CLAVES DE LA SEGURIDAD

En Argentina los Dreyfus se cuentan por cientos

En 1894 un oficial del ejército francés acusado de alta traición fue condenado a cumplir prisión perpetua en la Isla del Diablo. Nadie se conmovía demasiado ya que los prejuicios de entonces en la sociedad francesa lo condenaban de antemano. Aun así algunas voces se alzaron contra la corriente desafiando la animosidad en la mentalidad dominante, lo que dio lugar a la que acaso (hermosa palabra la palabra “acaso”) sea la pieza periodística más famosa de todos los tiempos. Titulada Yo acuso, desde la tapa del diario L'Aurore el 13 de enero de 1898, la pluma de Emile Zola sacudió la conciencia francesa. Gracias a ello, no sin dificultades ni sobresaltos, la verdad se abrió paso. Zola murió en 1902 y a Alfred Dreyfus se le reconoció su inocencia en 1906.

El Caso Dreyfus es desde entonces el molde y síntesis de todos aquellos que son condenados para afirmar un pensamiento dominante. En Argentina los Dreyfus se cuentan por cientos. Hay uno en cada acusado de los llamados “procesos de lesa humanidad”, que no son otra cosa que juicios de la venganza contra los vencedores del terrorismo castrista. Bajo gobiernos de iure (lo que hace que sea una palmaria aberración jurídica)  se barrió el principio de irretroactividad de la ley penal para anular leyes e indultos dados conforme a la Constitución Nacional. Aquí tampoco se respetan las garantías del debido proceso por lo que presunciones flojas de prueba como “no podía no saber”, típica de tribunales revolucionarios, importan más que la verdad. 

Esta indignidad argentina de traicionar a sus defensores ha privado de su libertad a hombres como el Sr. Tcnl. Emilio Nani, quien ha tributado a la Patria su sangre combatiendo en Malvinas y en La Tablada. Yo no soy Emile Zola, por eso no acuso, pero señalo que Nani es perseguido porque representa ese profundo sentido del deber patriótico que aborrece la casta política. ¿Cómo podrían no odiar a quien sangró por la Nación Argentina estos miserables que en plena pandemia no resignan ni dos centavos?

Chivos expiatorios

Pero no le basta a la casta política con falsear la historia tomando de hechos pasados enemigos a los que negarles justicia, la propia dinámica orwelliana de la facción totalitaria en el poder requiere de más y más enemigos a los que achacarles males y usarlos desde la confusión distractiva como chivos expiatorios. Entonces sobre la infame mentira de los 30.000 desaparecidos en el relato de un genocidio de fantasía, previendo el agotamiento cronológico de los supuestos “genocidas”, la necesidad de renovar el relato y el negocio con nuevos villanos trae a escena la ideología de género. 

La sanata del patriarcado y la imposición de un lenguaje imbécil, que se pretende inclusivo pero, en rigor de verdad, busca consolidar desde la ideología de género el pensamiento único, necesita de ajusticiados que den entidad de vengadores de la historia a los mercaderes del relato. Uno de esos ajusticiados por la turbia conveniencia política del momento es Carlos Maximiliano Roca. Circunstancias ajenas a su dominio hicieron que una disputa conyugal terminara en una absurda condena a 7 años de prisión. 

Yo no soy Emile Zola, por eso no acuso, pero señalo que Roca puede estar preso siendo inocente porque la ideología de género necesita exhibir victimarios sin importar que en verdad lo sean. Basta con que lo parezcan. Y cómo no iba a parecerlo a los ojos de una Justicia sin venda quien, en marzo de 2018, al momento de ser denunciado por su cónyuge, era un oficial de la Policía Federal, responsable operativo de la custodia del  entonces Jefe de Gabinete de Ministros Marcos Peña y, para peor, portador de un apellido que, por aquello de las odiosas comparaciones que arroja la historia, causa escozor en la sensibilidad de los militantes de la decadencia: Roca. 

Nadie pone sus manos al fuego por el Poder Judicial, ni siquiera con guantes de amianto. Por lo pronto ningún país con mayoría de jueces probos y eficientes alcanza los niveles de daño institucional, degradación cultural y miseria intelectual que exhibe la Argentina. Los que fungen de jueces, con pocas excepciones, lejos de obstaculizar la decadencia la acompañan entusiastamente. De hecho, avalan pasivamente el actual e inconstitucional estado de sitio de facto y parece que ya no hay fiscales garantes de la legalidad. Este estado de delicuescencia profunda demuestra que aquí no brilla la majestad de la justicia, sino la opaca y sórdida complacencia política en el prevaricato. 

Así las cosas, que alguien haya sido condenado en distintas instancias procesales no implica certeza de culpabilidad en un país donde, acreditadamente, la ideología ha pesado más que el Derecho a la hora de decidir sentencias. Tanto así que hay todo un colectivo de funcionarios judiciales que militan activamente por asociar la legitimidad de la justicia con una ideología totalitaria, ajena y opuesta a la Constitución Nacional. En este contexto Maximiliano Roca purga una condena de siete años por amenazas coactivas y compeler a la víctima a retirarse de su domicilio, porque se le aplica el Artículo 149 ter del Código Penal en un marco probatorio endeble pero determinado por el prejuicio del pensamiento dominante: 90% del electorado vota totalitario o progre. Me pregunto: ¿Cuántos jueces y fiscales honran la supremacía de la Constitución Nacional? Y temo sean todavía menos de los pocos que imagino.

Sospecho que Maximiliano Roca, ciudadano sin antecedentes delictivos, profesional de buen desempeño en la Policía Federal, hombre de comportamiento amable, no estaría condenado a siete años de prisión por una desavenencia matrimonial si la realidad institucional y política argentina no fuera el mamarracho mal ideologizado que es. Sospecho que de no ser policía, o solamente con no haber estado asignado a la custodia de Marcos Peña, Maximiliano Roca no hubiera recibido esa condena desmedida para una desavenencia familiar. Simplemente sería otro divorciado siguiendo con su vida. Sospecho que era política e ideológicamente útil que fuera condenado sin atenuantes, porque la ideología de género es otro negociado de los derechos humanos que viene a continuar lo que se inició con la persecución a los militares.