A 39 años de la Gesta de Malvinas. Los dramáticos recuerdos de Ricardo Frecha, de la Compañía de Comandos 601 (Primera parte)

Un capitán a prueba de balas

Durante la guerra, soportó el ataque inglés, rescató a un piloto enemigo y descubrió bombas racimo, prohibidas por la Convención de Ginebra. Fue reconocido en el mundo por crear un sistema para lanzar misiles.

Cuando comenzó la Operación Rosario, el 2 de abril de 1982, el capitán Ricardo Frecha ni siquiera imaginaba lo que unos días más tarde le tocaría vivir. Su vida pasaba del entrenamiento militar a las pinturas, un hobbie que continúa hasta el día de hoy.

Integrante de la Compañía de Comandos 601, se especializaba en las armas antiaéreas y antitanques, e incluso había sido instructor, una formación que a la postre sería su pasaje directo hacia las Islas Malvinas.

``Yo pertenecía a una fuerza especial de comandos que se llamaba Halcón 8, que fue creada para luchar contra el terrorismo en ocasión del Mundial 78, porque se temía que pudiera haber atentados durante la organización. Ibamos a actuar en el caso de que hubiera secuestros, toma de rehenes. Poco tiempo después eso se consolidó en el conflicto con Chile, porque vivíamos con una tensión constante. Cuando en el 82 se produce el desembarco en Puerto Argentino, ese día yo tenía que hacer mi primer salto en paracaídas a gran altura. Entonces en el trayecto prendo la radio del auto y escucho: "Flamea la bandera argentina en las Islas Malvinas". Nunca supe lo que iba a suceder, y mirá que soy pariente de quien fue el jefe de la Fuerza Aérea, el brigadier Lami Dozo, que era primo de mi madre'', relata a La Prensa en un bar de la Ciudad, mientras recuerda con su celular algunas fotos de la contienda.

``Alrededor del 17 de abril -continúa- recibo un mensaje militar que decía: "Capitán, presentarse al primer medio en las Islas Malvinas". Voy con mi jefe (NdR: el mayor Mario Castagneto) y le digo: "me tengo que ir". Se pone a mirar y me lee "Tema: asesoramiento misiles antiaéreos. Tiempo de la duración: a determinar por el jefe del Ejército (Galtieri)". Luego de eso agarro mi equipo, me despido de mis viejos y me voy a El Palomar haciendo dedo. Ahí tomé un vuelo directo hacia Puerto Argentino''.

-¿Eso fue en un Hércules? ¿Cómo vivió el primer día?

-Sí, que llevaba repuestos de Pucará. Una vez llegado a Malvinas me encuentro a Lami Dozo, que casualmente estaba de visita, lo saludé y me asignaron un Jeep. Me alojé en el cuartel de los Royal Marines y a partir del día siguiente comencé a recorrer todas las posiciones del Ejército en Darwin, Howard y Fox con un helicóptero Puma, esos de doble turbina que tienen capacidad para 20 personas. Al tercer o cuarto día apareció el resto de mi gente, la Compañía de Comandos. Estuve así hasta el 1º de mayo, día en que se produce el bombardeo al aeródromo y ahí el gobernador ya ordenó que me agregara a mi compañía.

-¿Qué tarea le ordenaron?

-En ese momento fui como jefe de personal, no como segundo jefe porque habían venido otros oficiales que tenían más antigüedad que yo. Es así como pasé a pertenecer a la plana mayor de los comandos, participando en operaciones de distintas maneras. Primero, planificando temas de personal, o sea quién va en una patrulla, quién va en la otra... Por ejemplo, teníamos cuidado de mandar a uno que se iba a casar, o que iba a tener un hijo, cosas que tienen que ver con lo humano, con la moral, con la disciplina. Pero el jefe, que era un tipo muy sabio, se involucraba en las operaciones y nos hacía participar a nosotros también, a la plana mayor. Castagneto era un jefe perfecto. Una maravilla de persona. Tal es así que creo que fue el único jefe condecorado al Valor en Combate.

-¿Qué sintió en el primer contacto con el fuego?

-La verdad, nada. Sólo excitación. Suena feo lo que voy a decir, pero el entrenamiento que tuvimos fue tan duro, tan pesado, que la guerra no pareció tanto como el entrenamiento. Había pequeños momentos de acción. El primer incidente feo fue un ataque en la isla Borbón, donde los ingleses habían destruido aviones a hélice que estaban estacionados en una pista abandonada. Nosotros, que estábamos enfrente en San Carlos, recibimos el aviso de que había problemas allí, una zona custodiada por infantería de Marina. Entonces fuimos a ver qué pasaba en helicóptero. Al otro día nos atacan dos Harrier. Nos tiran y nosotros se la devolvimos con dos misiles. No le pegamos, pero sí fue el primer hecho de combate. ­

-Nicolás Kasanzew, en una de las varias menciones que hace de usted en su libro `Malvinas a sangre y fuego', destaca el derribo de un Harrier con un misil.

