"La no presencialidad causó graves retrasos en el lenguaje"

El pediatra Gustavo Abichacra, presidente de la asociación Dislexia y Familia (Disfam), reflexionó sobre el "drama de estudiar" en pandemia para los chicos con dificultades específicas de aprendizaje.

La dislexia es una alteración de base neurobiológica que afecta los procesos cognitivos relacionados con la lectura. Entre el 7 y el 10 por ciento de los alumnos presentan esta condición y requieren adecuaciones específicas en la forma de recibir la información y de expresar sus aprendizajes. Sin embargo, si en la escuela prepandemia tenían que luchar para que se reconociera su condición, en la virtualidad se vieron expuestos múltiples presiones que les dejaron consecuencias emocionales y psicológicas graves. El pediatra Gustavo Abichacra, presidente de la asociación Dislexia y Familia (Disfam), reflexionó sobre el "drama de estudiar" en pandemia.

-¿Cómo la pasaron los alumnos con dislexia durante la suspensión de la presencialidad?

-Muchos chicos, que venían ya muy agotados de la escuela, se sintieron aliviados con la ausencia de la presiones. Pero para otros fue muy doloroso y se la pasaron llorando frente a los zoom, con las consecuencias psicológicas que implica estar expuesto a algo que no pueden hacer frente a su docente, sus compañeros e, incluso, sus familias.

Algo muy llamativo es que en pandemia se diagnosticaron muchos más chicos que antes, porque los padres, al hacer junto a los hijos las clases virtuales, se dieron cuenta de las dificultades que tenían para leer.

-¿Pudieron adaptarse a la virtualidad?

-Al principio, desde las escuelas les mandaban tareas enormes y no las podían hacer solos. Entonces dependían mucho de sus padres, que igualmente estaban muy exigidos desde sus trabajos, con lo cual la vida familiar fue un caos.

Los chicos con dislexia ya vienen volando bajito, no tienen una autoestima alta y, a lo mejor, el único momento en que eran valorados era cuando hacían algún deporte. Para muchos, la pandemia les cerró lo único que tenían para agarrase que era lo social.
Todas estas situaciones trajeron aparejada una repercusión emocional tremenda y se multiplicaron los trastornos del sueño, de ansiedad, de la alimentación y depresiones.

-¿Las escuelas hicieron adaptaciones?

-Si ya costaba que se hicieran en la presencialidad, menos se hicieron virtualmente. Salvo algunos casos muy aislados, no se contempló a los chicos con dislexia: en parte porque muchas docentes no sabían cómo hacerlas, pero también porque no tenían tiempo, ya que tuvieron una sobrecarga laboral inmensa.

-¿Cuáles fueron las consecuencias de cortar las clases?

-Lo que hubo fueron retrasos del lenguaje y de la estimulación de la lectura. Todos los chicos cuando empiezan a leer necesitan una instrucción explícita de la lectura, pero esto se vuelve fundamental cuando tienen dislexia.

Durante la virtualidad, hubo una pérdida muy importante en el lenguaje. No se puede adquirir la lectura como se adquiere el habla, porque no es una habilidad innata. Si no se enseña de forma explicita, los chicos no aprenden solos, y los padres no tienen los conocimientos para hacerlo. Al contrario, a veces los presionan para que lean más sin saber cómo enseñarles.

Además, el aislamiento trajo graves problemas con la adquisición de la "conciencia fonológica", porque al no hablar con otros, no se tiene el ejercicio mental que va a servir para unir un sonido con una letra. Sin contacto con otros estímulos, los chico vieron muy disminuido su aprendizaje del lenguaje.