El radicalismo y la Iglesia

El tratamiento parlamentarios acerca del aborto originó el debate sobre la relación Estado-Iglesia. La UCR es considerada como un partido laico. ¿Ha sido realmente siempre así?. Por Diego Barovero *

Por Diego Barovero * 


El debate en torno al proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo ha abierto además la discusión con respecto a la relación Estado-Iglesia en el país. Asimismo, la circunstancia que el Papa sea el argentino Jorge Bergoglio (S.J.) introduce un ingrediente singular en el escenario político.

En la historia contemporánea la UCR ha sido tenida por gran parte de la sociedad como el partido laico y, si se quiere, también anticlerical o "come-curas" del país. Pero, ¿realmente ha sido siempre así? Veamos.

Antes de ser radical el joven Leandro Alem escribió un atormentado poema titulado "Sombras", en cuyos versos expresa: "Pero ¡adelante! dije, que en la lucha/se retemplan mejor las grandes almas/cuando inspiradas por la voz del Cristo/al porvenir dirigen sus miradas".

Al iniciarse en la vida pública Alem funda en 1868 el Club Igualdad que proclamó en su programa "defender la libertad civil y política, sostener la libertad de conciencia, levantar la moral, la virtud, la religión como condiciones esenciales para conquistar la democracia".

En los orígenes del nacimiento de la Unión Cívica, confluyeron todos los sectores opositores al presidente Miguel Juárez Celman: los mitristas, los autonomistas herederos de Alsina como Alem y Del Valle, antiguos federales como Bernardo de Irigoyen y los católicos seguidores de José Manuel Estrada y Pedro Goyena. Su presencia en esa coalición se explica por el rechazo a las políticas laicistas de la oligarquía liberal positivista implementada desde la presidencia por Julio A. Roca y su sucesor. Luego, con la división posterior de aquella primigenia formación surgieron la UCR encabezada por Alem y la Unión Cívica Nacional de Mitre.

Sin embargo, algo de aquel antipositivismo quedaría en el ADN radical. Dice Osvaldo Alvarez Guerrero (de imprescindible lectura sobre pensar los orígenes filosóficos del radicalismo) "el radicalismo nunca fue abanderado del anticlericalismo. Como nació de una ética antipositivista, el radicalismo es antioligárquico, porque el positivismo en nuestro país era la filosofía del régimen oligárquico, autoritario, unitario, antipopular. El radicalismo fue siempre más antipositivista que anticatólico". Carlos Pellegrini sostuvo que el radicalismo era "la facción española de la política argentina", por su carácter antiliberal y antipositivista.

HIPOLITO YRIGOYEN
Hipólito Yrigoyen, más allá de su condición de bautizado (19/10/1856, Iglesia de La Piedad, Buenos Aires) y de haber recibido los sacramentos antes de su muerte de manos de su amigo y confesor Fray Alvaro Alvarez y Sánchez, prior del Convento de Santo Domingo, no fue en vida practicante asiduo de las formas litúrgicas del credo católico según su exministro y biógrafo Carlos J. Rodríguez.

Más vale afirmar que, como lo demuestran sus escritos y su testimonio de vida, fue fervoroso y público creyente en los principios cristianos.
En ejercicio de la primera magistratura del país mantuvo excelentes relaciones con la Iglesia Católica que en nada alteraron la majestad y soberanía del Estado nacional. No obstante, algunas definiciones políticas y jurídicas dan cuenta de modalidades expresivas de su sincera fe religiosa.

El 22 de abril de 1921 en mensaje al gobernador radical de Santa Fe, Enrique Mosca, el presidente Yrigoyen rechazaba la eliminación de la palabra "Dios" del Preámbulo así como la separación de la Iglesia y del Estado en la reciente reforma de la Constitución provincial, por considerar que se apartaba de la Constitución Nacional.Y en septiembre de 1922, casi finalizando su presidencia, mediante un mensaje al Congreso se pronunciaba en contra de un proyecto de ley de divorcio que, finalmente, fue archivado por el poder legislativo. En ninguna de ambas circunstancias Yrigoyen recurrió a argumentos confesionales para basar su opinión como jefe del Estado; simplemente recurrió a fundamentos de orden históricos, constitucionales, jurídicos, sociológicos y culturales.

En ese mandato presidencial se sancionó el Código Penal redactado por una comisión parlamentaria presidida por el conservador Rodolfo Moreno y con mayoría radical, que incluyó dos causales de eximición de pena en caso de aborto aun vigentes, que no merecieron objeción por parte del presidente Yrigoyen.
Pero hay que atender ciertas definiciones de Yrigoyen que nos brindan una clave moral y filosófica como la que hizo en el banquete oficial ofrecido en Buenos Aires al presidente de los Estados Unidos Herbert Hoover en 1929 al exhortarlo "a convocar en Ginebra a todos los pueblos, para que, como bajo el santuario de una solemne basílica, reafirmaran para las naciones el precepto eterno y luminoso que el Divino Maestro promulgó: "amaos los unos a los otros".

