Buena Data en La Prensa

La mancha de petróleo

 

 

En los últimos años se han producido varios derrames graves de petróleo. Cuando se esparce la mancha los ecosistemas se dañan y esas alteraciones perniciosas -cuándo lo logran- tardan mucho en recuperarse. Los peces se envenenan y muchos mamíferos terminan muriendo intoxicados y sin poder protegerse de las inclemencias del medio que los circunda. Mueren de frío y no pueden moverse.

Una mancha de petróleo se propaga de forma impredecible y heterogénea: en cúmulos densos fácilmente perceptibles, entremezclados con capas tan finas que parecen tomar casi el mismo tono del agua. La mancha se dispersa en un proceso lento y asfixiante. Deja a su paso la muerte de los individuos y la inmovilidad de los pocos que quedan vivos.

NO VAMOS A HABLAR DE ECOLOGÍA

Esta breve incursión sobre desastres ecológicos, nos servirá como metáfora de una realidad que en estos días ocupa el primer plano en el debate legislativo. Desde el lunes están transcurriendo las sesiones del plenario de Comisiones del Senado en el que se trata el Proyecto de legalización del aborto que se encamina precipitadamente a debatirse en el recinto el martes 29.

Cualquiera sea el resultado, este hecho quedará, seguramente, en las páginas de la historia. Esa historia que se lee en los libros después de muchos años. Pero quizás sea momento de vislumbrar la intrahistoria, al decir de Unamuno, aquello que ocurrió pero que no se publicó en los periódicos.

DESHUMANIZAR PARA MATAR

Detrás de todo actuar hay un porqué, sobre todo en temas tan trascendentes que no nos pueden dejar indiferentes. Querámoslo o no, cada quien se aferra a su postura como a un tesoro “porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón”. Y muchas veces se trata de un corazón herido.

Estos últimos años de debate intermitente sobre el aborto y su posible legalización dejaron en contundente y arrolladora evidencia, la existencia de los trastornos posaborto que afectan a personas que estuvieron directa o indirectamente involucradas en estas situaciones.

Actualmente se lo estudia como una forma de estrés postraumático y presenta sintomatología característica en más del 65% de los casos, aún en los países en los que el aborto es una práctica legal, por lo tanto no podría aducirse que se produce por la condena social. Matar a un ser humano inocente, no es gratuito para el psiquismo.

VIVIR CON UNA MÁSCARA

La realidad es que más allá de los contextos socioculturales e históricos, consentir la muerte de un ser humano inocente produce heridas psicológicas profundas difíciles de elaborar.

Muchas personas que abortaron, incitaron a otras a hacerlo o fueron efectores de abortos desarrollan formas inconscientes de negación (“no me pasó nada”, “no lo siento”, “no me arrepiento”), deshumanización (“es como un coágulo”, no es una persona”, “es un fenómeno”), compensación reivindicatoria (“ejercí mi derecho”, “tengo poder sobre mi cuerpo”), racionalización (“el aborto pertenece a una nueva generación de derechos logrados por la lucha de las mujeres”).

Es frecuente que estas formas inconscientes se manifiesten a través de explosiones emotivas, falta de control de los impulsos, conductas violentas verbales y gestuales hacia personas y cosas.

Lo inconsciente influye en el actuar, aunque no sea reconocido por sus protagonistas, que podrán, de buena fe, seguir negando, compensando, racionalizando y deshumanizando, para transitar de mejor manera la vida cotidiana.

Lo vemos clarísimo en las manifestaciones y declaraciones de quienes después de mostrarse férreas defensoras de ideas “en favor de los derechos de la mujer” terminan dejando entrever que en el fondo se trata de situaciones personales dolorosas no superadas.

Es que el aborto es violencia y engendra violencia. Como la mancha de petróleo que se expande y lastima todo lo que está a su alrededor.

CUANDO EL ABORTO SE NATURALIZA

Siempre es bueno aprender de la experiencia de los demás, para no cometer los mismos errores. Leyes semejantes a la que se está debatiendo en nuestro país, ya fueron aprobadas en otros y sabemos que pasó y sigue pasando.

Con la legalización del aborto la práctica sube año a año (Uruguay, legalizado en 2012: 7171 abortos en 2013, en ascenso constante a 9830 en 2017), la mayoría aborta sin causas graves (España: en 2018 el 90,44% aborta a petición), el aborto se instaura como anticoncepción de segunda mano (Francia: según el Instituto Nacional de la Salud Pública, más del 90 % de las mujeres sexualmente activas usan un método anticonceptivo, sin embargo las tasas de abortos no bajan.)

Con motivo del enjuiciamiento de Adolf Eichmann, Hanna Arendt acuñó la expresión “banalidad del mal” para expresar que algunas personas actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. En las sociedades en las que el aborto es legal, se banaliza, se le quita su componente de drama y las escuelas lo enseñan como derecho.

Mientras tanto, más personas quedan heridas y la sociedad se hace más inhumana. La mancha de petróleo se difunde, se expande y asfixia a sus propios hijos.

 

 

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