El cuello de botella: no piensan rebajar impuestos ni aunque vengan degollando

Vamos hacia un esquema postsoviético, donde solo ganan fortunas los elegidos del poder.

Tras la implosión del régimen soviético en Rusia, la propiedad de las empresas que antes eran del estado quedó en poder de los ex-jerarcas de la Nomenklatura, testaferros mediante. Misteriosos multimillonarios nacieron como hongos. Mansiones en Londres, clubes de fútbol en Inglaterra o Francia. Por un tiempo hicieron las delicias de los guionistas de películas de acción, donde los presentaban en una limousine con tres o cuatro muchachas bonitas de tiro.

Las empresas levantadas con el trabajo y ahorro de generaciones de rusos quedaron en manos de quienes sojuzgaron a la sufrida población por décadas.

Hoy, con todos sus defectos, Rusia camina. Exporta trigo (antiguos compradores nuestros). Crece su rodeo vacuno. Envía energía a Europa. El nivel de vida de la población sube.

Nuestras empresas de energía, así como las redes de distribución y transporte fueron inversiones efectuadas por el pueblo de la Nación Argentina (con algunas excepciones que mencionaré). Se pagaron a través de impuestos e inflación. Todos pagamos impuestos, pero más tributan los pobres. Paga impuestos un litro de leche pero no un recital de Rogers Waters. Cada vez que un obrero o empleado va al almacén paga mitad productos, mitad impuestos. Si carga nafta, paga 55% impuestos y 45% combustible.

CON DINERO NUESTRO

El Chocón, Salto Grande, Yaciretá, Cabra Corral, Atucha, gran parte de las usinas termoeléctricas fueron construidas con dinero nuestro. Lo mismo podemos decir de la red de distribución de gas y electricidad. Luego de las privatizaciones que hiciera Menem, tanto los concesionarios de transporte de gas como los de las líneas de alta tensión, invirtieron en ampliar la capacidad. También hubo alguna termoeléctrica de iniciativa privada. Son pocos casos. Durante los gobiernos de Kirchner y Fernández se construyeron más centrales a cargo del erario público. Una de ellas terminó en manos del grupo empresario de Macri, actualmente administrado por su primo.

El gobierno de Menem privatizó las empresas nacionales de servicios públicos. Las concesiones fueron entregadas a empresas extranjeras en su mayoría. Se armaron sociedades con un operador extranjero que conociera el negocio, algún socio local más fondos de inversión, en su mayoría internacionales. No se transfirió la propiedad de las instalaciones, que sigue siendo del Estado, excepto en algunos casos. 
Con el fin de la convertibilidad, las empresas extranjeras perdieron interés en el negocio, al haber caído el flujo de dividendos en dólares. Se inició una nueva etapa.

LA ERA K

Durante los 14 años de Duhalde, Kichner y Fernández, se pasó a un sistema de pesificación de tarifas y retraso de actualización donde la diferencia (la parte de la tarifa que no se cobraba al público) salía de: a) transferencias del sector público a estas empresas, b) la subejecución de los planes de inversión y mantenimiento.

En cuanto a los subsidios: ¿Cuánto se paga y en base a qué criterio? ¿Quién controla que la empresa efectivamente haya entregado esos m3 de gas o esos Kwh? ¿Cómo sabemos si el sistema no fue igual que con las rutas por peaje, donde los empresarios confesaron dar a funcionarios el 15% de la recaudación?

Hoy no es importante. Todo esto es pasado. 

En el período Kirchner-Fernández hubo un cambio, más o menos silencioso, en la propiedad de todas las empresas concesionadas. Durante el gobierno de Menem-De la Rúa la rentabilidad de las empresas de servicios era determinada por las ventas (precios en dólares por volúmenes vendidos) y los costos. A partir de la devaluación, las ganancias pasaron a depender de la cantidad de dinero que el Estado transfería. Dejó de importar el capital invertido y los conocimientos en la operatoria específica; y sí llevarse bien con los funcionarios que decidían el monto de los subsidios. Esto hizo que algunas empresas extranjeras vendieran sus paquetes accionarios.

El trapicheo de subsidios despertó la codicia de más de un político. ¿Para qué quedarse con el 15% cuando se puede ser dueño de la empresa?

