Por el moderno camino de la ironía

Una nueva biografía de Cervantes teoriza sobre el simbolismo profundo del Quijote. Denso de conjeturas, el trabajo del catedrático Jordi Gracia se luce en el análisis de la creación de la obra cumbre del idioma. El inventor de la novela, sugiere, fue también el descubridor de la vía secreta hacia la modernidad.

Autor de recientes y celebradas biografías de Dionisio Ridruejo y de José Ortega y Gasset, el catedrático y crítico literario español Jordi Gracia (Barcelona, 1965) ofrece ahora su propia visión de la vida y la obra de Cervantes en un libro cuyo subtítulo, "La conquista de la ironía", resume la orientación y las conclusiones que moldearon su empeño.

Conviene aclarar que la de Gracia (Taurus, 472 páginas) no parece ser la mejor biografía para iniciar el trato con Cervantes. Si bien respeta la cronología y aborda todo lo que debe abordarse, se trata de un libro de análisis, más conjetural que asertivo, y en el que el autor está presente no sólo por sus opiniones y sospechas sino también porque exhibe una cierta pretensión de estilo y de estructura que, en más de un pasaje, termina por robarle el protagonismo al sujeto de la biografía.

Por lo demás, el de Gracia es un estilo de escritura indirecta, que procede por inferencias y circunvoluciones, que conjetura y explica en vez de narrar, y que por momentos tiende a la verbosidad, fundiendo y entrelazando frases en largos párrafos que a veces ocupan toda una página. Aunque queda registrada, la peripecia vital de Cervantes termina en segundo plano frente a la presencia retórica del biógrafo, y a sus ocasionales intervenciones en primera persona para avalar o rechazar ciertas versiones o teorías de otros estudiosos de nuestro tiempo (Francisco Rico, Jean Canavaggio, el recordado Martín de Riquer) que también comparecen en el texto histórico.

Pero ese mismo estilo, mal avenido para narrar hechos vitales, cumple mejor su función cuando llega al núcleo del libro, que es la concepción y escritura del Quijote. Aquí el talante analítico y teorizante de Gracia cuaja con la materia que trata y reviste de interés a las hipótesis que esboza. Que en esencia giran en torno de la transformación personal de Cervantes, aquel soldado valeroso de Lepanto y fallido comediógrafo, desilusionado por los reveses de la vida, y del personaje que surgirá de esa transformación, "héroe y orate a la vez". Don Quijote viene a ser el fruto de eso que Gracia llama "conquista de la ironía", y que no es otra cosa que una percepción aguzada de la realidad y de sus complejidades y contradicciones, una "rebelión continua contra la univocidad simplificada e idealista, contraria a la experiencia".

"El sortilegio está en marcha y no hay ya vuelta atrás -escribe Gracia-. Este Quijote está dejando de ser sólo un chiflado gracioso porque lleva dentro también una cordura insólita. Esta invasiva duplicidad irónica contagia la novela entera, y don Quijote es víctima de su mala cabeza y de sus múltiples calamidades como el lector es víctima a su vez de la inextricable sensación de que reírse es a la vez admirarle, de que escuchar su desvarío caballeresco es el requisito para respetarlo".

La biografía sigue en detalle la escritura del libro máximo cervantino: su comienzo como cuento o novela breve, el feliz recurso de la oralidad, que ya había aparecido en otras obras de la época y del propio Cervantes, el adueñarse "de un modo nuevo de contar" en el que son los personajes quienes mandan al autor y no el autor a los personajes, la creación de una "textura esponjada y digresiva, menos agobiada de intrigadas y argumentos y desatada de las obligaciones de los géneros". Y también la corrección a las apuradas de los pliegos y los notorios errores de continuidad que pudieron ser causados por los injertos o desplazamientos que Cervantes, más exigente de lo que suele creerse, habría dispuesto hasta el último momento. 

Su publicación en los últimos días de 1604 hizo popular a Cervantes cuando bordeaba ya los 60 años (había nacido en 1547). Y lo impulsó a escribir casi de inmediato su continuación, en la que dobló la apuesta por la ironía porque el tema de esa segunda parte es, justamente, el libro que lo precedió. Además, esa popularidad desbordada, cree Gracia, obligó al autor a crear "una voz matizadamente nueva para don Quijote, no sólo más templada sino más elevada y sabia, más ponderada y juiciosa", para impedir que la obra se vulgarizara como un mero "juguete risible".

El Quijote terminaría por ser mucho más que una construcción humorística. En su biografía colmada de intuiciones, supuestos y teorías, Gracia nos recuerda que hace 400 años Cervantes inventó la novela moderna y, de algún modo, al mundo moderno. O al menos, arriesga, creó un libro que contenía la "ruta secreta al sentido moderno de la existencia, sin leyes absolutas, sin verdades graníticas, sin dogmas infalibles".