Hay que recuperar el sistema educativo

La Argentina gasta un 6% del PBI en educación y en cambio tiene muy malos resultados. Es el resultado sistemático de la destrucción llevada a cabo por la intervención socialdemocracia, encarnada en gobiernos de distinto signo político.

Hace unas semanas empezaron las clases. Por casualidad, presencié el inicio de clases de un gurrumín de cinco o seis años, de impecable y flamante guardapolvo blanco y escarapela en la solapa. Iba acompañado de dos mujeres, probablemente la madre y una tía. Ambas, por la manera de hablar, bolivianas. Con qué entusiasmo se dirigía a la puerta del colegio. Todo un mundo nuevo a conquistar con coraje. Nada se va a interponer entre él y su futuro.

Me llenó de alegría y orgullo en diferentes niveles. Primero, ver tanta vitalidad. La madre prácticamente tenía que sujetar al brioso futuro alumno. Segundo el evidente amor maternal: limpio, prolijo, cuidado, amado. Tercero, porque existe una enorme confianza en la Argentina y en nuestro sistema educativo por parte de esa madre. Es un contrato que se ve en la escarapela.
Algo perdura de la vieja Argentina.

OBEJTIVOS

El sistema educativo implementado por Avellaneda/Sarmiento tenía diversos objetivos. El principal: educar al soberano. También dar herramientas a toda la población para valerse por sí misma. El tercer punto fue homogeneizar una población crecientemente integrada por inmigrantes, criollos y nativos. Fue un proceso de asimilación fenomenal. Lo opuesto a lo que están haciendo los europeos ahora. 

Con sus ritos (saludo a la bandera, instalación de un Panteón Patrio, fechas patrias, delantal blanco, etc.), la Argentina incorporó toda suerte de comunidades, no sólo europeas sino nativas también. Recordemos que la Conquista del Desierto (y sólo hasta el Río Negro) fue al final del gobierno de Avellaneda, y la incorporación del Chaco y el sur patagónico fue en la primera presidencia de Roca. Sin embargo, décadas después tobas, araucanos, ranqueles, guaraníes, al igual que los hijos de polacos, ucranianos, rusos, genoveses, napolitanos, franceses, irlandeses, escoceses, japoneses, turcos, armenios, sirios, lituanos, hablaban castellano. Todos iguales bajo una misma bandera. Y eso se lo debemos a la escuela pública obligatoria y en el caso de los varones, al servicio militar obligatorio.

Hace un siglo el analfabetismo era casi inexistente, tanto en varones como en mujeres. Y la Escuela Normal, la carrera de maestra, dio una salida laboral a decenas de miles de mujeres... ¡hace un siglo! Y ahora nos quieren dar clases de feminismo. 

AIRE FRESCO

Luego de la destrucción sistemática realizada sobre la educación argentina por la socialdemocracia y todos los gobernantes-interventores que hemos tenido y tenemos, es una bocanada de aire fresco que el espíritu esencial de lo que la Argentina supo hacer con excelencia, todavía sigue - aunque sea tambaleante - en pie. Debemos recuperar la educación.

Calidad, contenidos claros -los mismos que teníamos, nada de innovar- y con educación primaria omnipresente. ¿De qué sirve el secundario obligatorio si saben menos que lo que nosotros -dos generaciones atrás- aprendíamos en la primaria? Mejor una primaria de excelencia.

Sólo recuperaremos la educación si expulsamos a la socialdemocracia del gobierno, nuestros interventores. Esa máxima es válida para cualquier área, pero en particular para la educación. 

¿Qué hay que hacer? Volver a lo que anduvo. Ese mismo camino están recorriendo los franceses ahora, luego de décadas de experimentos con resultados desastrosos. Volver a preparar las clases, programar la semana, controlar que los maestros vayan a trabajar todos los días, inspectores, dictados diarios, ejercicios de matemática diarios, redacción una vez por semana, deberes, contenidos de historia, geografía, ciencias naturales, "señores, saquen una hoja", exámenes orales, calificaciones de 1 a 10, boletines bimestrales. El que no sabe no pasa de año. Disciplina dentro del aula y de la escuela. No es difícil.

