Restauran la Basílica de San Francisco

Es una de las iglesias más antiguas del país y testigo de algunos de los más importantes hechos históricos que cambiaron la vida de la Argentina. En medio de una bienvenida restauración se halló una cápsula del tiempo con hojas del diario La Prensa.

La Basílica de San Francisco, ubicada en Defensa y Bolivar, es una de las más antiguas de la Ciudad y del país. Fue testigo del surgimiento de la Ciudad de Buenos Aires, de la Nación Argentina y de los tumultuosos cambios políticos, como cuando se aclamó a Juan Lavalle tras el fusilamiento de Manuel Dorrego. También puede dar testimonio de epidemias; casamientos y nacimientos de feligreses; y hasta de los momentos del descanso solitario del Arzobispo Bergoglio, futuro Papa Francisco. Pero, además, es testigo del abandono por parte de las autoridades de turno en lo que respecta al desarrollo de tareas para su preservación. Basta con observar en el techo los helechos, que con raíces profundas, ponen en riesgo la estructura junto con la humedad y el desplazamiento que generan afectando al hierro que sujeta algunas placas y estatuas.

Desde enero de este año, los andamios y medias sombras han sido los nuevos adornos que se observan sobre su fachada. Los operarios suben y bajan materiales para destinarlo al arreglo de un punto de la pared exterior. Son sólo una parte de la restauración iniciada por la Dirección de Arquitectura, dependiente del Ministerio del Interior de la Nación, que con un presupuesto de casi 94 millones de pesos cuenta con dos años de plazo para cumplir con la puesta en valor de la antigua Iglesia y de la aledaña Capilla San Roque, ambos Monumentos Históricos de la Nación.

"Se empezó con el saneamiento del envolvente de la Capilla San Roque y de la Basílica. El siguiente paso será trabajar en el interior", destacó a La Prensa el arquitecto Emiliano Michelena, Director Nacional de Arquitectura en la Subsecretaría de Obras Públicas dependiente del Ministerio del Interior, durante un recorrido organizado para visualizar los avances en las obras. También estuvo presente el arquitecto Eduardo Bango, asesor de la restauración.

Adentro, los andamios también se extienden en un amplio sector de la Basílica. El vacío producido por la quita de las imágenes de los altares y de los bancos para los feligreses, entre otros objetos religiosos, generan una sensación de inmensidad. También evita distraer la mirada al observar en todo su esplendor las dimensiones de esta obra única que da fuerte identidad cultural a la Ciudad.

"Cuando empezamos con las obras del proyecto evaluamos cómo están los revestimientos, las terminaciones y los cielos rasos construidos. Evaluamos qué se puede recuperar de lo existente. Nos sorprendemos descubriendo problemas estructurales porque se carece de documentación que explique qué se hizo anteriormente y dónde poner mayor atención al comenzar a trabajar", enfatizó Michelena, quien también intervino en la recuperación del Teatro Colón y, actualmente, en los trabajos en el Teatro Cervantes, entre otros monumentos históricos.

MODIFICACIONES
La tarea no es fácil si se considera que desde los inicios de su construcción, datada en el siglo 17, la Basílica sufrió diversas modificaciones a su estilo original: el colonial. Luego del derrumbe de sus dos torres en 1807 y su reinauguración en el 1815 con un estilo neoclásico italiano, proyectado por el arquitecto Tomás Toribio, pasó a incorporar elementos del barroco bárbaro en la fachada, a cargo del arquitecto Ernesto Sackmann, entre 1907 al 1911.
Además, la noche del 16 de junio de 1955, luego del bombardeo a Plaza de Mayo, la Basílica sufrió un incendio que terminó destruyendo mucho de su mobiliario y, tanto su altar mayor como su cúpula, se vieron destruidos. El intenso calor generó que los vidrios de los vitraux estallarán y, actualmente, sólo se conserva uno de ellos que por estar más alejado fue salvado de su destrucción. 
Durante la posterior reconstrucción se pintó en verde distintas partes de la Iglesia y en su altar principal se colgó un tapiz de Horacio Butler, de 12 metros por ocho.
Pese a que en los últimos años en la Argentina se han realizado varias obras de restauración, algunas técnicas utilizadas en la Basílica décadas atrás cayeron en desuso y con eso mermó la cantidad de especialistas para su aplicación.

"Una de las tareas que tuvimos con las columnas que están pintadas de un verde militar es que descubrimos que debajo estaba el material original que es un estuco, una imitación de mármol que quisimos dejar. El problema fue encontrar mano de obra capacitada para estas tareas. Un especialista en este tipo de arte requiere entre 10 a 15 años de formación", destacó el arquitecto Eduardo Bango.

