Contraste en la Semana Pascual

Rheinberger: Misa en mi bemol mayor, opus 109, "Cantus Missae"; Schubert: Canto a la Victoria de Miriam, opus 36, D 942; Bernstein: Missa Brevis. Por: Silvina Petryna (soprano), Verónica Canaves (mezzo), Gabriel Said (percusión), Martín Diez Olea (timbales), Hae Yeon Kim (piano) y el Coro Polifónico Nacional (dir.: José María Sciutto). El miércoles 17, en la Iglesia San José, de San Isidro.

 

Fue, en verdad, un concierto extraño. Ya en su décimo segunda edición, siempre en Semana Santa (un esfuerzo por demás meritorio), Cultura San Isidro abrió el miércoles su ciclo denominado "El Camino del Santo", que comprende cinco funciones en días sucesivos, a desarrollarse con entrada libre y gratuita en distintas sedes de ese Partido. La velada que nos ocupa tuvo lugar en la Iglesia San José, ante un auditorio repleto y entusiasta, pero lamentablemente exhibió un marcado contraste entre la calidad incuestionable del Coro Polifónico Nacional y una estética expresiva llamativamente distante de la liturgia del jueves y viernes de la Pasión.

RHEINBERGER
En el comienzo, nuestro gran organismo federal abordó una pieza de Joseph Gabriel Rheinberger (1839-1901), compositor nacido en Lichtenstein. Escrito para doble coro a ocho voces, su "Cantus Missae" es al decir de más de un musicólogo una de las labores de mayor pureza canora del siglo XIX, en la que se entrelazan el rigor de la polifonía renacentista con un agraciado, exquisito tratamiento armónico.
De esta obra tan bella se ejecutaron sólo tres números, en cuyo proceso quedaron en evidencia los rasgos esenciales que distinguieron la jornada. Por un lado, el Coro (sin duda, una de las entidades mayores del continente) lució impecables amalgamas y armónicos, diáfana alma global, ajuste y afinación de primerísimo nivel. Sin embargo, desde otro costado, su flamante titular, José María Sciutto, aparte de restar unidad a la versión debido a los comentarios intercalados durante su transcurso, dimensionó evidentemente de manera equivocada las condiciones acústicas del recinto, lo que se tradujo en sonoridades por momentos muy exageradas.

SCHUBERT Y MAS
La sesión prosiguió con la "Cantata a la Victoria de Miriam" (1828), con texto de Franz Grillparzer, trabajo póstumo de Schubert, quien no alcanzó a orquestarlo por lo cual sólo se dispone de los pentagramas originales para canto y piano. Debe decirse desde ya que en su exposición se destacó Silvina Petryna, soprano lírica de registro lozano, parejo y estimable fraseo, al tiempo que el Coro se manejó con líneas armoniosas y esbeltas y el maestro, siempre con gesto ampuloso y un forte-piano exento de matices, acentuó la estentórea potencia de que es capaz el conjunto.
Ya en el final le tocó el turno a la "Missa Brevis" (1989), trabajo de texto latino basado en páginas incidentales escritas para "La alondra", de Jean Anouilh, con coro a cappella, percusión y voz solista (fue correcto el desempeño de Verónica Canaves). Privilegiada por Robert Shaw y separada nuevamente de toda expresividad religiosa, algo casi chocante con las vivencias de la Pasión, Crucifixión y Muerte de Jesús de Nazaret, la creación de Leonard Bernstein fue materia de una edición abigarrada, casi invariablemente lineal y estrepitosa. Cabe apuntar que ello no consiguió opacar, por cierto, la notable profesionalidad del Coro Polifónico Nacional ni su maleable plasticidad, la bondad de sus diminuendi y el hermoso sostén de unísonos y notas largas.

Calificación: Bueno