DOS RECIENTES INVESTIGACIONES ABORDAN VIDA Y OBRA DE FLORENTINO AMEGHINO

Nueva mirada al "sabio nacional"

Considerado como la primera figura de la ciencia argentina en alcanzar trascendencia internacional, la trayectoria del célebre paleontólogo exhibe las luces y sombras de la Generación del 80. Reportaje a la especialista Irina Podgorny.

"Los griegos urdían leyendas alrededor de sus grandes hombres para templar el corazón de sus hijos. A nosotros nos basta reconstruir la historia de Ameghino, tan fecunda como una leyenda, para fijar ideales en el alma de la juventud. Has muerto pero vives en el corazón de los argentinos como un Verbo Alimentador", fueron algunas de las elogiosas palabras que se pronunciaron durante el sepelio de Florentino Ameghino aquella fría mañana de agosto de 1911 en el Cementerio municipal de La Plata.

El paleontólogo, geólogo y antropólogo, considerado como la primera figura de la ciencia nacional en alcanzar trascendencia internacional, había sido erigido como el Sabio Nacional, con mayúsculas, por la Generación del Ochenta, que con luces y sombras, ostentaba las ideas del orden, el progreso y la civilización como banderas para regir los destinos de la Nación.

A pocos meses de cumplirse 110 años de su desaparición, Irina Podgorny (Antropóloga y Doctora en Ciencias Naturales por la Universidad de La Plata) rescata en dos exhaustivas investigaciones (Florentino Ameghino y hermanos, Edhasa, 346 páginas, y Los argentinos vienen de los peces, Beatriz Viterbo Editora, 187 páginas) no sólo la atrapante vida de Ameghino sino también sus teorías y hallazgos.

La autora ofrece además, en estos dos libros que se complementan, un reflejo de la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX, de los comienzos de la paleontología local, la relación con la política y las técnicas culturales que modelaron la subjetividad de los argentinos de aquellos años como los medios de comunicación.

En diálogo con La Prensa, Irina Podgorny aborda todos estos temas que fueron construyendo la figura de Ameghino, "un héroe del siglo XX", como ella misma lo define, que supo modelar gran parte de la cultura argentina.

-¿Cómo es su relación con Florentino Ameghino?

-Ameghino me acompaña desde mi tesis doctoral sobre el pasado prehispánico en la historia de la educación y de los museos argentinos y, aunque lo he intentado varias veces y ya estemos en la segunda década del siglo XXI, no he logrado separarme de él. Siempre me cruzo con algún material desconocido, como una foto o un homenaje en Moscú, por ejemplo, donde algún detalle me permite replantear lo escrito en la década anterior.

-¿Estos dos libros son producto de ese vínculo, casi familiar, con el científico? 

-Nacieron con mi vida como investigadora a fines de la década de 1980. Están muy emparentados entre sí y son el resultado de una relación longeva. El primero, Florentino Ameghino y hermanos, surge de una carpeta que encontré por casualidad en la Biblioteca Furt (partido de Luján) donde la vida de Ameghino aparecía contada por los recortes de diario que él mismo coleccionó desde 1873. Allí, contrariamente a la idea acerca de su postergación, se ve que, desde muy temprano, se vuelve -gracias a sus amigos de los diarios- un protagonista de las noticias científicas y, al mismo tiempo, que es alguien muy consciente de que su futuro se juega en esa arena. La lectura de la prensa de esas décadas no deja de sorprender por el exquisito uso de la ironía donde los fósiles descubiertos se mezclan con la sátira política para pegarle a unos y a otros.
Y el segundo, Los argentinos vienen de los peces, surge de juntar el relato sobre el primer encuentro entre Florentino y Hermann Burmeister, el director prusiano del Museo Público de Buenos Aires, con la foto de un bagre descubierto en el Río Luján hacia 1870. En ese episodio se origina el empeño de Ameghino por transformarse en la autoridad paleontológica del país. Esto sí fue una sorpresa: se trata de una historia que ha pasado desapercibida. La escribí con apuro, entusiasmada y, al año siguiente, obtuve una mención en el concurso de letras del Fondo Nacional de las Artes.

HOMBRE DE SU TIEMPO

-¿Cuáles son las características que hacen a Ameghino un representante de la generación del "80? 

-Los que inventan la existencia de esa generación le adjudican a Ameghino los atributos con la que la caracterizan: exaltación de la ciencia, del laicismo, de la educación estatal. Pero la línea historiográfica con la que me identifico no utiliza esa categoría o la ha matizado. Eso no quita que le dedique muchas páginas al año de 1884, fecha de publicación de Filogenia y de los conflictos entre la Iglesia y el Estado. Otras palabras que tampoco figuran en mi obra y que suelen asociarse a esa generación, son positivismo y darwinismo: explican poco y esconden mucho. Prefiero ir a los detalles más minúsculos, buscar la articulación entre ciencia y política en sitios menos evidentes. El Ameghino de estos libros es un caballero -como la mayoría de sus colegas- para quien la evolución ya no se discute, para quien Darwin y Wallace se han equivocado en muchas cosas, obsesionado con sus huesos y por la supervivencia de su empresa fosilífera pero bastante menos con el destino de la nación. Y los políticos que lo ayudan tampoco están muy interesados en las instituciones que crearon; se olvidan de ellas, las inauguran con discursos rimbombantes, se van, fundan otra al lado y le quitan el presupuesto a la primera. En ese sentido, Ameghino es un señor que vive las crisis y los avatares de la Argentina moderna.

