Un veterano del arte de contar

Historias cortas
Por Rubem Fonseca
Tusquets. 172 páginas

Vargas Llosa ha establecido que Rubem Fonseca (Minas Gerais, 1925) pertenece a la misma estirpe narrativa que Manuel Puig, Umberto Eco y Manuel Vázquez Montalbán. "Es uno de esos escritores contemporáneos que han salido de su biblioteca para hacer literatura de calidad con materiales y recetas hurtados a los géneros de gran consumo popular", como el cine, la historieta, el folletín o la telenovela. Es decir, aplica el pastiche, un procedimiento que la crítica ha rotulado como posmoderno.

Ese empeño artístico se percibe en un libro de cuentos que Don Fonseca publicó a los noventa años, proeza de longevidad creativa con escasísimos precedentes (excepto en Italia: Camilleri, Montanelli, Sartori). Historias cortas , edición 2018) atesora treinta y ocho relatos breves, algunos muy buenos, otros muy malos, la mayoría pasables.

Los admiradores del vate no se sentirán defraudados; quienes no lo conocen deben saber que, si bien no es éste su mejor libro, encontrarán aquí una puerta de entrada a unas de las plumas más estimulantes del Brasil contemporáneo, cuyo tono naif disimula una aguda crítica social.

Predomina la primera persona del singular. Da voz el volumen a una galería de pilantras francamente divertidos: delincuentes, viejos cascarrabias, chiflados, cínicos, pervertidos (¡hacer el amor con un árbol!), obesos, mutilados. El giro inesperado al final es la piedra de toque de muchos textos. Verbigracia: escuchamos a un anciano despotricando contra la sociedad de consumo, el filisteísmo, el mal gusto de las masas, los social climbers... para preservar a su familia de esos flagelos modernos planea legar sus bienes a instituciones de caridad... . "¿Pero qué pasa nietecito? Suéltame el cuello, me estás apretando muy fuerte, me ahogas, me quedo sin aire, ay, ay. estoy...".

El humor está muy bien en el texto. Menos afortunado es el recurso de extrapolar definiciones del diccionario o la enciclopedia, una y otra vez hasta el hartazgo; acaso por la voluntad del autor (¿populismo literario?) de hacerse entender por el más zoquete. Se ha acusado a Fonseca de sensacionalista y de incurrir en lo soez. En Historias cortas hay un poquito de eso, también. Pero el lector nunca deja de interesarse en lo que le cuentan.