En las últimas décadas los argentinos que abandonaron el país han dejado sus historias de superación y hoy son ejemplo por su capacidad emprendedora­

Migrantes argentinos por el mundo­

La búsqueda de nuevos horizontes laborales, la inseguridad, la incertidumbre política y económica han sido algunas de las principales razones por las que han decidido emigrar. Los datos oficiales señalan que hoy, un millón de argentinos residen en otros países.­

"Creo que la Argentina ya no ofrece las mismas oportunidades que hace 40 o 50 años. Nuestros padres también son inmigrantes y ahora mismo, si pudieran, se irían del país. La situación actual agota. El trabajador es siempre el m s exprimido. Las posibilidades de crecimiento trabajando honradamente, son pocas", resaltó a La Prensa Verónica Teme, especialista en comunicación corporativa e hija de inmigrantes paraguayos, que desde el 6 de abril pasado está radicada en España esperando sus documentos españoles.­

Junto a su hija Almudena de cuatro meses y su esposo Martín, hijo de un español que llegó a la Argentina siete décadas atrás, decidieron buscar oportunidades en el país ibérico. "Es ridículo pensar que uno debe luchar toda su vida para aspirar a un crédito y comprar una casa, cuando debería ser el derecho de todo ciudadano. En cualquier país civilizado, con un recibo de sueldo, tenés acceso a viviendas y préstamos sin que los intereses sean exorbitantes. Podes comprar un auto sin tener que endeudarte por años y, si querés comprarte un par de zapatillas no hay que sacarlas en 12 cuotas. Hace poco, me reía y me sorprendí a la vez porque le compramos a mi beba una cuna, y la pagamos con un billete y 3 monedas, algo totalmente impensado en la Argentina", se lamentó Teme quien forma parte de la última ola migratoria de argentinos en el mundo.­

En las últimas décadas el país ha tenido sucesivas oleadas emigratorias. La búsqueda de nuevos horizontes laborales, la inseguridad, la incertidumbre política y económica han sido algunas de las principales razones por las que los argentinos han decidido emigrar. Los datos oficiales señalan que hoy, un millón de argentinos residen en el mundo, lo que significa casi un 2,23 de la población actual del país, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).­

Con más experiencia viviendo en el exterior se encuentra Tomas Echeverría. Una oportunidad laboral en la consultora Accenture donde trabajaba en el 2000 fue el puntapié inicial para dejar atrás al país y mudarse con su esposa Mercedes y su hijo Santiago de un año, a Chile. Una década después, se presentó una nueva oferta de trabajo en EE.UU. y decidieron mudarse nuevamente, esta vez ya con la familia agrandada con la posterior llegada de dos hijos más, a la ciudad de Weston, a una hora al Noroeste de Miami. ­

Consultado sobre su percepción acerca de la continua emigración de argentinos, el consultor internacional explicó que: "Creo que las sociedades más desarrolladas son el resultado de pueblos con una conducta cívica más evolucionada, el país lo hacen las personas y cuanto más desarrolladas cívicamente están las personas más desarrollado terminara siendo su país. Al hablar de desarrollo me refiero a su educación, pero también a sus valores, su sentido de comunidad y su sentido de pertenencia con esa comunidad. En este sentido, creo que hay muchos argentinos que buscan desarrollar su enorme potencial fuera de Argentina porque el país no le ofrece estas posibilidades de crecimiento. El sacrificio vale la pena. Hay otros que no están dispuestos a realizar ese esfuerzo y se resignan a aceptar la realidad delegando esa posibilidad de emigrar quizás para sus hijos en el futuro. Llevamos 18 años fuera de Argentina y en perspectiva uno ve al país discutiendo los mismos problemas que décadas atrás. Poco se entiende que, teniendo los mejores profesionales de la región en las empresas del sector privado, tengamos tan mala gestión en el sector público. Poco se entiende el infantilismo de una parte de la sociedad que pretende que el Estado les resuelva todos sus problemas".­

 ­NUEVOS HORIZONTES­

Llegar a otro país conlleva el reto de generar confianza en el propio trabajo en un ecosistema que se mueve con sus propias reglas y cultura. "El mayor desafío en lo laboral fue ganarse la confianza del estadounidense. Que confíen en tus conocimientos sobre el mercado Latinoamericano y en tu trayectoria profesional. Al poco tiempo de interactuar con ellos uno se va ganando esa confianza. Esa interacción debe ser genuina y sincera, sin `sobre venderse' o generando altas expectativas o promesas que luego uno no puede cumplir, porque ahí se pierde la confianza", resaltó Echeverría.­

Una visión similar sostiene la empresaria argentina Luz Bencich, que siendo muy joven estudió en Suiza y posteriormente siguió viajando por Europa mientras descubría otras culturas e idiomas. Luego de vivir por varios años en Uruguay y en la Argentina, desde hace seis años decidió radicarse con su familia en la ciudad de Miami para abrir una empresa de desarrollo inmobiliario. "Acá no te conoce nadie y todo depende de tu buen desempeño. Fue un desafío que me lo tomé en una forma muy positiva ya que allá no era la hija de nadie, ni me miraban de acuerdo a mi apellido, ni a lo que había estudiado o de dónde venía, sino que me aceptaban por lo que yo estaba haciendo. Fue una experiencia que me ayudó a crecer en muchos sentidos", enfatizó a La Prensa Bencich, cuya familia viene desde hace 100 años erigiendo algunos de los edificios porteños más emblemáticos y, junto a sus famosas cúpulas, son parte de recorridos culturales y turísticos sólo para admirar su belleza arquitectónica.­

