Páginas de la historia

Un humorista singular

"En el gran artista, importa la creación y no sus carencias"

 Podríamos definir a Alberto Olmedo como un humorista singular. O como un excepcional actor cómico. Dejó este mundo, a los 54 años, un 5 marzo de 1988, es decir, hace 33 años. Su muerte, jamás suficientemente aclarada, se debió, es sabido.  A una caída desde el undécimo piso de un edificio en Mar del Plata. Nunca se supo realmente si el accidente fue voluntario o producto de algún exceso.  ¿Pero… acaso tiene importancia el porqué?.
Lo que sí importa, es el vacío que dejó como ser humano y como artista. Porque fue muy valorado en el aspecto actoral y también despertó mucho afecto como persona.

El “Negro Olmedo” como le decían, se casó primero con Judith, que trabajaba en Canal 7. Con ella tuvo tres hijos varones. Luego, estuvo casado durante muchos años con Tita Rousse, con la que tuvo otros dos hijos; Javier y Sabrina.

Después, llegó a su vida una actriz y vedette: Nancy Herrera.  No voy a entrar en su intimidad porque debo respetarla.
Fue un hombre que vivió intensamente. Conoció el prestigio y también la popularidad, que es otra cosa y poseyó el dinero que suele acompañar a esta última.

Si realmente fue feliz, sólo lo supo él y se guardó dentro de sí, el secreto. Filmó numerosas películas. La primera, de 1959. Tenia 26 años. En ella interpretó un pequeño papel, se llamó “Gringalet”, que dirigió Rubén Cavallotti. Fue protagonizada por Graciela Borges, Raúl Rossi y Beatriz Taibo.

El primer papel protagónico –tenía ya 30 años- fue “Las Aventuras del Capitán Piluso”. Luego filmó “Hotel Alojamiento”, “El Andador” y otras.  En 1973 –ya tenía 40 años- cuando hizo su primera película con Jorge Porcel, dirigidos por Gerardo Sofovich. De ahí en más, filmó docenas de películas, que representaron éxitos comerciales, aunque artísticamente, las hubo buenas, regulares y de las otras.

La TV fue su primer amor. Dentro de ella, antes de ser la estrella que llegó a ser, realizó numerosas tareas: tiracables, iluminador, hasta maquillador. Y ya como actor principal se recuerda especialmente “No Toca Botón”, “Operación Ja Ja”, con sus geniales creaciones de Rucúcu, un genial y absurdo presentador; y también el gran Gral. González.

Fue un improvisador exquisito y un actor instintivo. Esta faceta se reveló especialmente en “El Manosanta”, con su inseparable “partenaire”, Javier Portales. Y cierro esta nota con una anécdota que define la condición humana de Alberto Olmedo. Un excelente actor que lo acompañó durante años, se llamó Delfor Medina, que falleció hace poco tiempo. En una ocasión, Alberto Olmedo tuvo una especie de descompensación, que se tradujo en un prolongado desmayo. Delfor Medina lo acompañó a un sanatorio, donde permaneció 6 ó 7 horas con él, mientras los médicos controlaban a Olmedo, hasta que finalmente, resolvieron darle el alta. 

Tres o cuatro años después, a Delfor Medina, el canal decidió –por razones de economía- no renovarle el contrato. Olmedo se presentó al gerente artístico del canal diciéndole:  -“Si a Medina no le renuevan el contrato, yo no firmo el mío”, que –agrego- era por mucho dinero.  El actor Medina, se acercó a Olmedo diciéndole: -“Vos firmá. ¡Qué tenés que ver con mi circunstancia!”.

Y Olmedo le respondió: -“Hace unos años, cuando tuve un problema de salud vos estuviste cerca mío. ¿Cómo puedo yo ser tan ingrato y no estar en este momento junto a vos?”.

Creo que esta anécdota, (que jamás comentó) aún en su simpleza, define mejor que cualquier adjetivo elogioso, el espíritu solidario de Alberto Olmedo.
Y un aforismo final para el “hombre” Olmedo, más que para el artista:  “Hay que tener mucho adentro para sentir lo de afuera”.