Menem: Un `sabedor' del destino

"Marché por el camino señalado, edifiqué mi obra. Y conservo la fe", realzaba Carlos Saúl Menem en sus memorias ("Universos de mi tiempo") presentadas en septiembre de 1999, aún siendo Presidente. Una idea (inspirada en una de las cartas que San Pablo escribió desde la cárcel a su colaborador Timoteo: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe") que también había expresado meses antes, el 1º de marzo, al brindar su último discurso ante la Asamblea Legislativa: "Hoy, a trescientos días del ingreso al tercer milenio, después de haber librado el combate y haber mantenido la fe, puedo decir, bien en alto: ¡misión cumplida!".

Siempre Menem buscó exhibir su influencia cristiana pese a provenir de una familia musulmana. "Sólo le temo a Dios, de Dios para abajo a nadie", se lo escuchó advertir en más de una oportunidad. 

En pocas palabras, según el pensamiento paulino, quien no abandonó el combate y mantuvo la fe es el que ha vencido. Y sólo aquel que tiene claro cuál es su destino, dónde quiere llegar y qué intenta alcanzar, es el que no se rinde y continúa combatiendo.

EL HOMBRE DEL DESTINO

Juan Domingo Perón -de quien Menem siempre se consideró "su mejor discípulo"- aseguraba que "como hombre del destino, creo que nadie puede escapar de él, pero también creo que podemos ayudarlo, fortalecerlo, tornarlo favorable hasta el punto que sea sinónimo de victoria".­

A lo largo de la historia, la noción de destino cambió gracias a la contribución de la filosofía estoica en el siglo III a.C. A partir de ahí ya no fue más aquella fuerza extra mundana que sigue los pasos del culpable para castigar su falta, como pensaban los grandes trágicos griegos, sino que el destino se transformó en una realidad natural inscripta en la estructura del mundo que testimonia una disposición inmutable en el orden de las cosas. Un orden que jamás puede ser forzado ni transgredido y que está regido por la Providencia o una inteligencia superior. La sabiduría humana comienza -concluyen los estoicos- cuando se advierte esta fuerza del destino en todas las cosas, se la acepta y la obedece. Como una obra de teatro en la cual el director distribuye los papeles: no corresponde a los actores pedir un cambio de papel, sino desempeñar del mejor modo el que le fue asignado.

En palabras del pensador alemán Hans-Georg Gadamer (1900-2002) "Unicamente una existencia que obedece a tradiciones, a las suyas propias, es decir, a aquellas que son parte de uno, es sabedora, y por lo tanto puede tomar decisiones que hacen historia". Ni más ni menos que una comprensión a priori e intuitiva de la realidad...del destino.

Lejos de hacer un juicio político de su gobierno o uno moral de su persona, es posible calificar a Carlos Saúl Menem como un sabedor del destino, como uno de aquellos hombres que no sólo respetó la fuerza de su destino ("Marché por el camino señalado") sino que tuvo la sabiduría intuitiva para obedecerla y convertirla en realidad.

DONDE NACE EL AGUA

Una de las características de su Anillaco natal, en La Rioja, es la sierra de Velasco, un cadena montañosa, desde donde todos los años al promediar la primavera y con el deshielo de las cumbres, baja el agua por las acequias a las fincas para el riego de los manzanos, las vides y los nogales.

Su hermano mayor, Amado, contó en alguna oportunidad que un día cuando eran poco más que niños, a Carlos se le ocurrió que quería conocer el lugar donde "nace" el agua. "Debía de ser alguna cosa que le escuchó a mi padre sobre el agua -rememora Amado- El caballo y el agua eran dos cosas que veneraba". Donde corre el agua corre la vida, es común escucharles decir a los parroquianos.

Tanto insistió que un día lo llevaron a subir la sierra a lomo de mula. A mitad de camino comenzó a llover, uno de los animales tropezó y desbarrancó. El destino quiso que todo no terminara en tragedia. Pero esa búsqueda del destino, del aquel lugar al cual le está destinado llegar, quizás, daba sus primeros pasos.

"ESE MUCHACHO TIENE PREMIO" 

A los 25 años se recibió de abogado y luego del golpe que derrocó a Perón en 1955 comenzó a defender en La Rioja a los presos políticos de la Libertadora, sufrió su primera detención y dio inicio así a su carrera política.

