CARTA ABIERTA

La política uniforme de la pandemia




Por Ramiro Salazar * 

­El 19 de septiembre, cientos de miles de argentinos marcharon por las calles de nuestro país, se concentraron en las principales plazas de sus ciudades, enarbolaron la gloriosa bandera celeste y blanca, la misma que nuestros próceres supieron defender con sangre, sudor y lágrimas. Se movilizaron por la verdad, la justicia y la libertad frente al avasallamiento de todas las instituciones democráticas y el resquebrajamiento del orden constitucional que se lleva a cabo ante la mirada impávida de nuestros dirigentes.

La primera pregunta a realizarnos es ¿qué les pasa a la mayoría de los políticos argentinos que no se movilizan junto al pueblo?. ¿Acaso están amenazados por una fuerza y orden superior que les impide manifestarse? En ese caso, si así fuera, sería bueno que lo hagan saber para que podamos solidarizarnos con ellos.

En este marco llaman poderosamente la atención, los silencios y las ausencias tan notorias, como así mismo las declaraciones de algunos dirigentes que dicen percibir el sentir popular en este último reclamo del pasado fin de semana. Hasta ahora solo se había logrado una indiferencia absoluta frente a todas las manifestaciones contra la cuarentena y la manipulación mediática de la falsa pandemia. Parece ser que ahora han reconocido las reiteradas manifestaciones populares que reclaman libertades en medio de tanta opresión, encierro y reducción a la pobreza.

El neofascismo sanitario que empobrece a todos por igual, pero enriquece a unos pocos amigos del poder, sigue adelante con su plan, persiguiendo a un invisible virus con las mismas técnicas utilizadas por las fuerzas represoras de antaño. Finalmente coincidieron con sus prácticas políticas, la izquierda y la derecha se abrazan impúdicamente para someter a un pueblo al peor atropello de su historia. Un estado policíaco sanitario que no atrapa ningún virus sino que se ensaña con imaginarios huéspedes, persigue trabajadores, mujeres con niños que pasean en una plaza, y adolescentes dispuestos a buscar un poco de diversión en este mundo de locura.

Sin olvidarnos de aquellos familiares y amigos que no pueden dar el último adiós de humanidad a sus seres queridos, prontos a fallecer. A todos ellos se culpabiliza, estigmatiza y se hace responsables de ser los grandes dispersores del famoso virus de cotillón, salido de un remoto cuento chino y fogoneado por unos macabros aliados de Occidente.

Esa política corporativa, uniforme y genuflexa frente al poder del dinero y la oligarquía transnacional ya no va más. Algo está cambiando en el horizonte, los argentinos se niegan a ser esclavos de un pasado de corrupción y prebendas, quieren mirar el futuro sintiendo orgullo por su trabajo, sus valores, con independencia y autodeterminación dentro del marco de la ley, la Constitución y la República. Si vemos cómo tratan las noticias este consenso mediático político sanitario, observamos esa vieja y amañada astucia de querer rotular para descalificar o apropiarse de las banderas de lucha de un pueblo.

Los rótulos de conspiranoicos, negacionistas, antivacunas, terraplenistas y otra tantas pavadas y descalificaciones escuchadas en boca de mercenarios al servicio del poder dan cuenta de ello. La oligarquía transnacional y los indignos cipayos locales que sin moverse del living de su casa, pretenden pintar un panorama ajustado a sus inconfesables propósitos. Hasta aquí, no hay ninguna novedad. Sabemos que viven de eso desde hace mucho tiempo. Engañando a pobres e incautos.

Esta deplorable y arcaica forma de hacer política, engañando al pueblo, usando su dolor, desesperación y angustia debe acabar hoy y para siempre. Los argentinos han tenido que salir en forma obligada de sus casas para protestar por el robo deliberado de sus esperanzas y futuro. Están decididos a terminar con el pasado al cual no quieren volver nunca más.

No podemos seguir con una salud pública dedicada a aterrorizar y encerrar a la población sana y que desatiende a los enfermos.

Los profesionales de la salud, utilizados como carne de cañón, vienen trabajando desde hace muchos años con sueldos paupérrimos, sometidos a la voluntad política de turno y la dirigencia sindical que impone salarios miserables para el sector. La medicina ha quedado atrapada en la aplicación pasiva de una normatividad programática de ciegos protocolos remotos diseñados por los generales del fracaso. Son víctimas inocentes que de ser conscientes de tales obsecuencias deberían romper el cerco para tratar de hacer una medicina basada en la realidad de sus pacientes en el consultorio. Más allá de la aplicación de normas y programas planificados por los grupos de interés, falta discernimiento frente a la realidad.

"La población tiene problemas de salud, el gobierno tiene programas". (recordando a un profesor de Salud Pública, espero que él también lo recuerde... hoy adscripto al gobierno). No podemos ni debemos imponer operativos sanitarios, utilizando las fuerzas de seguridad para la cual no están preparados. Sería lo mismo que obligáramos a los profesionales de la salud a manejar las comisarías.

El pueblo argentino ha comenzado a marchar para "constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia". La marcha pacífica y democrática, será indetenible.

* Médico Epidemiólogo (Mat. 11.700). Miembro de Epidemiólogos Argentinos Metadisciplinarios.