El rincón del historiador

Florida, `la bien nombrada' cumple hoy doscientos años

Don Alberto Wildner Fox, destacado investigador del pasado porteño y colaborador de este diario afirma en sus Efemérides Argentinas que el 13 de julio de 1821, "se dio según lo asevera el coronel José Ildefonso Álvarez de Arenales en su Memoria Histórica el nombre de la Florida'', acción que tuvo lugar el 25 de mayo de 1814.

La bien nombrada como la llamó acertadamente Enrique Gómez Carrillo, o como lo escribieron Nicolás y Emilio Cócaro: ``Quienes caminan por ella se igualan en el amor a la ciudad, porque no hay argentino que no sienta la tentación de hablar de la calle del país de la calle Florida''.

Florida fue la calle de la mujer, con las grandes y famosas tiendas Gath y Cháves, A la Ciudad de Méjico y Harrods; pero estaba predestinado desde mucho antes porque don Juan de Garay al repartir los solares el que estaba ubicado en la esquina con Corrientes se lo adjudicó a una paraguaya Ana Díaz, la única mujer que integrara esa expedición de ``los mancebos de la tierra''.

Manuel Mujica Láinez en su `Misteriosa Buenos Aires' así la recordó: "Ella se aplicó en seguida a limpiar la maleza, como es joven y fuerte se basta para el trabajo. Ordeña las vacas, planta la huerta, cuida las gallinas''.

Excelente descripción de la primera mujer que habitó esa calle y su diario quehacer. Por otra parte, en ese solar, todavía se encuentran restos de antiguo edificio gótico de los Elortondo, el último de la numeración del 300 de la mano par, por largos años exhibió en sus ventanas una conocida marroquinería con hermosas carteras para la mujer. 

GRAN MUJER

No fue de las principales, que salían de la Plaza Mayor, pero fue la que con su primer nombre San José, llevaba a la Plaza del Retiro, donde estaba la Plaza de Toros. El de Unquera fue en homenaje a don Baltasar, muerto por el invasor británico en 1808, aunque por haber sido la primera en contar con el adelanto era la del Empedrado.

En esa calle estaba la residencia del acaudalado comerciante don Manuel del Arco, la primera con aljibe; su viuda Magdalena Trillo habría de casar nuevamente con Cecilio Sánchez de Velasco; y su hija Mariquita, llamada señora de Thompson o de Mandeville, al 271 de la actual numeración fue el más importante centro cultural desde los comienzos del siglo XIX.

Sin duda fue Mariquita la gran mujer letrada de su tiempo, y esa tertulia de su salón en la calle Florida sigue presente en el óleo del chileno Subercaseaux cuando Vicente López y el maestro Blas Parera daban a conocer en el Himno Nacional.

Santiago Calzadilla en las Beldades de su tiempo recordó que en Florida tenían su casa de comercio y residencia los Atkinson y Powles, donde Juan Pedro Esnaola hacía sentir ``sus inspirados valses y minuetes, en los pianos de Collart o Brodouet'', que introducían. 

El mismo autor evocó las tertulias, acercándose a la época de Rosas: ``Las más expectables eran las que se daban por las señoras de Rojas, frente a la casa de Mariquita en la calle del Correo (Hoy Florida). Esas reuniones, cuyos detalles marcaban ya, alguna variación en los usos, eran las que daban el tono social, y a ellas concurría la flor y nata de la juventud que es la que acepta todo lo que de moderno nos envía la Europa, dominando por cierto la de la Francia''.

Calzadilla mencionó en sus recuerdos a doña Flora de Azcuénaga ``cuyos extensos salones estaban calentados con tisús en invierno, a falta de chimenea, que no se usaba, por grandes copones de reluciente bronce, prendidos con carbón de leña, colocados en el medio de los salones, en donde se quemaban las pastillas de Lima, que abundaban entonces, preparados para recibir así a la alta clase, social y política, en esa gran casa situada en la esquina de Florida y (hoy) Rivadavia, No 17''. 

Allí eran habituales comensales Isabel Casamayor de Luca, Carmen Quintanilla de Alvear, Mariquita Sánchez, y Mercedes Lasala y Remedios de Escalada entre otras; reuniones diarias que se amenizaban ``con las noticias de los periódicos europeos, que traían los buques y paquetes ingleses de vela''.

