En el sonido de la Orquesta Filarmónica de Dresden dirigida por Gerd Albrecht

Una coherencia a la alemana

Fue francamente auspiciosa la presentación de la Filarmónica de Dresden, que el miércoles actuó en el teatro Colón, en la octava función de abono de la temporada del Mozarteum Argentino.

Ficha técnica: Matthus: Visiones; Beethoven: Concierto N° 1 para piano y orquesta, opus 15; Schumann: Sinfonía N° 4, opus 120. Camillo Radicke, piano y Orquesta Filarmónica de Dresden (Gerd Albrecht). En el teatro Colón para el Mozarteum Argentino. EL ESPECTACULO Bajo la conducción de Gerd Albrecht, veterano maestro alemán quien visitó nuestra ciudad por tercera vez, la orquesta germana exhibió una sólida disciplina y un sonido de conjunto de coloración oscura y pastosa, de interesante seducción. Es cierto que sus "gruppetti" no se caracterizan precisamente por la diafanidad y que la densidad parece ser uno de los rasgos distintivos de este organismo; pero ello no desmerece la alta calidad de las cuerdas (las graves son casi el fundamento de toda la agrupación), el excelente nivel del concertino (Ralf-Carsten Brömsel) ni el dominio del estilo, propio de una entidad fundada en 1870 e inscripta en la mejor tradición musical centroeuropea. La velada comenzó, enhorabuena, con un estreno para el público local: "Visiones", perteneciente a Siegfried Matthus (1934), uno de los compositores más distinguidos de la ex Alemania Comunista, cuya pieza, de frases amplias y el trasfondo de un expresionismo moderno, fue vertida por la Filarmónica de Dresden con un melodismo intenso, en el que se insertaron con naturalidad tanto sus profundas disonancias como la exquisita cantilena lírica central. Luego, en el Concierto N° 1 para piano y orquesta, de Beethoven (en realidad, no es el primero) pudo advertirse sin esfuerzo una diferencia de enfoque conceptual entre el solista y la agrupación sinfónica. Esta se manejó con criterio vigoroso, por momentos heroico, mientras que Camillo Radicke brindó una interpretación si se quiere fresca y ágil, técnicamente impecable, transida sin embargo de una delicadeza propia de cierto romanticismo chopiniano, esto es, demasiado lánguida y carente del nervio necesario en la pulsación. UN SCHUMANN APASIONADO En la segunda parte (sin duda el punto más alto de la función) el organismo visitante ejecutó con un arco de sostenida y coherente tensión la Sinfonía en re menor, opus 120, que Roberto Schumann elaboró con inspiración en su esposa, la célebre pianista Clara Wieck. Conducida por Albrecht con un ímpetu y una elegancia notables, y una muy segura musicalidad, la orquesta de Dresden ofreció una traducción de esa espléndida creación con apoyo en una estética impulsiva y en acentuaciones enérgicas pero siempre controladas con exactitud, todo lo cual configuró un clima sonoro enjundioso y muy bien logrado, de trascendente y honda pasión. Carlos Ernesto Ure