-Ese es otro. Habían atacado posiciones en Puerto Argentino, habían derribado aviones, pero no entraban mucho porque teníamos defensa antiaérea. Cañones que eran muy eficaces y misiles Roland. Pero no habían actuado los lanzamisiles de los regimientos. Entonces un día viene el gobernador y me dice: "Ricardo, vos que hiciste los cursos, sos instructor de esto, ¿por qué no llevan ustedes los misiles y se hacen un grupo?". Esto como consecuencia de que no había habido acción de esos grupos y cada día mezquinaban más la salida de los helicópteros porque eran fácilmente derribables, por eso nos obligaban a ir caminando en casi todas las operaciones. Y estoy hablando de 50 kilómetros. Por eso me dice: "si ustedes van con los misiles, pueden proteger a los helicópteros que salen de Puerto Argentino". Yo mucho no estaba de acuerdo, pero me contesta: "si logran derribar un Harrier que vale 25 millones de dólares, y al piloto que vale más que eso, está justificada toda tu existencia en Malvinas". Dicho esto, me junto con el Gallego Fernández, que era subalterno mío, y nos organizamos para tirar adecuadamente con esas armas.­

-¿Es cierto que inventaron una forma de tirar?

-Sí. Nos pusimos en forma de triángulo orientados hacia la posible zona de aproximación de los aviones enemigos. A eso le llamamos Grupo de Emboscada Antiaérea, porque los aviones no atacan de cualquier lado: lo hacen con el sol en la espalda, dependiendo de las alturas, mirando la distancia... El 21 de mayo se produce un desembarco en San Carlos y había dado vueltas un pack de protección, que son parejas de dos aviones. Como estos misiles que teníamos eran británicos, si el avión era británico el misil no salía. Entonces hubo que hacer una adaptación para que el dispositivo que manda la señal no estuviera activo. A las 8 de la mañana nos mandan un alerta roja y nos pusimos en posición: a lo lejos nos parecían dos gaviotas, hasta que se fueron acercando. Ya estábamos seguros de que eran ellos, porque tenían un humo negro muy visible abajo. Cuando ves ese timón de cola ya está a 3.000 metros, y ahí tiramos los dos misiles. Uno de los pilotos viró y nos pasó por arriba, pero tan cerca que le veía los remaches al avión. Además, sentimos el olor a combustible y vimos la expresión del piloto con el casco hacia un costado, mirando el suelo. Por hacer eso casi se come el cerro que estaba atrás, pero se ve que le dijo algo a su compañero porque cambió su trayectoria. En ese ínterin, tiramos dos nuevos misiles. El mío hace una voltereta hacia abajo y pega en la tierra, cerca del avión. El segundo misil, que tira Fernández, explota debajo, no le pega directamente. En el momento que explota se desinfla el ruido del motor, se apaga. Y cuando empieza a caer en tirabuzón, el piloto eyecta. El avión cae y desfila como 2 kilómetros frente a nosotros en el agua. Lo rescatamos, lo trajimos y lo pusimos prisionero. 

-¿Cómo se llamaba?

-Jeffrey Glover. En ese momento le hablamos, lo curamos porque tenía partido el labio, una fractura en la clavícula, le convidamos cigarrillos. Lo abrigamos pero el tipo temblaba, no sólo porque estaba mojado sino también por las explosiones. Hoy hasta tengo sus guantes. Tenía unos 25 años. Cuando examinamos su avión encontramos varias sorpresas: una, que era un Harrier, no Sea-Harrier, y dos que tenía bombas racimo, que no se pueden usar por la Convención de Ginebra. Ellos se quejaron de que nosotros teníamos Napalm, pero ellos tenían bombas racimo. ­

-¿Nosotros teníamos Napalm?

-Sí, pero no se usaron. Y te voy a decir por qué: antes de que llegaran los ingleses hicimos una prueba en un islote y se abrió toda la tierra. Como el suelo de Malvinas es turba, es combustible, es un estadío previo del carbón. Entonces no se usó porque podía volverse en contra. Además, descubrimos que este avión estaba repintado debajo con distintos tonos de gris y de verde oscuro y negro. Eso quiere decir que EE.UU. le cedió aviones a Gran Bretaña. Es uno de los elementos que descubrimos como patrulla de inteligencia, que estaban colaborando con los británicos.