Ortega y la hora de la gran reforma

Por Alejandro Poli Gonzalvo * 

En 1916, José Ortega y Gasset realizaba su primer viaje a la Argentina, que iniciaría una relación afectuosa y profunda entre el gran pensador español y nuestro país. En ocasión de las próximas elecciones presidenciales cabe recordar ciertos aspectos de las reflexiones de Ortega sobre la política, aplicables a su circunstancia española pero todavía con ecos cercanos en la actual coyuntura argentina.

Ortega se presenta por primera vez en sociedad en marzo de 1914 al dar una conferencia de título emblemático, "Vieja y nueva política". Su contenido es una dolorosa crítica a la decadencia secular de su patria, que no atribuye como era usual en esa época a los males y abusos de la clase dirigente sino a los usos enfermos de toda la sociedad. Ortega se ponía al frente de una generación que anunciaba que la vieja España oficial "estaba acabando de morir" y que, por tanto, "no necesita de crítica ni de grandes enemigos y terribles luchas para fenecer".

Su esperanza estaba puesta en la España vital, que exigía una nueva política cuyos ideales "se encuentran ya viviendo en las conciencias de nuestros ciudadanos".
En una fecha tan temprana de su trayectoria intelectual, Ortega establece un punto clave de su pensamiento: en el curso de la historia el factor decisivo es la pretensión de vida futura que mueve a una sociedad.

TALENTO DE ESTADO
En su discurso de despedida de la Argentina en diciembre de 1916, Ortega marcaba "dos o tres simples observaciones" sobre el alma colectiva de los argentinos. Aquí rescatamos su visión del "talento de Estado", el mismo que tuvo Castilla en la Reconquista española, que auguraba "un prócer destino" pero que a la par imponía "ingentes obligaciones".
Y se preguntaba: "¿acertareís a precaver todas las exigencias que van delante de ese magnífico futuro?". En visitas posteriores al país, su entusiasmo iría menguando y esta inquientante pregunta encontraría una respuesta negativa.

Será en "La redención de las provincias" (artículos escritos entre 1927 y 1928 y publicados como libro en 1931) donde planteará con claridad el dilema de España, que es el dilema de la Argentina de nuestros días: "es siempre magnífico y solemne para un pueblo el momento en que llega a un recodo de su historia y, velis nolis, tiene que resolverse a seguir nueva ruta, a mudarse de arriba abajo, dislocando su viejo cuerpo para articularlo según otra arquitectura; cuando llega, en suma, la fecha de la gran reforma".

UNA GRAN REFORMA
¿En qué consiste una gran reforma? Ortega distingue entre los defectos del Estado, de sus instituciones y su modo efectivo de funcionar, de los defectos de la sociedad.
En su opinión, la primacía la tiene la sociedad. Un Estado perfecto pero en el que la sociedad careciese de empuje, de claridad mental, de decencia, "marcharía malamente". En cambio, una nación cuyo Estado fuera defectuoso, pero "donde las gentes tuviesen mente clara, energía, fuerte apetito de vivir, espíritu emprendedor, saber técnico, etc., etc., se mantendría siempre a flote".

La conclusión de Ortega no ofrece dudas: la cuestión esencial para una gran reforma de la vida nacional es la vitalidad del cuerpo social. Frente al carácter deficiente de la sociedad, ofrece una solución institucionalista. Las instituciones sirven "como instrumentos capaces de transformar los usos de la vida colectiva y el carácter mismo del ciudadano medio".

Para ejemplificarlo, apela a una metáfora, un recurso que en la obra de Ortega alcanza una perfección pedagógica incomparable: "La mejor institución será la que más se parezca a un aparato ortopédico que, apoyándose en la realidad defectuosa produzca automáticamente, sin vana violencia exterior, la rectificación del hueso desviado". Ortega parte de los defectos de una sociedad y aspira a transformarlos, haciendo pie en ellos. "Lo demás es utopía".

EL PRESENTE ARGENTINO
Esta breve exposición del pensamiento político de Ortega resulta de gran interés para el presente argentino. La premisa mayor para una reforma y el incio de una nueva trayectoria histórica, el deseo profundo de la sociedad de impulsar un cambio de las viejas estructuras y conductas anacrónicas, incluyendo las patologías de las mentiras y la corrupción generalizadas, es una fuerza viva en la sociedad argentina. Este reclamo profundo de los argentinos es el que sostiene la imagen del Gobierno a pesar de los problemas económicos y el aliento de la confrontación entre ciudadanos que fogonean los seguidores ultramontanos del cristinismo. Es un activo valioso, valiosísimo, que no habrá que desperdiciar.

En la Argentina, la diferencia entre la vieja y la nueva política es evidente y no necesita de grandes explicaciones. La eminente responsabilidad de la generación integrada por quienes han llegado al poder y de quienes practican una oposición moderna y positiva, es aplicar el consejo de Ortega: "Una política que no contiene un proyecto de grandes realizaciones históricas queda reducida a la cuestión formal de gobernar en el sentido menor del vocablo".
La sociedad argentina demanda una gran reforma. Como hace un siglo se preguntó Ortega: ¿acertaremos a precaver todas las exigencias que van delante de este magnífico futuro?.


* Miembro del Club Político Argentino.