Un Hospice lleno de compasión hacia el otro

Desde 2009 más de 600 personas han pasado por la experiencia del Hospice del Buen Samaritano donde destacan la importancia de humanizar el cuidado de los pacientes terminales. El voluntariado es la principal herramienta para que los huéspedes se sientan en familia.

"El tema de la muerte es algo natural y que nos va a pasar a todos. Hay todo un tabú cuando hay que normalizarlo. Se sabe que es parte de la vida y cuando lo haces propio, lo abordas de manera diferente", dijo a La Prensa Victoria Massuh, voluntaria que desde hace casi una década trabaja en el Hospice Buen Samaritano.

Situado en Pilar, provincia de Buenos Aires, el ingreso a este centro que brinda cuidados paliativos de forma gratuita dista de tener alguna similitud a un hospital o centro de salud. Parece una quinta más de la zona, llena de vegetación y flores, con una casa central que alberga un living, un comedor y cuatro habitaciones como cualquier casa.

Creado en el año 2009, este centro de cuidados paliativos cuenta actualmente con 120 voluntarios que dan su tiempo gratuito, distribuido en un horario fijo, a los huéspedes que llegan para atravesar sus últimos momentos de vida. También, se suman 30 voluntarios más que están atentos ante cualquier necesidad o cubrir alguna vacante para asistir en cualquier contratiempo.

"Cada año tenemos 70 huéspedes, aproximadamente, y si calculamos desde que inauguramos en el 2009 hasta ahora son más de 600 personas las que llegaron hasta aquí para que les brindáramos cuidados paliativos con un equipo multidisciplinario donde se tienen en cuenta todas las dimensiones de la persona. Pero simultáneamente hay un plus a lo que se da, ya que es una casa con el calor de hogar donde hay una familia. Eso es lo que tiene un hospice, el voluntariado que ofrece su tiempo y forma un vínculo con los huéspedes", explicó Massuh.

PRIMERO
Como en cualquier proyecto recién lanzado, el primer paciente siempre será recordado aún cuando luego otros nombres se añadan al historial de un lugar. ""Nuestro primer invitado fue Roque que llegó a la casa en diciembre de 2009. Recuerdo que me habían comentado que se encontraba internado en un hospital y que estaba totalmente solo transitando su enfermedad. Lo visité y le conté de nuestro proyecto. Su primera reacción fue desconfiar porque nadie está acostumbrado a que te den algo gratuito. Pero le expliqué nuestra misión y luego de hablar con él por un rato, aceptó. Dos días después inaugurábamos esta idea que tuvimos por tanto tiempo. Sé que esa semana que Roque estuvo con nosotros realmente la vivió"", recordó el médico Matías Najún, presidente del Hospice Buen Samaritano, y uno de los principales impulsores de los cuidados paliativos en el país.
Cabe destacar que esta especialidad, que en la Argentina hace poco más de una década comenzó a desarrollarse con un fuerte impulso, cuenta con pocos centros de especialización. Sea que en las Universidades o centros de enfermería no hay materias específicas sobre cuidados paliativos, o que la propia población no sabe qué este tipo de tratamientos existen, sólo existen 100 establecimientos, entre ellos algunos hospice, que brindan cuidados paliativos. Además, según datos del Atlas de Cuidados Paliativos en Latinoamérica, en la Argentina sólo el 10 por ciento de la población accede a este servicio. 
Actualmente voluntarios que trabajan en el Hospice también dan cursos de cuidados paliativos en universidades y hospitales, una especialización muy demandada pero que en pocos lugares se brindan estos conocimientos.

FAMILIA
En un rincón del parque del Hospice Buen Samaritano, Antonio yace en una silla de ruedas disfrutando del sol mientras un sobrino le alcanza algunos elementos. Con más de nueve décadas de vida, es el huésped que más edad tiene en la casa y su atenta mirada a los recién llegados esta motivada por la curiosidad.
"Antes de llegar estuvo un año viviendo sólo y ya no podía hacerlo más por su delicado estado de salud. Terminó viniendo al Hospice con mucha gratitud porque lo que más quería es la compañía. No es el primero que viene con esa edad. Han llegado otros con alguna demencia senil. En cada caso que llega se va trabajando mucho en la persona, en su autonomía y funcionalidad. Se va haciendo hincapié en los recursos que todos tenemos dentro y vas hablando para aceptar la situación en que estas y ver qué podes hacer según tus posibilidades. Siempre hay un con qué", enfatizó la voluntaria y profesora de Inglés.

