​El rincón de los sensatos

La ideología de género (III Parte)


El Episcopado ha sido muy sensible y activo en la denuncia de las situaciones de pobreza e indigencia, que han crecido enormemente en el período democrático que va de 1983 a la actualidad, cuando el índice se acerca al 50 por ciento de la población; en un país que podría alimentar a cuatrocientos millones de personas. La escandalosa corrupción de los funcionarios y de los amigos del poder, el peso del aparato estatal y el costo de la política son causa principal de la decadencia argentina.

En mi opinión, los colegas no han mostrado la misma preocupación por las cuestiones señaladas en los dos artículos anteriores, los problemas de moral social, la cultura, el laicismo agresivo del Estado y los avances contra la libertad de educación y de culto, esta última gravemente menoscabada so pretexto de cuidar la salud de la población con motivo de la pandemia que sufrimos.

Dentro de la burocracia estatal contamos con un Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, en cuyo ámbito funciona una Secretaría para la Promoción de Masculinidades (!!!). Como si la dicha burocracia no fuera frondosa ya, y de elevadísimo costo, acaba de crearse un Gabinete Nacional para la Transversalización de las Políticas de Género, cuya finalidad es ``garantizar la incorporación de la perspectiva de género en el diseño e implementación de las políticas públicas nacionales, que incluirá tanto el componente presupuestario como de gestión y ejecución''.

Pero existen otras iniciativas que responden a la misma intencionalidad, algunas de ellas ya concretadas y en plena vigencia.

LENGUAJE INCLUSIVO

Se ha tornado obligatorio el uso del así llamado lenguaje inclusivo en documentos públicos. El Presidente de la Nación, que carece del sentido del ridículo, habla de todos, todas y todes, y cuando se dirige a los jóvenes los llama chicos, chicas y chiques. Ideología e ignorancia marchan de la mano.

El masculino es en español ``género no marcado''; en la designación de personas y animales, los sustantivos de género masculino se emplean para referirse a los individuos de ese sexo, pero también para designar a toda la especie, sin distinción de sexos, sea en singular o en plural. El uso genérico del masculino incluye a los individuos femeninos.

Existe una tendencia en el lenguaje político, administrativo y periodístico a construir series de sustantivos de persona que manifiesten los dos géneros y así usar un circunloquio innecesario, por ejemplo: argentinos y argentinas, sin advertir que el empleo del género no marcado es suficientemente explícito para abarcar a los individuos de uno y otro sexo. Pero todes y chiques no existen en nuestra lengua.

Ya rige la obligación de un cupo femenino del 50 por ciento en las listas de candidatos a cargos electivos. Podría uno preguntarse por qué limitar esa participación si hubiere, por ejemplo, un 75 por ciento de mujeres más capaces que los varones para desempeñar la función legislativa, teniendo en cuenta que la Constitución Nacional, en su artículo 16, prescribe que todos los habitantes de la Nación Argentina ``son iguales ante la ley y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad''. Hay proyectos parlamentarios tendientes a garantizar otros derechos a las minorías sexuales.

El partido de la oposición presentó un proyecto para sumar a las categorías de hombre y mujer en el Docimento Nacional de Identidad otra no binaria cuyo nombre aún no fue determinado; por su parte, el oficialismo impulsa una ley integral de transgénero. La Secretaría General de la Presidencia ha elaborado un protocolo para incorporar la perspectiva de género a las audiencias presidenciales. ``De ahora en más -leemos en un editorial de La Nación- se exigirá que quienes se entrevisten con el jefe del Estado en un número mayor de cuatro personas deberán asegurar la participación de al menos el 33 por ciento de mujeres y de LGBT en esa comitiva''.

Esta delirante disposición muestra la influencia del lobby LGBT en la estructura del Estado, en la cual se ha infiltrado.

La Inspección General de Justicia ha impuesto una decisión inconstitucional que viola el derecho de asociarse libremente: todas las sociedades y entidades sin fines de lucro por crearse deberán integrar en sus directorios o cuerpos una cuota de mujeres idéntica a la de hombres. Sigue el malévolo absurdo: el Banco Nación deberá cubrir, al menos, el 1% de su planta de empleados con personas travestis, transexuales y transgénero durante los próximos procesos de selección de personal. De manera escalonada, ese porcentaje deberá llegar al 5% del total de ingresantes por semestre. 

Si se cumpliera el único requisito constitucional (la promoción por el mérito), probablemente la Argentina no se vería hundida en la miseria, el atraso y la corrupción como lo está hoy.

* Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Académico Correspondiente de la Academia de Ciencias y Artes de San Isidro. Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino.