MARCELO ELIZONDO ANALIZA LAS RAZONES Y EL IMPACTO DEL EXODO DE LAS COMPAÑIAS EXTRANJERAS

"En el mundo de hoy se progresa con empresas y capital privado"

Más de diez firmas internacionales han anunciado este año que dejan el país. Los problemas económicos estructurales y una visión pesimista del futuro las alienta a irse. Duro golpe al empleo. Urge modificar el esquema de valores.

Cada una de las noticias que da cuenta de una empresa extranjera que decide abandonar la Argentina es como un martillazo en el dedo. El impacto es un dolor que se interpreta en términos de pérdida de empleo directo e indirecto. Pero también es fruto de una lectura corporativa que, por razones económicas estructurales, parece no vislumbrar un futuro auspicioso en el país.

Curioso, como ocurría con algunas viejas tiras cómicas o dibujos animados, cada martillazo de estos es festejado de manera hilarante por un sector de la población que milita posturas al borde del ridículo. Las empresas se van dejando su tendal de desempleo, pero no todos parecen comprender la gravedad del hecho de cara al porvenir.

Por eso es que Marcelo Elizondo, director de la consultora Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI), insiste en que lo primero que debería hacerse en la Argentina es reconstruir un sistema de valores que hoy está hecho escombros.

"Acá hay un clima antiempresa, antiéxito, no está claro que tener éxito económico sea un valor. Existe un cuestionamiento hacia el que progresa y evoluciona", enfatiza. Y dice que sólo después se deben abordar las cuestiones técnicas, léase las reformas necesarias para volver a captar inversión extranjera directa y encausarnos por el sendero del crecimiento sostenido.

- ¿Por qué se van las empresas de Argentina?

-Creo que hay una conjunción de factores por el cual se está produciendo este fenómeno. Cuando una empresa decide irse de un país es porque antes ha evaluado muchos aspectos previamente. No se trata de una decisión intempestiva y por supuesto que no es fruto de una sola causa. Tengo la certeza de que son varias las razones. La decisión surge entonces de un complejo de razones que obviamente son integrales. A partir de allí, hoy con la foto de la economía argentina, el nuestro es un mercado que pierde atractivo. Es un mercado con una población empobrecida, con poder adquisitivo en retroceso, una plaza inestable, con una tasa de inflación imprevisible. También la política cambiaria es imprevisible y las tasas de interés no la fija el mercado sino la política. En estas condiciones es muy difícil planificar para una compañía.

-No son variables que vayan a corregirse en el corto plazo.

-La segunda razón es que si se miran los antecedentes, venimos con muchos desequilibrios en la economía, con profundos desarreglos. Y, en tercer lugar, mirando hacia adelante el panorama no es alentador. No hay perspectivas de corrección, de poner en orden la macro, eliminar regulaciones obstructivas, pacificar el entorno económico congestionado por conflictos y discordias políticas. Hay muchos factores de poder pujando. Si como empresario veo que todo eso se puede corregir, tal vez intento continuar. Pero hoy la realidad argentina genera malas expectativas para las empresas.

-¿Los ahuyenta el presente y además hacen una lectura negativa a futuro?

-Creo que hay un problema de fatiga mirando hacia adelante. Lo objetivo es la foto de hoy, el escenario actual, y lo subjetivo es lo que se proyecta hacia adelante, donde no se vislumbra ninguna corrección. No hay una agenda política que lo marque. Argentina puede tener un empeoramiento del contexto económico, un salto inflacionario, presiones cambiarias, persistencia de la escasez. Las empresas que se van dependen del mercado externo y acá hay límites para las exportaciones y para las importaciones, escasez de dólares. No he hablado con ellas, pero sí asesoro a muchas compañías y esa es la sensación.

-¿Con qué plazos suele instalarse una empresa de ese calibre en un país?

-Ninguna empresa se instala pensando en que se va a ir del país. Piensa, en realidad, en que no se va a ir nunca, aunque tal vez luego se vaya. Depende del tipo de empresas, pero en general trazan planes a 3 y 5 años. Eso justifica la recuperación de la inversión. Hay que pensar que las compañías deben realizar el montaje del sistema de producción, invertir en sus propios fierros, edificios, muebles, máquinas. También en capital blando, conocimiento, management, tecnología, recursos humanos. Debe, además, invertir en proveedores, rodearse de un ecosistema de proveedores de insumos confiable. Esto implica un largo plazo. Por otra parte, también toman financiamiento para quedarse.

CEGUERA

-Un sector celebra la noticia: ¿Hay una ceguera ideológica? ¿Se cree que el Estado puede tapar todos los agujeros?