Consultada sobre el impacto que tuvo en su calidad de vida el radicarse a Miami, la empresaria respondió que en Argentina "económicamente nuestro estilo de vida era muy superior, no vine a hacerme el sueño americano, sino que simplemente no me cerraban un montón de ecuaciones de la sociedad porteña, de la inseguridad, de la falta de trabajo para la gente joven. No me arrepiento para nada, prefiero quedarme achicando lo económico, pero vivo y salgo tranquila a la calle y mis hijos pueden disfrutar de otra clase de circunstancias sin experimentar ese miedo con el que vivíamos en la Argentina".­

El teletrabajo, hoy tan común como resultado de la pandemia, permitió a Cecilia Tribulo mudarse hace 12 años a España, junto a su esposo Alejandro y su hija Lucía, entonces de un año, lo que les dio cierta seguridad sobre su manutención. "En realidad vine con trabajo desde Argentina dado que, al trabajar en consultoría, varias cosas podía hacerlas desde aquí de manera remota. Me sirvió para no sentirme tan a la deriva y con cierta seguridad, pero no podíamos vivir sólo con eso. Mi salario sólo cubría el 70% del alquiler", recordó a La Prensa la profesional argentina.­

Para algunos migrantes preservar las raíces rioplatenses, sin postergar sus sueños de proyección profesional, es un importante incentivo que define el destino para radicarse. "La inflación anual en general ronda entre el 7-10%. Los ajustes siempre van por lo que se llama Consejo de Salario que, en mi opinión no cubren la inflación, pero tampoco afectan la capacidad de ahorro y de compra significativamente", resaltó Tomás Sojo, que se fue de la Argentina en el 2015 al Uruguay para dirigir un equipo de trabajo y quien resaltó que "La mayor diferencia de vivir aquí es la estabilidad. Los aumentos en general son 2 veces al año. Se puede hacer un presupuesto familiar sin sobresaltos".­

 ­LAS BECAS­

Para los más jóvenes, obtener una beca de estudio en el extranjero es una de las vías más utilizadas para insertarse en la vida de otro país. Con título validado localmente y en la mano, la posibilidad de conseguir trabajo resulta mucho más fácil para comenzar una carrera. "En Italia, nuestro primer destino, no fue fácil. Tuvimos que empezar realmente de cero en todo. Desde el lugar donde vivíamos, ya que allí mientras mi esposo fue estudiante, compartíamos un departamento con otros dos estudiantes, hasta los afectos que fuimos ampliando de a poco hasta poder volver a formar una red", recordó a La Prensa Iris Sciammarella que emigró en octubre de 2002 para acompañar a Gonzalo, su pareja y hoy padre de sus hijos Julia y Federico, que había partido en mayo de ese año para cursar una beca en Italia de un master que había ganado en la UBA.­

Luego de casarse ese mismo año, y de finalizar el master y de muchas entrevistas laborales allá, su esposo consiguió quedarse en un puesto dentro de la empresa italiana que gestionaba el posgrado. Esa oportunidad le permitió crecer profesionalmente en el sector de la industria energética para luego mudarse a otras ciudades como Londres y Qatar por cuestiones del trabajo.­

Mientras tanto Iris continuó desarrollando sus actividades laborales brindando asistencia a la comunidad argentina que vive en el exterior. Actualmente radicada en Singapur, uno de los estados más modernos del mundo, la calidad de vida familiar es buena, pero exige un trabajo exigente según los estándares locales. "Acá no hay inflación, se puede saber con cuánto dinero se contará el próximo mes y hacer planes de acuerdo a ello. Sin embargo, el costo de vida es muy elevado, por lo tanto, los extranjeros que viven aquí por su trabajo, son generalmente profesionales muy especializados con sueldos que permiten mantener un buen nivel de vida a pesar de los gastos", enfatizó la profesional argentina.­

Recorrer los destinos exóticos y de gran diversidad cultural también es el inicio para radicarse finalmente en el exterior. "Siempre quise aprender chino y decidí que a mis 22 años era el momento justo para concretarlo. Amaba las tradiciones orientales y por tres años fui recorriendo la región. Después me quedó trabajando en el área de turismo en Tailandia y desarrollé‚ mi vocación por la fotografía. Esto último es lo que más aprovechó‚ ya que me permite vender mi trabajo en medios locales", explicó Juan Félix, quien se radicó definitivamente en el exterior.­

Luego agregó que: "el cambio cultural te hechiza y ya no te podés despegar de la vida que te rodea. El oriental es muy respetuoso y aprendes mucho de su filosofía de vida".­