Hoy son los políticos los dueños de algunas empresas a través de testaferros. Hubo empresarios que con uñas y dientes lograron mantenerse en sus lugares. Pero no es el caso de otros. Uno de los grandes propietarios es Macri. Pasamos de un sistema de capitalismo de amigos durante el gobierno de Kirchner, donde los empresarios dejaban un diezmo en el bolsillo de los políticos, a un sistema donde los políticos se adueñaron de las empresas que reciben subsidios del Estado y/o el Estado determina las tarifas.

ESQUEMA RUSO

Avanzamos hacia un esquema ruso post-soviético, donde los que mandan son quienes deciden los impuestos, el tipo de cambio, las tarifas, la tasa de interés y además, son los dueños de las empresas claves. Si quieren, pueden llevar a quiebra a todas las empresas y familias del país. Determinan a su antojo el cuadro de resultados de todos nosotros.

Nadie los enfrenta.

Los sindicatos y asociaciones piqueteras peticionan aumentos de sueldo/beneficios. No van al meollo que es bajar impuestos. Nadie habla de eliminar los peajes e impuestos que hacen que un kilo de carne salga $ 250 en lugar de $ 125.

El gobierno actual está ahogando a la economía argentina. Cierran locales, cierran fábricas, miles de personas pierden su empleo. Quienes lo conservan, sufrieron la reducción de su salario. Hoy no es negocio tener una panadería. En realidad no se gana dinero en ninguna actividad lícita. Los costos impositivos (ABL, ingresos brutos, IVA), el costo de las tarifas (cuya precio está constituido en partes iguales por energía y por impuestos), el costo del flete, los impuestos al combustible y al salario hace inviable algo tan elemental como hacer pan. Señores políticos, Luis XVI cayó por mucho menos.

¿Por qué terminó todo tan mal con el gobierno de Mauricio Macri? Porque sólo dejó ganar dinero a sus amigos y a él mismo. La transferencia de riqueza de la población en general (asalariados, jubilados, comerciantes, industriales, productores agropecuarios) a los elegidos del poder (bancos, servicios públicos, peajes y transporte, contratistas del Estado) fue brutal. Nos dejó a todos sin resto. 

La caída de PBI es la contracara de los excelentes balances de Autopistas del Oeste o de los bancos. En vez de crear un círculo de inversión y mayor riqueza para todos, la inversión es cero o negativa, el PBI se desploma y los amigos de Macri y Macri mismo ganan más que nunca en su vida. Solamente el campo va a dejar u$s 8.500 millones en retenciones, el mayor monto de toda la historia, para que los bancos, las petroleras y las empresas de transporte se lleven todo ese dinero. 

INSENSATEZ

Según los contratos de privatización de la época de Menem, la tarifa tenía que alcanzar para cubrir el costo del servicio, el mantenimiento, nuevas inversiones y una rentabilidad con tope. Sin embargo, tanto corredores viales como empresas de servicios mostraron ganancias y dividendos desproporcionados. ¿El macrismo determinó tarifas por encima de los valores del pliego?

Ajustaron las tarifas y a su vez dejaron intactos todos los impuestos. Cuando lo sensato era compensar el ajuste tarifario con baja de impuestos.

Si algo quedó en claro durante el actual gobierno es que la casta política no piensa eliminar impuestos ni aunque vengan degollando. Y ahí tienen el cuello de botella. Si sofocan a la gente, ésta se muere y si se muere, no paga impuestos. 

Pueden reventar a impuestos a un comerciante... hasta el día en que éste decide bajar la persiana. Ese día no paga más impuestos. 

Los jerarcas de la Nomenklatura de Alemania Oriental controlaban vida y milagros de los ciudadanos. Determinaban dónde debían vivir, qué leer, qué decir. ¿Cuál fue el resultado? La mayor tasa de suicidios de Europa. 

Hay un lugar en donde los políticos no pueden cobrar impuestos: el pase a la clandestinidad de las explotaciones económicas. Bajan las ventas, baja la recaudación. La gente se va a ese lugar donde la única maquinaria del Estado que funciona, la AFIP, no los puede alcanzar: la muerte económica. Han logrado una Argentina sin panaderías.