El humorista se despide

Alfredo Bryce Echenique presentó en Buenos Aires el tercer tomo de sus antimemorias.

De paso por la Feria Internacional del Libro, el genial escritor peruano asegura que "Permiso para retirarme" será su última obra. En sus páginas, de difícil escritura, se entrelazan imaginación y recuerdos.

Polémico, irónico, discutido y brillante, el segundo peruano más importante del boom de la literatura latinoamericana estuvo de paso por nuestro país para presentar su libro más reciente, que al parecer también será su libro despedida. Aunque puede que esa posibilidad sea más una amenaza que una decisión irrevocable.

Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939) se paseó por la Feria del Libro de Buenos Aires con Permiso para retirarme (Editorial Peisa), el tercer tomo de sus Antimemorias, que conformaron Permiso para vivir (1993) y Permiso para sentir (2005).

"Mis libros son memorias que se inventan, éste sobre todo. He tenido que frenar recuerdos que se extendían y se convertían en invención pura", aseguró el autor de clásicos modernos como Un mundo para Julius o La vida exagerada de Martín Romaña.

En la escala argentina de una gira que incluye a Perú, Chile, México y Colombia, Bryce Echenique compartió con la agencia Télam recuerdos, ideas y ocurrencias acerca de su vínculo con las letras y su posible decisión de despedirse de la escritura.

PROCESO LARGO

-¿Cómo fue el proceso de trabajo de este libro presentado como una despedida? 

-Lo he escrito con mucha dificultad. Ya no puedo escribir en la computadora, tengo que dictarle a una señora, corregirlo después. Fue un proceso largo y lento, parece que el libro tuviera el doble de páginas de las que tiene. Este tomo en comparación con los dos anteriores tiene el sentido de la despedida. Se aclaran muchas cosas a medida que uno escribe.

-El humor y la ironía han atravesado toda su obra. ¿Cómo analiza esa característica en perspectiva? 

-Lo veo con una perspectiva autobiográfica porque mi familia estaba llena de humor, era una familia grande, bastante unida, con parientes en Buenos Aires que iban mucho a Lima. De chico disfruté oír hablar a los grandes. Creo que de muy niño fui un cuentacuentos, cuando no estaba conforme con la realidad, salía la literatura que reemplazaba lo que había ocurrido. El humor y la literatura fueron aliados porque sin humor y literatura no habría podido ser. Siento que es un humor familiar, que desciendo de lo que escribo, que pertenezco a un grupo que al mismo tiempo mantengo con vida. La necesidad de contar ha estado siempre. 

-¿Por qué Antimemorias?

-Viene del escritor y político francés André Malraux, que decía que ya no se podía escribir memorias porque el psicoanálisis era más rico que la memoria, por consiguiente sólo se podían escribir antimemorias.

-¿Cómo se acerca a la ficción y cómo a la autobiografía?

-Creo que se entremezclan tanto que uno no puede constatar qué es biografía y qué invención de la memoria. Mis libros son memorias que se inventan, éste sobre todo. He tenido que frenar recuerdos que se extendían y se convertían en invención pura, se disparaba la imaginación entonces he tenido que corregir para poner la realidad. 

-En esta gira presentada como despedida, ¿cómo recuerda hoy al Alfredo Bryce Echenique de los primeros libros?

-Es el mismo, fui apasionado lector de escritores como Stendhal que me fascina y cuyas frases han sido motor de este libro "Escribió, vivió, amó". También lo ha sido (Julio) Cortázar, a quien vi en París en un acto público, en el Barrio Latino, mientras hablaban (Jean Paul) Sartre y (Mario) Vargas Llosa acerca de la historia de Vietnam. De repente miro y veo un hombre muy alto, me di cuenta que era él y estuve tentado de acercarme y molestarlo. Al pensar que podía ser así, no lo hice y comencé a leer sus libros, entonces quedé fascinado con su sentido del humor. Ahí descubrí que el humor y la biografía, el dato autobiográfico y la invención de mundos se daban en Cortázar. El escribía sobre París pero para contar mejor Buenos Aires y eso ha sido lo mismo que hice desde entonces: escribir sobre Perú hablando de París o de otras ciudades en las que he vivido. Contar Lima a través de esos personajes limeños. Mi traductora, al leer uno de mis primeros cuentos traducidos al francés, me dijo que daba una versión de París que no existía y que sin embargo era creíble. Creo que eso describe algo muy cierto de lo que yo he escrito sobre ciudades y personas. 

-En una entrevista decía que sólo podía escribir sobre los lugares una vez que se había ido, que los había dejado. 

-Es una forma poderosa de revivir y recordar. Creo que sólo se puede escribir sobre cosas que uno amó, no se puede escribir totalmente sobre la fantasía, tiene que haber una base real siempre. Se corrige la realidad con la fantasía para que duela menos.

-En este momento de balance, ¿hay un libro que recuerde especialmente?

-Sí, el libro que más quiero es Tantas veces Pedro, porque todo el proceso de escritura fue mágico. Me fui a vivir verano entero a un pequeño pueblo de pescadores, me instalé solo y escribía todos los días muchas horas. Salía, me daba cuenta que tenía hambre, me iba a un bar y me tomaba unas copas. Después de semanas, el dueño de ese bar me dijo: "Usted es el cliente más raro de los que ha entrado a este lugar porque llega totalmente ebrio, luego se toma unas copas y está totalmente sobrio". Claramente, ese era mi mundo literario que me tenía absorto.

-¿Cómo toma estos viajes de promoción, de presentación de libros, ferias? Algunos escritores dicen que les quitan tiempo para escribir, que es la parte que menos les gusta del oficio. Otros, que es una oportunidad para tener material para escribir. 

-Yo digo siempre que no viajo a países, viajo a amigos. Ahora por ejemplo vine con la ilusión de ver a Federico Jeanmaire (fue uno de los presentadores en la Feria del Libro). Esos afectos completan mi viaje, es la parte personal, íntima del viaje.