JUAN MANUEL DE PRADA QUIERE SER "UN PARIA AL QUE TODOS ESCUPAN"

Español, rebelde y reaccionario

El autor, católico y antimoderno, asegura que siente la necesidad de batirse contra el mundo y no dejarse sobornar. Si aceptara las ideologías dominantes, el liberalismo y el socialismo, moriría como escritor, advierte.

El escritor español Juan Manuel de Prada, que se define como un católico atormentado y antimoderno, responde que es hostil a su época y a la España de hoy porque "siente la necesidad de batirse contra este mundo".

"No puedo ser escritor si no estoy en lucha abierta contra el mundo tal como es; si me aburguesara, si aceptara las ideologías en liza, como el liberalismo y el socialismo, moriría en tanto que escritor", aseguró De Prada al semanario francés Le Nouvel Observateur en una reciente entrevista.

"Tengo la necesidad de encajar golpes y resistirme a ser sobornado (no acepta premios literarios ni otros sonajeros). Quiero ser un paria, vituperado por todos, sobre el cual todo el mundo escupa, a semejanza de León Bloy: la izquierda, la derecha y las jerarquías eclesiásticas, que son católicas pero muy poco angustiadas", añadió.

En la entrevista, efectuada por el periodista Gilles Anquetil a raíz de la publicación en Francia de su última novela, Me hallará la muerte (Destino, 2012), que en francés lleva por título Une imposture, De Prada dice que escribe "porque la literatura es mi veneno y mi antídoto, mi esposa y mi amante, la secreción que destila mi cuerpo".

"Por ella donaría mi vida (y la dono cada día) sin vacilación. Nací para escribir y moriré escribiendo", explica.

"Soy un escritor totalmente anacrónico -dice De Prada- porque ésta visión de la literatura es la de los desequilibrados, porque nada me repugna más que el "equilibrio" de los cobardes, de los dandis y los arribistas, combinación que caracteriza a nuestra época", añade.

LA DIVISION AZUL

De Prada, nacido en 1970, columnista del diario español ABC y considerado por el semanario como uno de los grandes escritores españoles, es autor de numerosas novelas, entre ellas Las máscaras del héroe (1996), La Tempestad (1997, Premio Planeta), y El séptimo velo (2007).

Su última novela cuenta la historia de un joven ladrón que forcejea con un hombre al que intenta atracar, se le va la mano y lo mata. Y para evadirse de ese crimen, se enrola en la división española falangista Azul, que fue enviada a combatir al lado de la Alemania nazi en el frente ruso y conoció, como prisionera, los gulags soviéticos.

Allí el joven sobrevive gracias a un pacto con las autoridades por el que ejerce de espía del campo, y a su regreso a España adopta la identidad de un amigo pudiente que pereció en el gulag.

"El tema más específico de esta novela es la hipocresía, que es una constante en la vida española, y lo ha sido durante el período franquista, donde nuestra sociedad en apariencia muy religiosa se hacía la campeona de ciertos ideales, mientras que no era más que un falso semblante", enfatiza De Prada.

Sobre la ambivalencia de sus personajes, en los cuales parece incierta la frontera entre la vileza y la nobleza, el coraje y la cobardía, el escritor responde que "el hombre no es bueno por naturaleza, como pretendía grotescamente Rousseau, ni tampoco el crisol de todos los vicios, como sostiene un cierto puritanismo limitado. Creo en el hombre herido por un pecado original y constantemente apelado a la redención".

"Esta interpretación teológica clásica es la más pertinente entre todas", asegura. "El libre albedrío hace de todos nosotros, simultáneamente, héroes y crápulas a cada instante en que deben tomarse decisiones de orden moral", expresa.

Por último, consultado sobre qué lo fascinó del infierno vivido por la división Azul, De Prada responde que "los jóvenes españoles que se enrolaron en la división Azul fueron víctimas del régimen franquista".

"La mayor parte de ellos apelaban al deseo de una revolución social que liaría las manos a la plutocracia. Los plutócratas del franquismo los enviaron a la URSS a luchar contra el comunismo y, cuando regresaron, descubrieron que esos mismos plutócratas hacían a partir de ahora las leyes", manifiesta.

"Los falangistas formaron parte de una generación que fue utilizada, y después destruida por el poder", concluye.