Luego agregó que "Hemos tenido pacientes desde los 17 años hasta 90 y pico. La mayoría de los casos vienen en la última etapa de una enfermedad, como el cáncer. Como es un lugar de cuidados paliativos y sólo tenemos 6 camas, con toda la competencia que se pueda tener en un hospital al cuidado profesionales y con la parte de compasión que lo aporta mucho el tema del voluntario y la gratuidad".
La llegada de un nuevo huésped siempre es bien recibido por esta comunidad de voluntarios. Pero el primer contacto no siempre es fácil. Con el pronóstico inicial y, en general, una sucesión de hechos amargos en el sistema de salud, el paciente y su familia llevan a cuesta mucho desgaste mental y emocional. "Lo primero que uno hace es control de los síntomas y sacar el dolor que puede venir de aplicar mal los medicamentos. Luego comenzamos a trabajar en el resto porque llegan muy angustiados. Y es que cuando llegan a este estado, en general, el sistema sanitario los rechaza porque ya no hay nada que hacer. Entonces van de un lado al otro. Vienen agotados, sin saber qué tienen, cansados y con un dolor total. Muchas veces el dolor físico es un reflejo de una aflicción que viene de todas las demás dimensiones de la persona. Vos tenés situaciones sociales, espirituales, emocionales, entre otras, donde hay necesidades no satisfechas. Eso trae dolor que en realidad es sufrimiento", destacó Massuh.

DOLOR
Muchas veces cuando se empieza a trabajar con un huésped se detecta que no son los medicamentos lo que más se necesita para aplacar el dolor. La sintomatología en el cuerpo se está refiriendo a las demás necesidades que no están cubiertas. Situaciones no resueltas o perdidas de un rol que siempre se tuvo terminan por descolocar el eje central donde una persona se fue manejando toda su vida. "Todo eso hace que la persona este con un dolor total y es lo primero que intentamos bajar cuando llegan. Otra cosa que pega fuerte es la gratuidad, el sentirse amado en un momento tan vulnerable como es la cercanía con la muerte", reflexionó Massuh.
Luego agregó que "Es un momento de mucha plenitud porque se aquieta lo físico, lo cotidiano. Hay mucha introspección y reflexión porque se para la actividad, el hacer. Ahí comienzo a entrar en mi ser y es un momento en que la dimensión espiritual de la persona se despliega y cierra su biografía y es el momento de encontrar un sentido a todo tu recorrido".

PAZ
Acompañar en ese momento de tanta vulnerabilidad, no es fácil. Pero como en toda familia el apoyo es crucial para superar la adversidad. Algunos de los huéspedes llegaron a hacer las paces o reencontrarse con personas del pasado. Un padre pudo despedirse de un hijo que cumplía una condena en prisión y otro huésped espero hasta una llamada de alguien amado para partir.
Y en la última navidad, una joven madre huésped con dos chicos celebró navidad rodeada por la propia familia de Matías Najún, que con su esposa y cinco hijos se unieron en esa noche especial. "Fue un momento para compartir en familia. Fue muy emotivo. Y para recordar a quienes se fueron organizamos todos los años en diciembre un acto en que se prende una vela para recordar a cada persona que pasó por el Hospice. Invitamos a los familiares a participar y muchas veces les cuesta porque es la primera vez que vuelven después de la muerte. Pero es un momento para hablar y hacer un taller para que se expresen", destacó Najún.
Y es que siendo un tabú para muchos, la muerte es una instancia que une a todos sin importar las diferencias. "La gente toma conciencia cuando algo así les pasa. Pero a todos nos pasa y nos va a pasar. Es un tema para instalar en la comunidad, plantear cómo queremos vivir nuestros últimos días", concluyó Victoria Massuh.