Casi una década después, ya como presidente del PJ riojano, viajó a Madrid para reunirse con el creador del justicialimoa. El empresario Jorge Antonio relata aquel encuentro de la siguiente manera: "Cuando Menem se retiró de Puerta de Hierro lo acompañé y me agradeció (...) A Perón no lo volví a ver hasta el día siguiente. Apenas nos reencontramos, me preguntó: -Perdón, don Jorge. Ese joven riojano que estuvo ayer con nosotros. ¿Cuándo se va?. -En un par de días, contesté. El General permaneció pensativo por unos instantes y replicó: -Jorge, ese muchacho tiene premio. Me interesa mucho hablar con él. Haga que se quede unos días".

MARCA Y ESTILO PERSONAL 

"Ayer, Facundo Quiroga con las montoneras federales peleaba contra el cipayaje unitario. Hoy Carlos Menem lucha por el resurgimiento riojano, con las banderas del general Perón". Esta leyenda junto a las caras del Tigre de los Llanos y la suya, componían los afiches de campaña con los cuales llegó por primera vez a la gobernación de La Rioja en 1973.

El destino continuaba mostrándole su lote, él descubriéndolo y poniéndole su marca y estilo personal, caudillesco, intuitivo, pragmático. Una actitud que le posibilitó ser el gobernador elegido por sus pares para despedir los restos mortales de Perón en el Congreso en 1974. Dos años después vendría el golpe del 76, la cárcel, el sufrimiento (no le fue permitido estar en el velatorio de su madre) y la reafirmación de un objetivo: ser presidente.

"No caben en los corazones ni en lo acto de los hombres de gobierno soberbias ni prejuicios, hoy más que nunca, será la humildad acompañada por el temple y la prudencia, la que guiará la toma de decisiones, pero también habrá firmeza, porque el legado popular no encuadra solamente administración proba, sino también un mandato de transformación profunda y revolucionaria que conduzca a la realización plena del hombre riojano en particular y del hombre argentino en general", manifestó al asumir su segundo mandato como gobernador el 12 de diciembre de 1983.

Seis años después era el presidente de la Nación elegido por el 48,51% de los votos y reelecto en 1995 con casi el 50%. "Elevo mi corazón a Dios nuestro Señor y le pido soñar, sin ser esclavo de mis sueños. Le pido amor, porque sólo con amor nacerá una Argentina nueva. Le pido paciencia, sin inquietarme en mi esperanza. Le pido sabiduría, sin creerme ni demasiado sabio ni demasiado torpe. Le pido prudencia, para no caminar olvidando a los pobres de toda pobreza. Le pido humildad, para no creerme ni demasiado poderoso ni demasiado débil. Le pido fortaleza, para comprender que la verdadera fuerza es siempre la fuerza de la fe. Le pido paz, para escuchar mejor la voz del pueblo, que siempre es la voz de Dios. Una voz que hoy se alza como una oración, como un ruego, como un grito conmovedor: Argentina, levántate y anda. Argentina, levántate y anda. Argentina, levántate y anda", expresó en el épico discurso de asunción en 1989.

LIDERAZGO, VOLUNTAD DE PODER Y CARISMA 

Para Perón, el líder nace, no se construye. Y lo ejemplificaba con el conocido como "Oleo sagrado" con el que el profeta hebreo Samuel ungió al primer rey de los israelitas...Saúl, en el siglo XI a.C., como sinónimo de mandato divino encomendado a la persona elegida para desempeñar en nombre de Dios una función especial. "El líder es como el artista, nace con esas cualidades y después se puede ir perfeccionando", explicaba.

Menem demostró saber hacer uso de su liderazgo en la vida política. Se caracterizó por tener voluntad de poder, intuición y carisma.

María Fernanda Arias, en su fascinante investigación sobre el tema, define voluntad de poder como aquella energía que lleva al que la posee a dominar a los demás. Es el mismo deseo de aquel que quiere curar enfermos que tampoco se amedrenta ante situaciones adversas. Menem lo exteriorizó a lo largo no sólo de su actuación pública y política sino frente a las tragedias personales que le tocó enfrentar.

Una voluntad de poder que llevó adelante con intuición y con la astucia calculadora del lobo, como califica Maquiavelo, tanto en la política internacional como en la interna. Una voluntad de poder que le permitió progresar como hijo de inmigrantes hasta llegar a la primera magistratura del país, cantar la Marcha Peronista o abrazarse con el almirante Rojas o Alsogaray, dictar indultos, reprimir sublevaciones militares, acordar con Alfonsín, y enfrentar crisis económicas, de gobernabilidad y hasta atentados internacionales.