La aplicación de dorados sobre los distintos retablos de madera y relieves fue otro detalle conque se buscó destacar la profundidad y mayor magnificencia en las decoraciones.
"Con el incendio del 55 se dañaron los manouflage de los techos, telas pintadas que son pegadas a las paredes, por lo que en la recuperación realizada en el 60 se vieron obligados a utilizar otro métodos en los techos por los costos y la falta de profesionales en el tema", señaló Bango.

REVERSIBILIDAD
"Aplicamos materiales que son compatibles, siempre reversibles. Tenemos el principio de la conservación y la reversibilidad de las nuevas intervenciones. También sumamos la dotación tecnológica para que no pase de nuevo un incendio, sobre todo porque porque acá hay mucha madera en columnas, retablos, bancos y el cielo raso que sostiene el techo. En ese contexto todo es inflamable. Son estructuras decorativas que no son de piedra", enfatizó Michelena.
En tanto, en las paredes y en los suelos se usó un método de ósmosis, similar al utilizado en la Basílica de Luján para que el agua que cae por la lluvia o del terreno no suba y afecté el edificio, porque la napa del río allí está a pocos metros del nivel del templo. "Cuando entramos a la cripta la humedad afectaba el recinto. Con este sistema tecnológico de medición podemos detectar cuándo hay mayor concentración evitando que se genere un problema mayor", destacó Bango.

MODERNIDAD
Por décadas, el paso de vehículos, el ruido y las vibraciones fueron una constante en la vida de la Basílica. Pero desde la restricción vehicular por las calles aledañas se llegó a mejorar la situación. "El patrimonio no es sólo el edificio aislado sino la manera en que se inserta en un territorio urbano y que es patrimonio de la gente. Pero falta una valoración sobre esto por parte de los habitantes. Es un tema de sostenibilidad ambiental y cultural para que se pueda mantener este tipo de estructuras y para que este patrimonio sea realmente accesible para todos", subrayó el Director Nacional de Arquitectura en la Subsecretaría de Obras Públicas.
Consultado sobre los tiempos de inacción en la restauración de edificios de esta antigüedad y en la necesidad de mejores mecanismos para la rápida asistencia, el arquitecto Michelena enfatizó que "Nosotros intervenimos ante una demanda específica del usuario que lo eleva al Estado Nacional y éste lo evalúa. Pero cuando llegan a nosotros están en una etapa de urgencia que podría ser revertida si los usuarios se involucrasen más en su mantenimiento. Porque cuando son detalles chicos se pueden evitar con un mantenimiento preventivo y no correctivo y eso debería estar a cargo del usuario".
Michelena aseguró que los deterioros detectados en algunas obras finalizadas en edificios religiosos, en algunos casos, se debieron "por no mandar a alguien con una escalera para ver si el techo está tapado de ramas. A esto se le suma que los visitantes tampoco son concientes de cómo con sus actitudes dañan el patrimonio recién restaurado".
Luego concluyó "En la Argentina, en general, hay necesidad de involucrar a las personas en la responsabilidad de respetar los bienes del Estado porque tienen que entender que el Estado es de uno. El Estado gestiona tus recursos y si dañan algo, te dañan a a vos".

 

Hallan hojas de La Prensa adentro de una escultura 

Mientras trabajaban en el grupo escultórico central de la Basílica de San Francisco, donde se encuentran las figuras San Francisco, Cristóbal Colón, el Giotto y Dante, unos operarios encontraron una capsula del tiempo.

Allí, dentro de la cabeza de la figura de Dante Alighieri se hallaba una lata de té que resguardaba objetos dejados allí casi cien años antes por el escultor Antonio Voegele, autor de la obras.

Con fecha de 3 de agosto de 1908 y en un sobre blanco se encontraba una carta manuscrita por Voegele donde reseñaba los datos, costos, materiales y nombres de los arquitectos que participaron del armado de la escultura. 

Además, se encontraron cuatro monedas de cobre de centavos argentinos, que databan de 1880 a 1890, y un frasco de vidrio laqueado que contenía la carta.

Pero los hallazgos seguían. Junto a los objetos antes mencionados se encontraron hojas de los diarios LA PRENSA de Buenos Aires, del 2 de agosto de 1908, y de un periódico de Innsbruck, ciudad natal del escultor, del 7 de julio de 1908.

MUSEO
Actualmente los objetos hallados están resguardados en una vitrina del Museo "Fray José María Bottaro", dentro del complejo de la Basílica y Convento de San Francisco.

Allí se encuentran numerosos objetos usados por la orden y otros donados por feligreses que el Fraile Bottaro fue resguardando en una colección que había conformado para el museo franciscano de principios del siglo anterior.