al periodismo honrado, que trocar la pluma por la espada". Paz combatió al lado de Mitre y al ser derrotada la revolución se exilió en Montevideo. La Prensa fue clausurada hasta el 1 de marzo de 1875. Habría que esperar hasta 1951 para un hecho aún más grave: el diario sería expropiado por Perón, entregado a la CGT y recién reabriría en 1956.

Al regresar al país, Paz participó activamente en la llamada política de conciliación que impulsaba el presidente Avellaneda, preocupado por la amenaza chilena a los territorios patagónicos. El 7 de octubre tiene lugar la fiesta de la Conciliación en la que miles de porteños aclaman a Tejedor, Mitre, Alsina y Avellaneda.

El 9, La Prensa publica una crónica de la jornada: "fueron a la casa de Tejedor (...) De ahí a la casa de Casares, donde estaba con Alsina y Mitre. 20 minutos vivándolos hasta que pudieron hablar. Mitre tuvo que empezar 8 veces el discurso (...). Por insinuación de Mitre, a la que se adhirieron los otros dos, encabezaron la muchedumbre hacia la casa de Gobierno, donde estaban Avellaneda y su gabinete, los que fueron vivados".

Escribe Alberto Lettieri: "desde la perspectiva de La Prensa, la Conciliación ofrecía una excepcional oportunidad para impulsar una necesaria reforma de la política porteña, capaz de trocar la dinámica de exclusión por otra que garantizase una mayor inclusión de la sociedad civil" (La República de las Instituciones).

En esa nueva política, el rol del periodismo era central y, por esa razón, Paz propondría organizar un sistema de control de las elecciones con participación activa de la prensa. La fórmula de la conciliación Tejedor-Frías obtuvo un claro triunfo en las elecciones de gobernador de Buenos Aires a fines de 1877. Sin embargo, la política de la conciliación fracasaría en el interior, iniciando un nuevo ciclo de enfrentamientos que tendría su clímax en la revolución de Buenos Aires contra el Estado Nacional en 1880. En el conflicto que culminó con la derrota de la ciudad de Buenos Aires, José C. Paz evolucionó desde un apoyo inicial al mitrismo a favorecer la candidatura de Roca, el delfín presidencial de Avellaneda. Bajo intervención federal, en septiembre de 1880 la provincia de Buenos Aires eligió diputados afines al gobierno nacional, entre los que se contaba José C. Paz. Estos diputados participarían de las sesiones del Congreso en las que se federalizó la ciudad de Buenos Aires como capital del país.
Posteriormente, José C. Paz fue embajador en Madrid desde 1883 a 1885 y en París, desde 1885 hasta 1893. Una faceta poco conocida de esta etapa de su vida es la publicación en francés de "El hombre y el ciudadano", un estudio sobre las instituciones libres. De este modo, como muchos de sus compañeros de generación, a la actividad militar, de periodista, político, diplomático y abogado, sumaba la inquietud intelectual.

Sus últimos años los pasó en Europa. Fallece en Montecarlo el 10 de marzo de 1912. Escribe Vicente Cutolo: "en Boulogne Sur Mer, al despedir sus restos mortales, el embajador argentino en Francia, don Enrique Larreta, pronunció unos de los juicios más certeros, al decir que "tenía, en efecto, un alma leal y valiente y su gran energía fue ciertamente expresión de una conciencia firme, siempre excitada por el ideal".