Devolver a los sindicatos a su rol, que es la defensa de los intereses de una de las partes. No tienen injerencia sobre contenidos, ascensos o sistemas de control, atribuciones de las autoridades. 
Se debe volver a los exámenes de ingreso. Tanto al secundario y facultad para los alumnos como a los maestros. Tenemos maestros con errores de ortografía y desconocimiento de geografía, matemática o biología. La Argentina gasta un 6% del PBI en educación y en cambio tiene muy malos resultados. A los docentes hay que pagarles bien, pero antes hay que exigirles que sepan lo que deben enseñar. Una persona que no distingue subjuntivo de potencial, no lo va a saber porque se le triplique el sueldo. Deben ganar bien los que sean idóneos. Y sólo los idóneos deben ingresar.

ORDEÑAR UNA VACA

Volver a tener todos los colegios industriales que hagan falta, peritos mercantiles y colegios normales para formar maestros. Ampliar la cantidad de colegios técnicos rurales y mejorar los mecanismos de control: no todos tienen la misma calidad. 

Las poblaciones urbanas están desconectadas -a propósito- de la realidad rural: creen que la leche sale de la heladera. Propongo que la totalidad de los alumnos tengan educación agraria, por ejemplo, una vez cada quince días. Que aprendan a ordeñar una vaca, cuidar una gallina, cuidar una huerta. Que sepan que hay trabajo duro detrás. Esto combinado con clases de biología, para tener una visión completa de los ciclos vitales. Para hacer un país con profundos conocimientos de biología para pasar a un nivel superior de la provisión de alimentos al mundo. 

Educar personas que venido el caso sepan autosustentarse: agrotécnicos, conocimientos mínimos de contabilidad para llevar las cuentas de la casa o de un pequeño negocio, nociones de cálculo financiero, para saber cuánto cuesta la financiación de la tarjeta de crédito, natación básica, defensa personal. Hacer de los argentinos seres hábiles.

Volver a las escuelas de oficio. Es de hipster de Caballito o Palermo (capital) pensar que todas las personas deben tener secundario. Es más, ser bachilleres. 

Gente que cree es un demérito trabajar con las manos. Hay que volver al esquema de primaria y la oportunidad de dos años de escuela de oficios y salir a ayudar a la casa: electricidad, carpintería, mecánica, soldar, levantar paredes, pintar, pegar alfombras, empapelar. Eso sería la verdadera solución en barriadas enteras. Lo que hacen ahora es dar un subsidio para que terminen el secundario ¿qué hacen luego con un título de bachiller muchachos que tienen que ganarse la vida y ayudar a la familia a los 16 ó 17 años? 

Volver a que las Fuerzas Armadas rearmen todas las escuelas de oficios que tenían en todo el país (luego elegían a los mejores alumnos para que ingresaran a las fuerzas). Tal vez un esquema de beca, con uniforme y materiales, infinitamente superior a todos los esquemas implementados.

EL DESQUICIO

Las universidades son un descontrol, en todos los órdenes. Y están al servicio de sí mismas, en un ejercicio endogámico y hedonista incompatible con la vida republicana. Si hay un pueblo -pobre- que con mucho sacrificio las solventa, deben servir a ese Pueblo. El país necesita científicos (biólogos, físicos, químicos, matemáticos, geólogos), ingenieros de todo tipo, informáticos, bioquímicos, veterinarios, ingenieros agrónomos, geógrafos, médicos, odontólogos y poco más. Existe una superpoblación de egresados de carreras blandas cuyo único posibilidad de ganar un peso es vivir del Estado. 

La educación debe volver a la Nación. Hacer un reboot al último gobierno con Estado de derecho (1975) antes de la intervención socialdemócrata, reponer reglamentaciones internas, contenidos, hasta los manuales, prácticas de disciplina, etc.

Y empezar a desandar los años perdidos.

Así podemos esperar que salgan de la primaria sabiendo quién fue Güemes, qué fue la Batalla de Montevideo, cuál es la capital del Chaco, qué provincias recorre el Río Salado, qué es una célula, cómo está integrado el sistema solar, que es un solsticio, leyendo de corrido, y calculando la superficie de un triángulo. 

Y quien sabe, ese argentinito entusiasta con el que me crucé, tal vez algún día sea nuestro presidente.