Una aleación de música y cine
En una película y en vivo, actuó el pianista francés Alexandre Tharaud en Nuova Harmonia.
Una rara aleación de música y cine. Un concierto cuyo primer segmento fue una película (con el mismo concertista) y una segunda parte en vivo por el intérprete. Esto que describimos, que puede parecer algo insólito, fue el programa realizado en el Coliseo como parte del ciclo Nuova Harmonia, el último martes.
Es que, ciertamente, el francés Alexandre Tharaud, nacido en París en 1968, es un pianista ecléctico, como lo informa y califica la entidad al presentar a este tecladista parisino en nuestro medio. Esa condición lo ha llevado a vincularse con la literatura (con escritos autobiográficos) y también con lo fílmico, como en esta ocasión, que inició el programa con una película de unos cuarenta y cinco minutos producida por Mariano Nante, también presente en la velada, con el título de "Beethoven: ultimes sonates" (en referencia a las sonatas números 31 y 32, opus 110 y 111, respectivamente, del genio de Bonn).
De manera que la primera parte del programa que comentamos tuvo la proyección fílmica -con algunos problemas de sincronización por los que la entidad pidió disculpas- tocando el intérprete en un solitario piano en una residencia abandonada, sin muebles, con paredes descascaradas y goteras, con enfoques de cámara del tecladista, sus manos, sus expresiones; en suma, una extravagancia no exenta de egocentrismo, que sirvió para preludiar su presencia en vivo en la segunda parte.
CORRECTO Y SORPRESIVO
Entonces, Tharaud abordó la sonata beethoveniana Nº 30, op.109, con partitura a la vista, lo cual es su costumbre, y demostrando las cualidades que caracterizan su toucher, dinámico, preciso, con digitación muy estudiada, con delicado uso de la pedalera y su facilidad de desplazamiento en las octavas.
Hecho que demostró luego en la Sonatina de Maurice Ravel, correctamente vertida, y en su trascripción para piano de "La valse", del compositor francés, donde dio cuenta de su reconocida técnica agregando veloces glissandi en búsqueda del virtuosismo.
Finalmente, algo contradictorio surgió en el momento de hacer encores al programa. No precisamente en el vals en La menor de Frederic Chopín, que fue correctamente expuesto, sino al abordar una sonata de Domenico Scarlatti donde quiso hacer un alarde técnico contundente, agregando albellimenti (valga el simil) y una dinámica exagerada para la época del italiano, que componía para el clave. No fue una elección acertada para tal propósito.
Calificación: Bueno