LA ADAPTACION­

La experiencia de migrar requiere de un ajuste sustancial que en muchas ocasiones provoca altos índices de estrés y ansiedad. Para los migrantes y sus familias es un reto el poder "acomodar" todas las influencias adicionales, como es el contacto con una nueva cultura, la adaptación a un medio ambiente diferente y el tener que adaptar su propia historia dentro de su vida en un país nuevo que pueden representar una situación de riesgo.­

"Al viajar mi experiencia laboral, al menos el primer año, fue dura y de adaptación; aunque tuvo más que ver con el acostumbrarme a trabajar sola que con vivir en España. Hoy el teletrabajo es una realidad para muchos, pero hace 12 años no lo era. Tuve que adaptarme a trabajar sola durante muchas horas (tenemos 4 o 5 horas de diferencia con Argentina), a no interrelacionarme con nadie de manera presencial y sentirme muy sola al finalizar le día. Asimismo, aunque seguir trabajando para mi país y con gente que conocía muy bien me daba seguridad y un sentimiento de pertenencia, también hacía que mi inserción en España fuera mucho más lenta", enfatizó Tribulo sobre su experiencia del teletrabajo en otro país. Cabe destacar que hace dos años cumplió el sueño de comprarse una casa grande con financiación accesible a los sueldos con que cuentan con su esposo Alejandro, algo inimaginable con la inflación y la devaluación de la Argentina.­

El impacto familiar por los cambios culturales que surgen de migrar hacia una cultura distinta son otro foco de ajuste. "El desafío, más relacionado con la familia, fue la inserción de los chicos en el colegio. El adaptarse al idioma fue complicado los primeros meses para ellos. Si bien ellos tenían ingles en el colegio de Argentina, no es lo mismo cuando todo el contenido y el aprendizaje es un idioma extranjero, fue un poco estresante para ellos hacer ese "curso intensivo de inglés". A los 6 meses de estar aquí ya se desenvolvían sin mayores problemas, recordó Tomas Echeverría sobre la adaptación de sus hijos al nuevo ambiente que les tocó al llegar a Estados Unidos.­

Las reglas de convivencia con otra práctica religiosa y sus valores también son un factor que incide en la adaptación de los migrantes en el ambiente local. "El desafío más grande fue el shock cultural, ya que llegamos a la ciudad mormona de Salt Lake City, Utah. Otra religión y con reglas muy diferentes de vida que las nuestras. Era muy difícil hacer amigos y los largos inviernos de nieve eran difíciles y depresivos. El padre de mis hijos fue quien se dedicó a la parte laboral, yo tenía un hijo de 2 años y una beba de 45 días y mi tiempo estaba 100% dedicada a ellos y el hogar, en esta instancia me era imposible trabajar", resaltó a La Prensa Clara Helena "Kalala" Monsegur.­

Luego agregó que: "No fue fácil, fue un aprendizaje y una Universidad de vida, pero con mil posibilidades de crecer y tener independencia y seguridad propia, generando un futuro seguro sin altibajos y una oportunidad para nuestros hijos que dio frutos increíbles".­

 ­EXTRAÑAR Y DESENTRAÑAR­

Quizás el desafío más doloroso de todos los que migran es dejar atrás a los seres queridos. La familia, los amigos y las costumbres son para los argentinos el basamento de su espacio afectivo.­

"Lo que más se extraña al alejarse del ambiente familiar es lo cotidiano, el día a día. Juntarse en cualquier momento con la familia y amigos, que mis hijos jueguen con sus primos. Yo me doy cuenta que ellos extrañan mucho. Responder a la pregunta de por qué‚ no vivimos en Buenos Aires con todos no es nada fácil. El estar cerca nos ha permitido volver `de visita' muchas veces, aunque desde el año pasado se complicó por la pandemia. A veces lo lleva a uno preguntarse: `bueno, ¿hasta cuándo?'. Hoy en día nos comunicamos por WhatsApp y videollamadas, aunque a los chicos no les gusta mucho", reflexionó Tomas Sojo, desde Uruguay, quien tuvo a sus hijos en la Argentina.­

Una visión similar sostuvo desde Estados Unidos Tomas Echeverría que confesó que: "Alejarse de la familia es un impacto grande y que va aumentando con el paso del tiempo. Los primeros años los familiares vienen a visitarte o uno se organiza las vacaciones en Argentina para estar con la familia. Con el paso de los años ya los viajes no son tan frecuentes y ese distanciamiento se siente más. De todas formas, uno está en permanente contacto con los seres queridos, amigos y hoy la tecnología acorta mucho esas distancias".­

Finalmente, vivir en el extranjero provoca una necesidad de seguir buscando nuevos horizontes de crecimiento profesional o simplemente de mejorar su calidad de vida, pero sin perder las tradiciones argentinas. "Mi hija va a comer mucho dulce de leche, va a conocer los pastelitos y las facturas. Por suerte, habiendo tantos argentinos acá, vamos a poder darle a conocer mucho de lo nuestro. Y más allá de lo culinario, le hablaremos de nuestra historia y trataremos de contarle por qué‚ tuvimos que irnos, que no fue sin dolor'', concluyó Verónica Teme desde España sobre mantener las raíces argentinas.­

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