Siete días de política

Paró la ofensiva contra Scioli, pero el ajuste no se detiene

La presidenta resolvió auxiliar financieramente al gobernador, porque el costo político lo pagaba ella. Sigue de todas maneras con el ajuste fiscal pero trata de endosárselo a las provincias.

La presidenta Cristina Fernández frenó en seco y sorpresivamente la ofensiva contra el gobernador Daniel Scioli al que una semana antes había acusado apenas elípticamente de no saber gestionar. El jueves último envió al ministro de Economía, Hernán Lorenzino, a resolver con el presidente del grupo Bapro, Santiago Montoya, el problemático pago del medio aguinaldo a los agentes bonaerenses y la solución fue hallada en el acto.

¿Por qué lo hizo? Por varias razones. La primera, que los sondeos encargados por la propia Casa Rosada daban cuenta de que un 60% de los encuestados creía que la responsabilidad por el "default" era de la presidenta, sólo el 30% se hacía eco de la tesis kirchnerista de que el gobernador no sabe administrar y el 10% se abstenía de dar su opinión. Ergo, la embestida contra Scioli le hacía más daño a la presidenta que al gobernador y debió ser frenada.

Por eso también el intendente de Lanús que había trasmitido palabras atribuidas a la jefa de Estado peyorativas respecto de Scioli ("es un inútil") cayó en desgracia. En general, los encuestados simpatizaban con la postura no conflictiva de Scioli y rechazaban el látigo que esgrime la presidenta cada vez que se acerca a un micrófono para atacar a los sectores políticos, económicos o profesionales que se animan al disenso.

Hay una perceptible fatiga con la violencia verbal y la pelea permanente. Se toleró el estilo "K" mientras la economía marchó a buen ritmo, pero las actuales dificultades hacen que el grueso de la sociedad no quiera sumar problemas políticos a los económicos y se alarme cuando la dirigencia se pelea por el poder. La distancia entre la dirigencia y la sociedad es mayor que en 2001, pero en ese panorama Scioli está más cerca de la gente común que la presidenta y no hay cadena nacional que pueda cambiar eso.

¿Termina esta comprobación con la disputa entre la presidenta y el gobernador? No, aunque aclara algunos aspectos centrales de la confrontación. Primero, quedó en evidencia que Scioli no puede aspirar a ser candidato "K". El gobernador jugó con la idea de ser o bien la continuación del kirchnerismo o bien una forma intraperonista de oposición, pero eso ya no va.

También está a la vista que tiene un difícil camino por delante. En septiembre tendrá que conseguir 1.500 millones extra y en diciembre 2.800 más, lo que lo pone en manos del oficialismo. Por último, después del duro golpe que recibió del gobierno central ya resulta inocultable que Scioli está siendo empujado a a elegir entre la candidatura y la gobernación. Una maniobra para destituirlo parece por el momento muy improbable, porque la estrategia pacifista dio el resultado que sus muchos detractores -los que lo empujaban al combate y la inmolación- negaban. Su vice, Gabriel Mariotto, fue el que sufrió un gigantesco desgaste por encabezar una operación de la que se sospechaba que era para mandarlo anticipadamente a su casa. Ello no obstante, gobernación y candidatura son incompatibles bajo las presentes circunstancias y lo seguirán siendo.

¿Cuáles son esas circunstancias? Que la presidenta no tiene sucesión y que la situación económica la complica políticamente. Ahora no sólo tiene que descargar el costo de la crisis en Scioli y el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, sino que quiere transferir el pago de los subsidios al transporte a gobernadores e intendentes. O puesto en otros términos: su lista de enemigos tiende a crecer por los problemas fiscales.

En esa lista también deben ser incluidos los sindicalistas a los que desplazó definitivamente de cualquier influencia sobre el manejo de más de mil millones de pesos en prestaciones sanitarias especiales.

El organismo correspondiente estuvo en una época en manos de Hugo Moyano, pero todos los sectores se quejan en privado de la demora en el pago de las prestaciones. Habrá que ver si los sindicalistas que rompieron con el camionero pueden cobrar o harán su aporte a un nivel de indisciplina generalizada que no deja de crecer en un infierno de paros, piquetes y bloqueos.