``La dueña de casa le permitió al negro Domingo establecerse en el zaguán de la casa a la hora de la oración con su canasta y farolito de vela de sebo, para vender sus ricas masitas y célebres alfajorcitos, que en pocos momentos desaparecían''.

EL LUJO DE ANTAÑO

Otro viajero Xavier Marmier, da cuenta  del lujo de las mueblerías, joyerías y peinadores: ``He aquí las últimas sederías llegadas de Lyon, las cintas más flamantes de Saint-Etienne, las más recientes formas de corpiños y sombreros: Una joven prepara, detrás de una ventana enrejada una guirnalda de flores artificiales que figuraría muy honorablemente en un salón del barrio Saint Germain; un sastre aplica a los vidrios de su tienda el nuevo figurín del Journal des Modes que ha recibido ayer por el paquebote del Havre y  delante del cual se detendrán los elegantes''.

Un entierro de categoría no podía dejar de recorrer la calle Florida, aunque a veces le hicieran dar al muerto un largo paseo hasta su definitivo reposo. Victoria Ocampo recordó que su madre vio por primera vez a su padre desde un balcón de la calle Florida, de lejos en el ``lluvioso entierro de Sarmiento'', el día de la primavera de 1888 cuando el cortejo marchaba rumbo a la Recoleta. Esas casas ``con patios y jardines cedieron paso a las casas nuevas (contemporáneas de la nuestra de Florida y Viamonte), no se quedaron cortos los arquitectos en cuanto al tamaño'', apuntó más adelante. 

En esa calle Florida con la galería Van Riel, funcionó Amigos del Arte, entidad pionera de nuestra cultura que fue la idea de una mujer y que después Elena Sansinena de Elizalde llevó a los más altos exponentes de las letras y las artes.

Florida era la calle de los grandes desfiles de las fechas patrias, que María Rosa Oliver recuerda haber visto ``apretándonos el cráneo entre los barrotes de hierro en forma de lanzas cruzadas y con olor a frío, queremos ver apenas asome por Florida, la banda cuyos acordes la anuncian, haciendo volverse como un viento inclina a un trigal, todas las cabezas al mismo lado''. 

O como también lo recordara Carmen Peers de Perkins: ``En aquellos años no nos perdíamos los desfiles militares, contemplados desde algún balcón de la calle Florida'', porque quien no vivía sobre esa calle tenía algún amigo que recibía, y abría sus balcones porque además era de mal gusto tenerlos vacíos.

En Florida estaba la galería de Van Riel, donde fue una mujer Elena Sansinena de Elizalde quien continuó en Amigos del Arte la obra de Adela Acevedo, y lo más moderno del arte o del pensamiento. Allí junto a nuestros precursores exhibieron o disertaron los exponentes de las nuevas generaciones con renovado éxito e interés; entre ellos Victoria Ocampo, María de Maeztu, Mané Bernardo, Cata Mórtola de Bianchi y una lista inacabable.

CONTRA PERON

El 8 de setiembre de 1948 un grupo de mujeres encabezadas por Leonor Acevedo de Borges, su hija Norah y la escritora Adela Grondona de Legarreta se reunieron en la calle Florida para repartir volantes contra el gobierno de Perón y el proyecto de reforma de la Constitución, mientras cantaban el Himno. Un grupo de personas se unieron entre ellas dos damas uruguayas la señora de Moneta y su hija, que miraron por curiosidad y salieron de la boutique en la que estaban de compras; todas ellas que fueron a dar con sus cuerpos por un mes en la cárcel del Buen Pastor.

Por los 40 se estableció en Florida al 700 la firma Marilú Bragance, casa de moda que marcó a varias generaciones. Al 900 de Florida casi en el final vivía Esther Zuloaga, recordada amiga que por largos años se ocupó de la Plaza San Martín, ese pulmón verde e histórico en el que termina la calle que hoy celebra su nombre desde hace dos siglos. 

Esa calle que sirvió de escenario a numerosas películas, entre ellas en 1940 Isabelita, dirigida por Manuel Romero y protagonizada por Paulina Singerman, Sofía Bozán, Tito Lusiardo y Juan Carlos Thorry, en la que éste cantaba: ``A las cinco por Florida, muy bien vestida pasa Isabel''. Merecido recuerdo especialmente con mujeres que hicieron la historia de la bien nombrada.