-Es un disparate. Hemos llegado a un grado de ideologización que es ridícula. En ningún lugar del mundo quieren que se vayan las empresas, ni siquiera en los gobiernos más estatistas. Hasta los países comunistas proponen que vengan las empresas. Todos están en carrera para el fomento de la inversión y la radicación de compañías. Para esto bajan impuestos. Hay un estudio de los últimos años que muestra que desde que empezó el siglo XXI la carga impositiva promedio ha bajado en el mundo del 28,5% al 23%. Hasta los nórdicos, que se caracterizaron por ser países con altos impuestos, bajan para competir y atraer inversiones. Todo el mundo está compitiendo por eso. Más de 100 países bajaron el impuesto corporativo. La inversión extranjera es clave, atrae tecnología, genera puestos con alta capacitación y formales. Además, requiere de un ecosistema de proveedores que exige un alto estándar de calidad, lo cual hace a la economía más virtuosa. Las empresas internacionales son las que más exportan. Los países que crecieron en exportaciones son los que tienen más capital internacional. Es una locura festejar que se vaya una empresa. Argentina necesita empresas para crecer, tiene pocas. Tenemos una tasa de inversión bajísima, que llega al 15% del PBI cuando en el mundo el promedio es 24%.

-¿Nos estamos desacoplando del mundo?

-Creo que sí. La Inversión Extranjera Directa crece porque los países se esmeran en recibirla, no es un hecho aislado o espontáneo. Para esto las economías abren mercados, quitan regulaciones. La inversión genera empleo, paga impuestos, consigue dólares. No entiendo el sentido de que la Argentina siga en este proceso que ha generado tan malos resultados, empobreciéndonos. Vamos a contramano del mundo. Es inobjetable. La realidad es que el hecho de ir a contramano no nos está dando buenos resultados. No estamos cada vez mejor. La tasa de pobreza crece, el empleo formal es menor. Tenemos mayores problemas fiscales, escasez de dólares.

-La merma en la recepción de inversiones lleva años. ¿Es un problema estructural?

-Es un problema sistémico. Un sistema es un montón de partes vinculadas entre sí. Acá el sector público está desbordado y no se puede financiar. Hay fuerte inflación, alta deuda pública, elevada presión impositiva. Tenemos una regulación obstructiva que desalienta a las empresas, y una economía cerrada que impide importar y exportar. Todo esto deja escasez de dólares y crisis recurrentes. Además, el régimen laboral es muy complicado. Mucha gente quedó afuera y perdió capacitación. Por esto ahora es muy difícil reincorporarlos. Tenemos pocos acuerdos internacionales y aranceles carísimos. Por otra parte está el funcionamiento de las instituciones, con pocas certezas de si se cumplen las leyes. Todo depende demasiado de la política. Hay un montón de factores que motivan para que pasen estas cosas. Mientras en la última década la inversión extranjera cayó 20%, en el mundo creció 10%.

-¿Cuánto pesa la legislación laboral? En Falabella remarcaron que esa es una dificultad para hallar un socio o desprenderse de la firma en la Argentina.

-Es sistémico. Hay ruido por muchos factores. Uno de ellos es el tema de las importaciones. Hay que importar insumos, bienes de capital. Supongo que Falabella deberá importar lo que vende en sus góndolas. En lo que hace a las exportaciones, un factor relevante es el tema laboral. La legislación local es muy rígida. Hoy el mundo avanza hacia la flexibilización para dar dinamismo y mejorar la innovación. En la Argentina el costo laboral es altísimo, más allá de los sueldos. En materia de aportes las cargas son elevadas, y ahora quieren incrementarlas. El tercer tema es la conflictividad laboral. Tenemos un problema de conflictos recurrentes. Entonces hay un montón de factores de no adecuación. Brasil hizo una reforma laboral, Chile es más flexible. Lo más probable entonces es que los elijan a ellos y no a nosotros. Igualmente no hay que caer en el facilismo de que el único o el principal problema argentino son el laboral, la presión impositiva o la inflación. Es un problema general, integral, donde todos los factores influyen.

PESIMISMO

-¿Qué tipo de señales hay que dar para que nos vuelvan a elegir? No habrá cambios estructurales al menos en el corto plazo.

-Claramente no los habrá. Además hay problemas subjetivos que tienen que ver con el clima que se vive en la Argentina. Hay un clima de pesimismo que se va contagiando. Las propias personas físicas se quieren ir. Entonces se genera un ambiente de pesimismo que agrava la cosa. Hay que buscar una corrección, que también es integral. Esto pasa por patrones generales, valores que son predominantemente distintos. Acá hay un clima antiempresa, antiéxito, no está claro que tener éxito económico sea un valor. Existe un cuestionamiento hacia el que progresa y evoluciona. El Gobierno amenaza con un impuesto a la riqueza. Y hay una parte de la sociedad argentina que coincide con eso. El tema de los valores debe ser predominante y anterior a las herramientas técnicas que hay que corregir. Tenemos que ordenarnos en valores distintos. En el mundo de hoy se progresa con empresas, capital privado, innovación, participación internacional. No hay que tenerle miedo al cambio. Debe haber cambios en los líderes morales, los sindicatos, en los empresarios, en todos. El segundo tema es ponernos de acuerdo en que hay costos políticos que pagar. El Gobierno anterior no quiso pagar esos costos. Si la política no corrige el sistema, se terminará enfermando.

-¿Qué deben cambiar los empresarios?

-El tercer punto, en mi opinión, es la conducta de las propias empresas. Los empresarios tienen que pedir que se corrijan las malas políticas e invertir. No tienen que negociar con las dificultades. Si piden protección del Estado porque no son competitivas por culpa de la Argentina, no va. Tienen que salir a modernizarse, innovar, a cambiar esa cultura.