La Rerum novarum y el catolicismo social

El 5 de mayo de 1891 el papa León XIII daba a conocer la carta encíclica Rerum novarum dedicada a la situación de los obreros. Como afirma el `Compendio de la Doctrina social de la Iglesia', la solicitud social "no ha tenido ciertamente inicio con ese documento, porque la Iglesia no se ha desinteresado jamás de la sociedad; sin embargo, la encíclica `Rerum novarum' da inicio a un nuevo camino: injertándose en una tradición plurisecular, marca un nuevo inicio y un desarrollo sustancial de la enseñanza en campo social". Como apunta el mismo Compendio, el tema central de la encíclica es "la instauración de un orden social justo, en vista del cual se deben identificar los criterios de juicio que ayuden a valorar los ordenamientos socio-políticos existentes y a proyectar líneas de acción para su oportuna transformación".­

¿De qué manera impactó la aparición de la Rerum novarum en la Argentina? Responder este interrogante nos lleva a hacer una referencia obligada al movimiento social católico de fines del siglo XIX. Como sostiene Néstor Tomás Auza en `Los católicos argentinos: su experiencia social y política': "Uno de los resultados del ensayo católico de acción política" en el siglo XIX fue el de "suscitar en las filas católicas inquietudes por los problemas nacionales". Esta inquietud, agrega Auza, "fue suficiente como para suscitar un número de hombres que, al ser convocados por un organizador, tuvieron valor de afrontar, a pesar de sus escaso número y de las dificultades de todo orden, la organización social-obrera en nombre de los principios católicos. Visto a la distancia, aquel movimiento es digno de admirar. Hubo allí fervor, confianza en los principios defendidos, abnegación, energía, adecuación a la realidad y constancia".­

Como antecedentes a la aparición de la Rerum novarum de León XIII, en el Congreso Nacional de Católicos de 1884 ya habían aparecido "preocupaciones de carácter social" y, en este sentido, se sancionaron algunas conclusiones.­

"Dando un ejemplo de perseverancia, y contando con la práctica adquirida en la acción política -apunta Auza-, prolongaron su acción en el campo social algunas figuras de prestigio como Emilio Lamarca, Santiago O'Farrel, Alejo de Nevares, Apolinario Casabal, Rómulo Ayerza, Pedro Alcácer, Bernardino Bilbao. Todos ellos, no obstante las diferencias de criterio o de apreciación en los medios técnicos, colaboraron activamente, destacándose, por sobre todos, el doctor Lamarca, debido al celo, la abnegación y la dedicación con que se entregó a todos los ensayos de tipo social que se efectuaron hasta su muerte en 1922".­

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CIRCULOS OBREROS­

El hecho más destacado a fines del siglo XIX fue el de la fundación de los Círculos de Obreros el 2 de febrero de 1892. El padre redentorista alemán Federico Grote, fue su fundador. Como apunta Auza, se trataba de "una personalidad completa, de inteligencia despierta, decidida vocación social y abnegación sin límites".­

Dado que ocuparnos de los Círculos de Obreros exigiría más de una nota, apuntemos ahora, solamente, lo siguiente: el catolicismo social, con sentido de justicia social, fue pionero en la atención y la preocupación por la suerte de los obreros en la República Argentina. Este dato conviene tenerlo muy presente para destacar que las conquistas sociales que se plasmaron durante la década del 40 en el siglo XX en la República Argentina no fueron hechos aislados ni novedosos. La actividad del laicado católico argentino a fines del siglo XIX, bajo el influjo de la auténtica Doctrina social de la Iglesia, es un hecho innegable y con el que se debe contar para escribir la historia completa del progreso social en nuestra querida Patria.­

Como conclusión y por su vigencia, nos parece oportuno recordar una de las enseñanzas que nos ofrece León XIII en la Rerum novarum. Se trata de un mal capital "suponer que una clase social sea espontáneamente enemiga de la otra, como si la naturaleza hubiera dispuesto a los ricos y a los pobres para combatirse mutuamente en un perpetuo duelo. Es esto tan ajeno a la razón y a la verdad, que, por el contrario, es lo más cierto que como en el cuerpo se ensamblan entre sí miembros diversos, de donde surge aquella proporcionada disposición que justamente se podría llamar armonía, así ha dispuesto la naturaleza que, en la sociedad humana, dichas clases gemelas concuerden armónicamente y se ajusten para lograr el equilibrio. Ambas se necesitan en absoluto: ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital. La concordia engendra la belleza y el orden de las cosas; por el contrario, de la persistencia de la lucha tiene que derivarse necesariamente la confusión juntamente con un bárbaro salvajismo".­