EL COLUMNISTA INVITADO

La conciencia del espectador

Ante el cierre casi total de las salas teatrales independientes, sólo el apoyo y el acompañamiento del público harán posible su subsistencia.

Por Mariano Magnífico *

 

El aislamiento preventivo por la pandemia le causó al teatro un temblor en toda su estructura. Las pequeñas salas o las salas independientes fueron las más afectadas. No obstante, los primeros meses de parálisis mostraron en el campo teatral un aire de renovación. Se colgaron obras filmadas y se hicieron actividades virtuales con contribución a la gorra consciente. Sin embargo, con el paso de los meses la falta de flujo de capital empezó a sentirse con fuerza entre los artistas y gestores.

El gran problema de estas salas fueron los alquileres. Luego, los servicios. La espera de los propietarios, también afectados por la pandemia, les planteó a los emprendedores teatrales una carrera contra el tiempo, la especulación y la nula venta de entradas. Muchas salas son a la vez espacios de formación en los que se dictan talleres, y es sabido que (salvo en casos muy convocantes) la educación virtual decrece en la medida en que la vida está siendo saturada por la mediación tecnológica.

Si bien el gobierno nacional y el de la Ciudad facilitaron programas de ayuda para artistas y emprendimientos culturales, las demandas fueron tantas que no se pudo dar abasto con todos. Y para quienes sí lo recibieron, el salvataje no fue suficiente.

El Cultural Freire es un caso ejemplar del primer grupo. Este espacio dedicado al arte independiente, ubicado en el barrio de Colegiales, se vio forzado a cerrar sus puertas. En una publicación en Instagram escribieron sus responsables: "Sabemos y entendemos que la cultura no es prioridad para quienes pueden auxiliar; también que no somos los únicos ni los primeros, pero ha llegado un momento en el que no es posible seguir acumulando pérdidas''.

Otros espacios como Nün Teatro Bar y El Método Kairós organizaron un festival en conjunto. La consigna era concisa: "No queremos cerrar''. El festival aglutinó a artistas y personalidades del mundo cultural, como Juan Pablo Geretto y Elena Roger, que ofrecieron su arte como una forma de ayuda y visibilización.

NO SE RENUEVA

Hoy, las salas independientes que quedaron abiertas apuestan al streaming. Ofrecen sus espacios para grabaciones de todo tipo, más allá de lo estrictamente teatral. Paralelamente, las grandes salas proceden de la misma manera pero con muchas más comodidades. Este suceso es signo de una lógica coyuntural en la que las personas (físicas y jurídicas) portadoras del capital necesario para la autosubsistencia pueden permitirse prolongarse en el tiempo y proyectar a futuro, mientras que las menos capaces corren riesgo de desaparición. Se cumple injustamente la ecuación darwiniana de la supervivencia del más apto.

Las obras de teatro se sostienen con sus espectadores. En estos tiempos en los que el consumo de ficciones desde el confort del hogar es mayor y más diverso, no debemos ignorar esta problemática. Consumir teatro nos obliga a ampliar el panorama perceptivo. Existe un teatro más a la vista y otro que hay que ir a buscar.

El teatro que más reaparece en nuestra percepción ha hecho, sin duda, una inversión en publicidad impensada para un conjunto de salas que luchan por pagar un alquiler. Este teatro, no por ello menos importante, se sostiene sobre un colchón de capital mucho más esponjoso. Una entrada vendida para este teatro contribuye al recupero de inversiones en marketing digital, pero una entrada vendida por una sala independiente le permite a sus dueños pagar los impuestos. La conciencia de espectador es la mejor estrategia para ayudar a que el teatro independiente persista ante esta desigualdad, cada vez más visible.

* Licenciado en Letras, investigador en Sociología de la Cultura. marianomagnifico@gmail.com.