Y, más tarde, el mandatario argentino sentenció "reafirmando mis evangélicos credos, de que los hombres son sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos; y en común concierto reconstruir la labor de los siglos, sobre la base de una cultura y una civilización más ideal; de más sólida confraternidad y más en armonía con los mandatos de la Divina Providencia".
Dirá al respecto Alvarez Guerrero: "Yrigoyen era claramente antipositivista, espiritualista y humanista, y esto forma parte permanente de las concepciones ideológicas del radicalismo".
Y en uno de sus últimos textos, Memorial a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, confinado en la isla Martín García el 24 de agosto de 1931 afirmó Yrigoyen sobre su acción de gobierno "nadie llevó más allá, ni aplicó con más unción la doctrina del Evangelio".
Nuevamente, Alvarez Guerrero, señala con justicia "en el gobierno, los radicales siempre hemos intentado tener buenas relaciones, normales, con la Iglesia y con todas las corrientes religiosas. No siempre lo hemos logrado con la Iglesia Católica".

RELACIONES CON LA SANTA SEDE
Quizá sirva como ejemplo que el presidente Marcelo T. de Alvear tuvo un desacuerdo con la Santa Sede cuando, en ejercicio de la facultad de Patronato, institución heredada de la tradición monárquica española intentó designar al obispo monseñor Miguel de Andrea como arzobispo de Buenos Aires.
Por varios años (hasta la dictadura de Uriburu) no se restablecieron relaciones diplomáticas con el Vaticano a raíz de este incidente. Años más tarde y durante el mandato presidencial de Arturo Illia, se negoció un nuevo concordato con la Santa Sede para dejar de lado la antigualla legal que resignaba la potestad presidencial para designar obispos en favor del Papa.
La gestión iniciada por el canciller Miguel Angel Zavala Ortiz se concretó finalmente luego del derrocamiento de Illia, por el presidente de facto Juan Carlos Ongania. En dicha negociación cabe destacar la figura del entonces embajador argentino Belisario Moreno Hueyo.
Con la reconstrucción democrática algunas circunstancias atizaron cierta rispidez en la relación de la presidencia de Raúl Alfonsín con la Iglesia Católica, especialmente con cierta jerarquía episcopal, reflejada en episodios harto conocidos por contemporáneos.
La necesaria actualización de la legislación civil incluyó la reforma del matrimonio civil introduciéndose el divorcio vincular, rechazado por la doctrina católica. Más allá de algunos escarceos, no existió real conflicto ni se interrumpieron relaciones; más aún, la Argentina recibió por entonces por segunda vez en su historia la visita oficial del Papa Juan Pablo II.
A través de 127 años de historia hubo y hay radicales de todas las tendencias, y en materia de creencias también: católicos, cristianos, judíos, musulmanes y ateos.
Conviven razonablemente en una formación política que hace de la libertad su auténtico culto y la conciencia de cada uno es respetada por todos en el marco del debate democrático y civilizado. Los ejemplos históricos solamente sirven para ilustrar ciertas circunstancias y situaciones que no invalidan criterios vigentes actualmente.

ANECDOTARIO YRIGOYENEANO
Deseo finalizar con un episodio del inacabable anecdotario yrigoyeneano, en el que a poco de asumir la presidencia concurre en fecha patria a la celebración del tradicional Te Deum en la Catedral Primada y en las escalinatas es recibido por el Arcedeán Monseñor Duprat quien lo invita a ingresar al templo, pero Yrigoyen en el atrio solicita el hisopo (recipiente en que se coloca el agua bendita que se utiliza en las celebraciones litúrgicas) para santiguarse al entrar a la iglesia.
Fue evidente entonces el nerviosismo de los ministros eclesiásticos que no previeron esa situación y hubo que correr a la sacristía a buscarlo de modo que el presidente pudiera usarlo.
Monseñor Duprat -que transmitió la anécdota- aprovechó el momento a solas con Yrigoyen para decirle que la costumbre -heredada de la tradición hispana- de ofrecer agua bendita al mandatario antes de ingresar a la iglesia, fue dejada dejada de lado para evitar el desaire de los presidentes de la oligarquía frívola, imbuída de positivismo y relativismo. Con una sonrisa, el caudillo asintió y le dijo "muy propio del Régimen falaz y descreído".


* Presidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano.