Estado de incertidumbre

Luego de meses cerrados en ciudad de Buenos Aires, se están abriendo bares y restaurantes. Imaginemos una escena en uno de ellos, en el que para celebrar un reencuentro se nos invita a un lugar que desconocemos. Nos incentivan con la promesa culinaria de que se trata de un plato que quizás no probamos nunca o, por su exotismo, desconocemos. Dudamos, ante el desconocimiento y algo de incertidumbre, pero nos animamos, porque confiamos en nuestro anfitrión y hasta provoca cierta excitación por lo desconocido. La incertidumbre del desconocimiento se ve compensada por la certidumbre de la recompensa que nos dicen que obtendremos. 
En nuestra vida cotidiana, vivimos avanzando sobre territorios desconocidos, de incertidumbre, pero apoyados en el pie que aún permanece pegado al piso de la certeza, de lo conocido y ya probado. Realizamos una serie de tareas en las cuales en general existe un balance entre actividades repetitivas, que conforman hábitos y en ese peculiar menú, que es la vida, vamos sazonando con ingredientes nuevos, algunas veces buscados y que agregan algo de tensión en el paladar y, en otros casos, inesperados. En ciertos casos eso inesperado es agradable y una grata sorpresa y, otras, lo opuesto. La clave de ese plato cotidiano que armamos en la vida es el equilibrio justo entre esos opuestos. La certidumbre es la guía y la incertidumbre un estado de desequilibrio, o de intento de mantener precariamente el equilibrio, que se realiza a un costo alto. 
Una vida totalmente previsible no generaría movilidad y la incertidumbre paralizaría. En ambos casos se presenta el tiempo detenido, del que tanto se nos advierte en los mitos antiguos.
Desde hace ya muchos meses nos encontramos en una escena mucho menos idílica que la del menú, más concreta y en la cual la ecuación ya no es la recompensa, sino evitar el castigo, ese que implicaría enfermarnos, e inclusive la temida muerte, tal la repetición del mensaje que nos la recuerda diariamente. 
En los experimentos de condicionamiento operante (Thorndike, Skinner) se trata de resolver la prueba para recibir la recompensa o evitar el castigo y, si el test no busca otros fines como en las experiencias de indefensión aprendida, pronto el estado de ansiedad calma ya que aún cuando la prueba no sea agradable se obtiene ese refuerzo positivo que da obtener la recompensa, pero también por haber evitado el castigo. 
La clave es que el animal de experimentación, supera la incertidumbre, aprende algo, y por eso son modelos de aprendizaje, dados por la certeza en una estrategia con resultado positivo. Por eso adoramos los juegos, o las películas o libros de suspenso, la esperada recompensa.
Para lograr cierta certidumbre, recrear un hábito inclusive, necesitamos previsibilidad, inclusive ante lo malo, apreciamos, y necesitamos mucho más lo previsible que cualquier otra cosa. Esa certeza, así sea provisoria o relativa nos permite organizar nuestra estrategia y conservar alguna forma de cordura. 
La incertidumbre, ese condimento, solo puede ser sostenido un tiempo limitado antes de comenzar a producir su efecto corrosivo, de desgaste. Ya no nos mantiene alerta al cabo de cierto tiempo, sino nos arroja hacia la situación opuesta, nos desmotiva, nos impide imaginar nuevas posibilidades o estrategias, ya enredados en una rumiación tan incesante como torturante. 
Si bien esto también ocurre en estado de cierta previsibilidad, pero en un estado con las características del que vivimos, en especial en el manejo del mismo en nuestro medio, en el que las consignas, las recomendaciones, la falta de certeza de todo paso a ser la norma, deja en general un estado de agotamiento, de desánimo, que es el que estamos viendo en varias áreas.
Una de ellas muy preocupante pero previsible es la del personal médico en los grandes centros, que al no haber tenido un plan y los recursos principalmente humanos adecuados a ese plan, comienzan a encontrase en el estado de incertidumbre que lleva a la pérdida ya no de fuerzas, de motivación, de sentido, sino pérdidas cognitivas que aumentan el riesgo de cometer errores.
La clave de los próximos tiempos será volver a un balance entre ambos extremos de ese plato, ya que todas las franjas etarias y sociales están padeciendo quizás de manera perdurable, los efectos de este estado de desequilibrio.