Enrique Espinosa, el último romántico

Con 83 años de vida y más de sesenta de trayectoria artística, el cantor repasa su historia mientras prepara su primer concierto en 'streaming'.

"Yo no me oigo nunca'', dice taxativo don Enrique Espinosa. "No me gusta para nada'', insiste sin dejar lugar a la repregunta. ¿Será por eso que allá lejos y hace tiempo lo rebautizaron con el mote de 'el Mudo de Colón'? ¿O será, tal vez, por su modo de cantar y por el fanatismo que profesa por el otro 'Mudo', 'el Zorzal', el 'Morocho del Abasto'?

A Gardel lo equipara el éxito en tierra colombiana. Allá donde Carlitos convocó multitudes y terminó dando su último suspiro, don Enrique fue figura cotizada durante muchos años."No sé por qué ahora me buscan tanto acá -confiesa sin falsa modestia-. No soy un tipo famoso, aunque siempre fui reconocido. Lo que pasa es que he trabajado más afuera que en la Argentina. Igual no me quejo, cuando estoy en el país difícilmente un fin de semana no tenga trabajo'', asegura.

Acusa 83 años muy bien llevados y aun así se asoma a un nuevo desafío: su primer concierto en streaming, que ofrecerá este viernes a las 21 a través de la plataforma Mandíbula Live (entradas en www.mandibula.com.ar). "Esta idea no es mía, no; yo de esto no sé nada'', confiesa y larga una carcajada. "Estamos ensayando con los muchachos (los guitarristas Nicolás Ruíz, Maximiliano Bracamonte y Mariano Escobar), o más que nada repasando, porque voy a cantar algunas canciones que grabé hace mucho tiempo y que aparecieron ahora, en estos meses de encierro. Me puse a buscar cosas viejas, de esas que uno se va olvidando, y rescaté unas lindas zambas, tonadas, cuecas. En el concierto va a haber temas recientes y otros de hace treinta o cuarenta años'', anticipa.

-Le han elogiado siempre el exquisito repertorio que transita, don Enrique.

-Yo empecé con los Hermanos Abrodos en los años '60 y estuve en el grupo como diez años. Ellos me enseñaron que no hay que cantar nunca algo que a uno no le guste. Porque en vez de hacerles un favor al autor y al compositor, uno los desfavorece. A las canciones hay que ponerles amor. Creo que una sola vez, estando en el sello Odeón, me hicieron grabar una zamba para las Malvinas, un tema que no era de mi estilo pero como algún otro lo había grabado y se vendía muchísimo quisieron que yo también lo hiciera. ¡Nada que ver! Y no porque no me llegara el tema de las Malvinas, eh. Pero no iba con mi forma de cantar.

EL PIBE QUE CANTA

-¿Cómo fue que aquel muchacho de campo nacido en Colón (Bs. As.), jinete avezado, terminó siendo cantor?

-Nosotros vivíamos afuera del pueblo, la familia trabajaba en la juntada del maíz. Después mi padre pudo poner un horno de ladrillos. Ya con catorce o quince años yo trabajaba ahí, y andaba muy bien a caballo. Una vez llegaron al pueblo unos cantores que andaban de gira, cantaban y tiraban la manga. Un amigo me invitó a verlos en la cancha de pelota-paleta. Cansados de cantar sin micrófono, en un momento los tipos preguntaron si alguien se animaba, y ya mi amigo me hizo pasar. Yo me sabía los temas de (Antonio) Tormo, que estaba de moda en esos años. ¡Imaginate! Siendo pibe y cantando esos temas, la gente me aplaudió a rabiar. Ahí quedó. Resulta que al otro día los tipos fueron a la comisaría a preguntar cómo me podían encontrar. No había teléfono, nada; ni radio teníamos nosotros. Así fue que se aparecieron en el campo. 'Venimos a buscar al pibe que canta', dijeron y me señalaron. Y mi viejo, que no sabía nada, me dice: '¿Vos cantás?' ¡Me quería morir! La cosa es que conversaron entre ellos, después mi viejo habló con mi mamá. Y como recién iba a cumplir los dieciséis y a los tipos no los conocían, fuimos todos a la comisaría para que les registraran los documentos. Ese fue el último día que agarré la carretilla, desde entonces no hice más que cantar. Con ellos me vine a Buenos Aires.

-Pero no le gustó la ciudad.

-Cantando una vez en el Bajo de San Isidro me escuchó un tipo de Cafiaspirina y me contrató. Pero yo extrañaba mucho Colón y me volví, con contrato firmado y todo. ¡Se armó un lío bárbaro! Me tuve que venir de nuevo. Y bueno, justo va que me escuchan los Abrodos y me llaman. Debuté al día siguiente, a las ocho y cuarto de la noche, en Radio El Mundo, que era como ir ahora a lo de Tinelli.

UN CAMINO PROPIO

-Estando con los Abrodos, en 1969, ya graba su primer disco como solista.

-Sí. Porque Manuel Abrodos me dice un día 'mirá Enrique, vos te merecés más, tenés que hacer algo solo'. Eran una gente hermosa los Abrodos. Y me llevó a hablar con Fernando López, el marido de Ramona (Galarza), que era directivo de Odeón. Enseguida grabé un long play, seis temas dirigido por Carlitos García, el famoso pianista, de un lado; y del otro lado, con Los Andariegos, seis temas más. Después de eso seguí canturreando donde podía, porque los grandes festivales no me conocían. Hasta que grabé un disco dedicado a Gardel que llegó a Colombia, y ahí me contratan para ir a cantar allá. Esa fue mi salvación. Trabajé en Colombia desde el '75 hasta 1989, pero la cosa se puso fea con los narcos y me dio miedo seguir.

-Sin embargo, en 1980 ganó el premio Revelación en el Festival de Cosquín.

-Es que yo seguí grabando acá. Me acuerdo que con (Julio) Marbiz firmé por dos temas y terminé haciendo dos long play. Con la zamba 'Tú' vendimos 300 mil simples en tres meses. Fui el artista más vendedor de ese año.

-¿Cómo llega a usted ese tema de Roberto Cambaré que terminó dándole tantas satisfacciones?

-Yo fui muy amigo de un cantor de Tanturi, Osvaldo Ribó. Una noche, en uno de mis viajes desde Colombia, Ribó me invita a cenar y hablando de música le cuento que Marbiz me pedía que le lleve temas nuevos pero que nunca le gustaba ninguno. Entonces Ribó me muestra esa zamba que conocía, me la canta un poco y veo que puede andar. Ahí nomás me aprendí dos estrofas y a la mañana siguiente me fui en la oficina de Marbiz. Apenas empecé con 'tímida, dulcísima eres tú...' me dijo 'esa es la zamba'. Y fue un espaldarazo bárbaro.

GARDELIANO

Cuenta y canta, don Enrique, desde la calidez de su cocina. Acerca el rostro a la cámara del celular como buscando intimidad y entona valsecitos, zambas y tangos con los que acompaña un relato pleno de imágenes y de nombres con historia. Yupanqui, Tormo, 'el Negro' Argentina Luna y 'Cacho' Valles lo honraron con su amistad. Su idolatría por Gardel nació en la niñez prácticamente, y se mantiene hoy en día. "Admiré siempre su capacidad como cantor. No sé qué conocimientos tuvo, pero debe haber hecho un estudio muy profundo de la voz. Iba de un agudo como el de Tormo a un grave como el de (Edmundo) Rivero. Yo lo escucho por satisfacción personal, pero más lo escucho para aprender. A mi edad, todavía encuentro en Gardel cosas interesantes para poder emplearlas. La tranquilidad y la suavidad con que tomaba las notas es pasmosa. Un fuera de serie'', lo elogia.

-También a usted lo caracteriza la dulzura con que encara los temas.

-Se lo debo a Yupanqui, un hombre que me agarró a querer y me aconsejaba bien. Una vez fuimos a verlo con los Abrodos porque íbamos a grabar un tema suyo ('El niño duerme sonriendo'). Yo era pibe, nos sentamos y cuando empieza a tocar yo me largo con toda la fuerza: 'La noche con la espumita del río...'. 'No, no, no', gritó mientras se agarraba la cabeza. 'Yo quiero que se duerma la criatura, no que me la despierte!' (risas).

-Los muchachos de ahora cantan fuerte, ¿no?

-Son gustos, no quiero hablar mal de nadie. Pero pienso en los cantores de otros tiempos, Los Quilla Huasi, Los Fronterizos, Los Cantores del Alba, Los de Salta. Todos ellos parecían cantores de boleros. Agarraban los temas de Falú con Jaime (Dávalos), que no eran boleros pero eran muy dulces, y hacían maravillas. Las zambas tiernas hay que cantarlas como tal, yo a una mujer no le puedo gritar.