Pero también ejerció un liderazgo carismático, aquella cualidad extraordinaria de una personalidad -según el pensador alemán Max Weber (1864-1920)- en virtud de la cual se la considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas. Un reconocimiento del pueblo a sus cualidades extraordinarias como gobernante, tanto desde lo racional ("lo sigo porque su llegada al poder me beneficiará") como de lo emotivo ("lo sigo porque me parece confiable").

Un líder carismático es aquel capaz de remontar cualquier situación, de sacar al pueblo de la crisis que atraviesa y de convencer a su interlocutor y al auditorio de su discurso. "Puedo ver en un hombre que me mira a los ojos más de lo que puede decirme un buen tratado sobre la naturaleza humana", sentencia en su autobiografía.

Cualidades que Menem revalidó en una cancha de fútbol junto a Maradona para recaudar fondos, en una villa de emergencia compartiendo un mate con un vecino, abrazando a los Rolling Stones, jugando al golf con Bush padre, bromeando con Fidel Castro, siendo aplaudido por los presidentes de la región por llegar tarde a la foto final de la II Cumbre de las Américas (Chile, 1998), prometiendo la construcción de un cohete a la estratósfera, al reírse de sí mismo con el "me equivoqué de discurso", al manejar una Ferrari por la ruta 2 a más de 200 kilómetros por hora, piloteando un helicóptero, un avión, diciéndole al entonces Papa Juan Pablo II "que Dios lo bendiga", bailando árabe con una odalisca en el programa de Mirtha Legrand o conduciendo el ciclo televisivo de Bernardo Neustadt.

Este liderazgo, por último, también se manifiesta en la invocación de tradiciones de un pasado glorioso como instrumentos para enfrentar el presente y proyectar el futuro. Menem no sólo supo apelar a ese pasado mediante su apariencia física de caudillo provincial, sino también con su frase de campaña "Síganme que no los voy a defraudar" inspirada en la historia de Quiroga y la repatriación, ya estando en la Casa Rosada, de los restos de Juan Manuel de Rosas, entre otros ejemplos.

¿FUE PERONISTA? 

Por su voluntad de poder, astucia y carisma retomó los componentes principales de los creadores del primer peronismo. ¿Y en lo doctrinal?. Durante una entrevista con quien estas líneas escribe, a fines del 2002, aseguró: "Aquellos que dicen que el menemismo no es peronismo son los idiotas de siempre. Lo que ocurre es que no distinguen el peronismo fundacional del peronismo modernizado que yo puse en vigencia a partir de las enseñanzas de Perón. En su tercer gobierno Perón creó la Secretaría de Actualización Doctrinaria y hablaba siempre de que había que ir siempre renovando la montura para cabalgar los tiempos de acuerdo con las circunstancias que se van viendo en el transcurso de los años. Y es lo que hicimos nosotros".

Y más recientemente, en 2018, al presentar su segunda autobiografía "Mi vida y mi historia política", agregó: "Para ser leal conmigo mismo y fiel al pueblo, he gobernado con pragmatismo. Me pronuncié a favor de actuar sobre las necesidades que iban apareciendo en la realidad social y deseché todo lo que interpretaba como fórmulas cerradas e inmutables, las que de nada sirven para llevar adelante un gobierno".

ACCION Y ERRORES 

"Yo quise ser Don Quijote, no Cervantes. Ser Martín Fierro en lugar de José Hernández", sostiene en sus memorias de 1999. Menem fue un hombre de acción más que de escritorio, un intuitivo más que un intelectual.

Si seguimos la línea argumentativa marcada por Goethe, aquella que asegura que "muchos hombres no se equivocan jamás porque no se proponen nada razonable", con errores y equivocaciones, Menem aceptó su destino, lo sostuvo y lo convirtió en realidad. La historia reciente ya comenzó a juzgar si el éxito o el fracaso es corolario.

Y así lo reconocía el mismo con sus propias palabras hace un poco más de dos años atrás: "He sentido honor en todas las funciones públicas que he desempeñado, y en todas he usado mi mejor saber y entender al momento de realizarlas. Si cada hombre deja marca con sus obras, cuánto más lo hace un político que debe decidir por todos y para todos, con lo que se expone más a errar; por eso reconozco como deber de sinceridad, aceptar que seguramente algunas cosas que debí encarar han podido hacerse de otras o mejores maneras".

Posiblemente se puedan decir muchas cosas más acerca del ex mandatario, tanto buenas como malas, sin embargo, nadie puede discutir que sus huellas serán un capítulo importante de la historia reciente argentina.