El populismo es el modo habitual que toma la búsqueda del socialismo en este tiempo.

Ucronía de la "revolución libertadora"

Ante un régimen que se caía a pedazos porque el viento a favor ya había terminado, quizá el golpe de 1955 no hizo más que alentar la construcción de un mito pernicioso que se extiende hasta la actualidad.

La Real Academia Española nos advierte que ucronía no es más que la "reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos". Un ejercicio a menudo, vano.

No obstante, a 65 años del levantamiento que obligó a Perón a renunciar a la presidencia, en septiembre de 1955, bien podríamos preguntarnos -con dudoso beneficio- qué habría pasado si el gobierno de Perón hubiera podido continuar en el tiempo, hacia 1958, fecha en que vencía su segundo mandato.

LOS ULTIMOS AÑOS

Recordemos que, a regañadientes, Perón debió rectificar el rumbo en su segundo período presidencial. Si no sus preferencias ideológicas, su instinto de realismo político hizo que se acercara a Estados Unidos, a la vez que lanzó su Segundo Plan Quinquenal, que hoy sería calificado como neoliberal por los muchachos de La Cámpora. 

La encerrona en que se hallaba supuso, por ejemplo, borrar con el codo lo que había escrito con la mano en la Constitución de 1949 respecto del petróleo. Negociar con una empresa extranjera y para colmo estadounidense, le era reprochado hasta por sus propios discípulos, además de los radicales y la izquierda. Mientras este giro ocurría, sin embargo, recrudecía el lenguaje violento, los rasgos autoritarios de su gobierno, los ataques a la libertad de prensa y la persecución a la oposición.

Tras la asonada del 16 de junio, sobrevino una rebelión militar iniciada en Córdoba, en clara inferioridad militar. La orden de represión nunca llegó, Perón renunció ante sus pares del Ejército y emprendió el exilio.

Surgida como una revuelta minoritaria y temeraria, con pronóstico militar adverso, la libertadora triunfó impensadamente. ¿Por qué Perón abandonó el poder si tenía en sus manos la posibilidad de reprimir y permanecer? ¿Fue derrocado o simplemente su régimen se desplomó exhausto y sin rumbo?

Los grupos de izquierda del peronismo suelen atribuir el triunfo de la libertadora a la muerte de Eva Perón. Depositan en ella un presunto componente revolucionario y la voluntad de profundizar las transformaciones que el peronismo había iniciado durante los primeros años de gobierno, en el contexto de holgura económica de la posguerra.

PERONISMO Y SOCIALISMO

El historiador y político Jorge Abelardo Ramos, cuyo apoyo al peronismo escandalizaba a la izquierda tradicional (socialistas, comunistas), entendía que, en países como la Argentina, el socialismo podía alcanzarse a partir de la radicalización de lo nacional y popular.

Atribuía al peronismo la característica de unarevolución democrático-burguesa que, en la dinámica de su propio desarrollo, desembocaría en un socialismo criollo, con características locales.
Ramos, de origen trotskista, tomó esta teoría de La revolución permanente, libro escrito por León Trotsky en 1904. Allí, Trotsky teorizaba sobre la naturaleza de la revolución en Rusia y debatía con otras fracciones de izquierda el mismo tema que luego Ramos desarrolló para el caso de la Argentina y el peronismo. 

Ernesto Laclau, que perteneció durante un tiempo al Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN), que lideraba el propio Ramos y Jorge Enea Spilimbergo, desarrolló luego esta misma idea. En su último libro Chantal Mouffe habla de profundizar la democracia, modo más adaptado para Europa pero fundado también en la idea que Ramos desarrollara para el caso del peronismo.

Los vínculos entre el llamado nacionalismo popular y el socialismo pueden verse con claridad en el caso venezolano, pero antes también quedaron expuestos en el Perú de Velasco Alvarado y en Bolivia con Ovando Candia y Torres, entre otros. 

Después de la caída del Muro de Berlín, el populismo es el modo habitual que toma la búsqueda del socialismo en este tiempo.

Esta deriva del nacionalismo hacía que Ramos afirmara que Perón abandonó el poder porque temía quebrar la línea que separaba a su régimen (burgués) de los modos socialistas que sobrevendrían si él hubiese optado por ser consecuente con su programa inicial. Entonces, si vencía a los insurrectos, quedaba obligado a dar pasos que lo llevarían hacia un sistema político y social distinto: expropiaciones de latifundios en la pampa húmeda, estatización de grandes empresas de capital extranjero, supresión del parlamento y otras. Este argumento es repetido por un historiador afín al kirchnerismo, Norberto Galasso, una especie de Pierre Menard de Abelardo Ramos.

PARAISO Y ESPEJISMO

Ahora volvamos al comienzo. Ante un régimen que se caía a pedazos porque el viento a favor ya había terminado, quizá la revolución libertadora no hizo más que alentar la construcción de un mito. Un hombre que tenía la fórmula para desarrollar el país en el camino de la industrialización, que también había logrado expandir el consumo popular, era echado del poder por la maligna oligarquía.

En la conciencia popular aquellos años dorados y breves (1946/1949) en el que todo era una fiesta quedaron grabados a fuego como la marca de fábrica del peronismo. Los años en que, como siempre ocurre con el populismo, se gozaba de una redistribución del ingreso depredadora que, además, no podía mantenerse en el tiempo.

Sin embargo, el nacionalismo popular (tal como se lo denominaba en los setenta) o el populismo, nombre que impuso Laclau, en cada país de América Latina ha demostrado que describe una parábola inapelable: un ascenso distributivo cuando posee recursos a su disposición y una ineluctable decadencia cuando se agotan los fondos y no se puede sostener la política distributiva ni los niveles de producción estimulados por la abundancia de dinero.

Al victimizar a Perón, quizá la revolución libertadora prolongó en el tiempo la esperanza de la viabilidad de un régimen que descanse sobre la reasignación de recursos (justicia social) más que en el esfuerzo creador de riqueza, único mecanismo liberador que permite alcanzar niveles cada vez más altos de calidad de vida.

Cada vez que la Argentina está montada sobre una ola mundial favorable (la posguerra, la primera década del siglo), prefiere optar por consumir esos recursos de un modo dilapidador, que consolida su atraso y le impide salir de su estancamiento secular.

Y esta opción es siempre canalizada a través del peronismo, empeñado en subsidiar a los pobre durante todo el tiempo que sea necesario a fines de que permanezcan en la pobreza eterna.