El clamor del público obligó a suspender una función en el Teatro Real, donde no se respetó el distanciamiento
En España prevaleció el sentido común
Las fallas organizativas fueron admitidas ayer por las autoridades del coliseo. Si bien no se había superado la capacidad permitida, al no bloquearse ciertas butacas la gente se sentó a la par.
Después de las veintisiete funciones de emergencia de `La Traviata', desarrolladas sin problemas durante todo el mes de julio, con todas las prevenciones sanitarias habidas y por haber, el
Con concertación de Nicola Luisotti, "primer director musical invitado'' de la entidad, y puesta en escena del director de cine Gianmaria Aliverta,
La producción, perteneciente a La Fenice, de Venecia, fue repuesta en colaboración con el Teatro de la Maestranza, de Sevilla. A diferencia de `La Traviata', se trata de una
INESPERADO
Todo anduvo bien; pero en la función del domingo pasado, que ubicó a novecientos cinco espectadores (el 51% de la capacidad total del recinto), antes que se levantara el telón gran parte del público comenzó a protestar ruidosamente por entender que no se respetaban las distancias mínimas de separación entre cada uno, tanto en las plantas altas como en las bajas (en el reparto del segundo elenco estaban Ramón Vargas, Saioa Hernández, George Petean, Silvia Beltrami y Sara Blanch).
Aplausos, gritos, pataleos se hicieron oír con tal intensidad como para impedir obviamente el inicio de la representación. Frente a esta insólita situación, las autoridades de la sala (cuyo directores general y artístico son, respectivamente, Ignacio García-Belenguer y Joan Matabosch)
FALLA ORGANIZATIVA
Con más calma, en una conferencia de prensa realizada por Zoom a la que
Lo que ocurrió no es en realidad difícil de explicar. Mientras en `La Traviata' se excluyeron de la venta muchas butacas numeradas que se dejaron vacías en base a un prediseño bien estudiado, para `Ballo in Maschera' la venta se hizo en cambio de manera libre aunque con un tope establecido en el sesenta y cinco por ciento de la capacidad total del recinto. No fue una idea muy feliz. El caso es que cada uno se ubicó donde quiso, dentro de la misma sección. Esto es: no hubo precintado de espacios ni de asientos. Por supuesto, hubo muchos que se sentaron uno al lado del otro (igual que cuando se toma un autobús, señalaron a modo de justificación naif en el Real).
Para las próximas funciones, según lo declarado casi como en un acto de contrición, el teatro "adoptará todas las medidas necesarias para que los espectadores se sientan más seguros, reforzando igualmente su comunicación con el público''.