-¿Cuál es el legado científico de Ameghino?

-Su gran contribución reside en el estudio de los mamíferos fósiles del Cenozoico sudamericano exhumados, en gran parte, por su hermano Carlos en la Patagonia de la década de 1890. Su trabajo revela una fauna desconocida y hace que la casa y la colección de los Ameghino y la Patagonia se vuelvan un centro mundial para el estudio de los vertebrados fósiles, visitados por estudiosos de todo el mundo. Eso sin contar las cartas que llegan y salen de esa casa desde y hacia los destinos más diversos. Por otro lado, en cooperación con Hermann von Ihering, malacólogo de San Pablo (Brasil) y con los hermanos Doering, científicos alemanes de la Academia de Ciencias de Córdoba, elaboran una clasificación de los estratos geológicos más recientes y, con el primero, una teoría sobre el origen y distribución de los mamíferos.

-¿Y su teoría sobre el origen del hombre?

-Ameghino, a fines de la década de 1870, aboga como otros por la "antigüedad del hombre en el Plata", una frase que no se refiere al origen de la humanidad sino a la comprobación que en las pampas había habido gente que había convivido (y se había comido) a animales hoy extinguidos, como el gliptodonte y el megaterio. Es decir, que la prehistoria había ocurrido también en nuestras latitudes. Sus teorías del siglo XX sobre el origen de los antepasados del género Homo en territorio sudamericano fueron estudiadas, pero no tuvieron demasiada vida en el mundo científico. Sobrevivieron, sí, en los manuales escolares en los que nos educamos (nosotros, los argentinos, pero también los peruanos y los mexicanos) hasta la década de 1980. Algo importante: salvo esta última, en la que von Ihering lo deja solo, la mayoría de sus ideas son el resultado de la cooperación con otros, del intercambio de colecciones y observaciones. Lejos del Ameghino aislado, mi libro insiste en ese lado colectivo.

POLEMICAS

-Su carrera científica estuvo marcada por disputas. ¿Por qué?

-Quizás los únicos que pudieron criticarlo sin despertar su ira fueron Ihering y Eduardo Holmberg (médico, naturalista y colaborador). Pero Florentino, en parte incentivado por la prensa, se enfrentó públicamente con todos aquellos que no le daban la razón. Gracias a estas peleas, Ameghino ganó notoriedad y los diarios, noticias. No olvidemos que se trata de una época donde los cargos, desde la dirección de una escuela a la dirección de un museo, se dirimían por intervención directa de los ministros y que las campañas en la prensa ayudaban.

-¿Cuáles fueron los motivos de esas controversias?

-Fueron varios. Por ejemplo, con Francisco Moreno se enfrenta por la falta de dinero para la construcción del Museo de La Plata que demora las publicaciones donde quiere publicar sus hallazgos. Y con Hermann Burmeister, por el bagre original (que es la historia de Los argentinos vienen de los peces). Muchos han querido ver en esas peleas un enfrentamiento entre darwinistas y antidarwinistas. Pues... no, las cosas, al final, tienen bastante menos épica.

-¿Cómo parte de la Generación del 80 recibió apoyo del Estado?

-Sí, muchísimo. Además de varios empleos y encargos, obtuvo subsidios para explorar la provincia de Buenos Aires, publicó en las revistas de la Academia Nacional, se lo contrató en Córdoba, en La Plata, obtuvo pases en los barcos que hacían la carrera al sur y, finalmente, fue profesor en la Universidad Provincial de La Plata y director del Museo Nacional desde 1902 hasta su muerte en 1911. En la década de 1890, es cierto, solventó sus trabajos con dinero propio y el apoyo de varios políticos, intercambiando fósiles por mulas. "Deje de quejarse que Usted ha pedido y ha tenido", le dice Holmberg a Ameghino. Sin embargo, no va a parar de hacerlo hasta ser director del Museo y ocupar el puesto de Burmeister.

-¿Cómo definiría a Ameghino? 

-Un hijo de inmigrantes de Liguria que, radicado en una zona rica en fósiles y visitada por naturalistas, tiene la inteligencia suficiente para entrever una carrera en ese ramo. Es decir, el de la historia natural, donde gracias a un recurso disponible y a unos hermanos dispuestos a dejarse guiar por la voluntad del mayor, se hace un nombre en el país y en el mundo. Un estudioso que, a partir de su muerte, lo erigen como un santo laico, un héroe del siglo XX que modela gran parte de la cultura argentina del siglo pasado y sobrevive, como el bagre de mi libro, enquistado en nuestro presente.