LOS HEROES DE LA PATRIA

Los sesenta granaderos

Sobre fines de la década de los `50 y principios de los `60 estalla en nuestro país, entre los jóvenes de la época, una moda o si se prefiere una plausible forma de expresión cultural, abrazada como un entretenimiento por algunos, o como el nacimiento de una genuina vocación artística por otros. La guitarra, el bombo y el folklore pasan a ser elementos esenciales en las reuniones sociales de todo tipo, propias de la juventud de aquellos años.

En las playas durante el verano, en fogones, o en casas de familia donde se realizaban los "asaltos", que no eran delitos, sino reuniones, algunas "sorpresivas" para el anfitrión, y en las cuales las señoritas llevaban la comida y los varones la bebida, era común que se organizaran peñas donde varios se lucían interpretando los más granado del repertorio de nuestra música tradicional. También en colegios y escuelas los alumnos hacían gala de sus dotes en "el arte de las musas" en diferentes actos escolares.

Los jóvenes de entonces cantábamos a la Patria una gran variedad de zambas, cuecas, chacareras, chamamés. Algunas parejas audaces se animaban, con natural garbo y donaire, a ensayar elegantes figuras coreográficas de nuestra tierra que enriquecían la velada. ¡Cómo no agradecer a los autores de aquellas obras musicales que tanto disfrutábamos! Vienen a la memoria Atahualpa Yupanqui, Eduardo Falú, Jaime Dávalos, Gustavo "Cuchi" Leguizamón, Los Hermanos Abalos, Ernesto Cabeza y tantos otros. Nuevos "himnos" se incorporaron a nuestra cultura adolescente, que interpretábamos con devoción y cierta fresca osadía, en aquellas memorables y alegres tertulias juveniles.

"La López Pereyra, "Tonada de un viejo amor", "Chakay Manta", "Luna Tucumana", "La Nochera", "Kilómetro 11", "Sapo Cancionero", "El Arriero", "Jangadero", "Zamba de mi Esperanza", y muchísimas más, eran algunas de las piezas de nuestro folklore que formaban parte del repertorio que, como solistas, dúos, conjuntos o bien acompañados por todos los presentes (una suerte de coro improvisado), se cantaban en los atardeceres y hasta bien entrada la noche. No era necesario ser muy entonado, como era mi caso. Bastaba con animarse.

En esos años de surgimiento del folklore en la juventud, varios programas de televisión auspiciaban esta "onda tradicional". Uno de ellos, y quizás el más significativo, fue "Guitarreada" en 1961 que se transmitía por Canal 13 y fue todo un éxito.

Pero había una cueca que era infaltable y obligada. No interpretarla o no conocerla era casi una herejía criolla. Su letra, su melodía, su ritmo y armonía invitaban, y aún lo hacen, a emocionarse y a que el espíritu vibre cuando llega el momento de cantar el estribillo. Es una obra que nos traslada al pasado histórico de nuestra Patria y a una de las más grandes hazañas épicas.

Esa magistral y maravillosa cueca, e inspiradora de los más nobles sentimientos, era "Los Sesenta Granaderos".

EL HECHO HISTORICO

En 1819 nuestro Libertador General San Martín se encontraba en Mendoza, luego de triunfar en Chacabuco y Maypú y asegurar la independencia de Chile. El 9 de junio de ese año le escribe a su amigo Tomás Guido, diciéndole que se hallaba "postrado en cama" por una fístula provocada por sus hemorroides agangrenadas y el 12 de agosto que "ya estaría en Buenos Aires a no haber sido un diabólico ataque de reumatismo inflamatorio que me ha tenido once días postrado de pies y manos y sufriendo los dolores más agudos". Su viaje era necesario para conseguir apoyos y poder así continuar su epopeya rumbo al Perú. Sin embargo, en septiembre, su salud lo obliga a detenerse en San Luis.

Durante esa demora para llegar a Buenos Aires, el escenario político del país se agravaba. La sanción de la Constitución de 1819 había generado otro golpe de escena: la renuncia de Juan Martín de Pueyrredón al cargo de Director Supremo y la asunción en su lugar de José Rondeau.

Tres años atrás, el apoyo de Pueyrredón al plan de San Martín de cruzar la cordillera y atacar a los españoles en Santiago de Chile fue decisivo. El Director Supremo había accedido a los pedidos de San Martín para llevar a cabo esa gran cruzada independentista.

El Libertador continuó su viaje a la capital recién en los primeros días de octubre de 1819. El día 3 le escribió a O'Higgins: "Muy restablecido de mi larga y penosa enfermedad, me pongo en marcha mañana para Buenos Aires". Sin embargo, al llegar a la Posta del Sauce, en el sur de la provincia de Córdoba, el General recibió la noticia del alzamiento militar de los caudillos federales del litoral contra el Directorio, así que decidió regresar a Mendoza.

El 8 de octubre el Director Rondeau le ordenó a San Martín que abandone Mendoza y marche con toda su caballería rumbo a Buenos Aires y que enfrente a las partidas que Estanislao López y Francisco Ramírez pudieran haber dispuesto en el camino.

San Martín eligió desobedecer al gobierno de Buenos Aires y marchar a Chile para luego continuar su campaña al Perú. Fue consecuente con su pensamiento, expresado algunos meses antes, cuando el 13 de marzo le escribió al gobernador santafesino Estanislao López: "Mi sable jamás se sacará de la vaina por opiniones políticas, como éstas no sean a favor de los españoles y su dependencia". El 9 de noviembre le escribió a Bernardo de O'Higgins: "Se va a cargar sobre mí una responsabilidad terrible, pero si no se emprende la campaña al Perú todo se lo lleva el diablo".

Ya decidido, el Libertador enfrenta un nuevo obstáculo: su deteriorada salud. Pero debía cruzar los Andes y seguir al Perú. El general Rudecindo Alvarado, que estaba a cargo de la salud de San Martín, ordenó entonces la construcción de una litera para trasportar al enfermo. Parecía una locura, pero sería una más de las tantas de la guerra por la independencia de América.

Sobre los últimos días de 1819, un cortejo de soldados pertenecientes al glorioso regimiento creado por el Padre de la Patria trepó los caminos de montaña llevando a su jefe en una camilla para retirarlo del escenario de guerra civil que se avecinaba en el país. Se turnaban para llevar al General. Eran los sesenta granaderos.

Un año y medio después, mientras la guerra civil entre unitarios y federales asolaba a Buenos Aires y las provincias del Interior, el General José de San Martín entraba en Lima, declaraba la Independencia del Perú, y asestaba un golpe letal al poder realista en Sudamérica.

LA CUECA

Inspirado en este hecho histórico, Hilario Cuadros, mendocino nacido en 1902, escribe la letra de "Los Sesenta Granaderos". A pesar de ser de pura cepa lugareña cuyana, una tradición dice que "la cueca que recuerda al arriero que reza al pie del Cristo Redentor por los granaderos que cruzaron la cordillera con San Martín muy enfermo" no nació en La Cañadita Alegre o un bodegón cuyano, sino que fue a fines de los años `40, en el porteño Bar "El Pensador", ubicado en Hipólito Yrigoyen y Luis Sáenz Peña.

La música de la cueca es de Félix Pérez Cardozo, paraguayo y autor de memorables piezas. En la Argentina cosechó grandes y muchas amistades notables, entre ellas, la de Hilario Cuadros.

Seguramente ellos se conocieron en esas noches de bohemia porteña, de guitarras y canciones, que duraban hasta la luz del nuevo sol. Ambos compositores y maestros de la música folklórica, sentados en aquel rincón porteño, hicieron brotar solo "las primeras estrofas y los ocho primeros compases", nos ilustra Federico Riera.

El cruce de la cordillera por los granaderos con el Gran Capitán de los Andes no sólo quedó inmortalizado en la cueca, sino que Fidel Reig Matons la llevó al lienzo e integra la pinacoteca del Concejo Deliberante de la Ciudad de Mendoza.

Cuadros fallece en Buenos Aires el 8 de diciembre de 1956, cuatro años después de Pérez Cardozo, quien muere, también en la capital porteña, un 9 de junio de 1952.

La cueca "Los Sesenta Granaderos" es un clásico del cancionero popular argentino que se hizo famosa en 1950, Año del Libertador General San Martín siendo interpretada por el conjunto "Los Trovadores de Cuyo". Don Hilario Cuadros era uno de sus integrantes. Entre los artistas más destacados que grabaron esta canción están: Hugo del Carril, Antonio Tormo, Los Chalchaleros, Los Visconti y Los Quilla Huasi.

Finalmente, con esta nota quiero rendir un justo homenaje y reconocimiento a aquellos bravos Granaderos de San Martín y a los autores de la cueca "Los 60 Granaderos", cuyo estribillo es una verdadera y sentida plegaria a la Patria y a nuestra Fe.

"Quiero elevar mi canto

Como un lamento de tradición

Para los granaderos

Que defendieron a mi Nación

Pido para esas almas

Que las bendiga Nuestro Señor."

 

* Licenciado en Estrategia y Organización, ex mayor del Ejército Argentino y miembro del Centro de Estudios Salta.­