Mirador político

El peligro para Alberto­

 

El gobierno por delegación ideado por Cristina Kirchner no está funcionando. El Presidente que eligió, Alberto Fernández, está desbordado. En 48 horas, entre el viernes y el sábado, dio señales inocultables de incoherencia. El viernes dijo que estaba prorrogando una cuarentena que no existía. A la mañana siguiente admitió que estaba en estudio la eliminación de la venta de 200 dólares para atesoramiento y por la tarde el Ministerio de Economía lo desautorizó. El lunes se comió una movilización de repudio histórica. Su brújula necesita un service urgente.­

El virus y la escasez de reservas son apenas dos de sus muchos problemas. Sumó a la agenda en plena crisis sanitaria y económica una reforma judicial empujada por su gran electora, Cristina Kirchner, que resucitó al macrismo más duro. La ofensiva sobre la Justicia no podía ser más inoportuna, pero ese seguramente no es el parecer de la vicepresidenta, consciente del prematuro desgaste de su elegido y de la necesidad de apretar el paso.­

Cristina Kirchner acelera porque se equivocó otra vez de compañero de fórmula. Primero eligió a Julio Cobos, un radical poco confiable que no tardó en rebelarse contra sus órdenes. Después a Amado Boudou, un personaje de la picaresca política que terminó en la cárcel por corrupción. Ahora Fernández, que lejos de cumplir con sus expectativas la pone ante un horizonte electoral incierto y la obliga a actuar a destiempo.­

A medida de que la gestión se le complicaba, Fernández fue perdiendo el tono bonachón de la campaña. Desaparecieron el perro y la guitarra y aparecieron los ataques a la oposición a medida que la gente empezaba a protestar en la calle. Pero su peor crítico no son ni los políticos opositores, ni la gente de a pie que se suma a los banderazos. Hay otro, otra en realidad, a la que se le está acabando la paciencia.­

Si deben ser creídas las versiones de su círculo más cercano, Cristina Kirchner está disconforme con Fernández. Ve con inquietud su pérdida de apoyo entre la clase media que constituye el grueso del electorado que la rechaza a ella y al que una figura supuestamente moderada como Fernández atrajo en las elecciones del año pasado. Lejos de tomar medidas a favor de este sector, el gobierno ha insistido con el clientelismo (distribuir billetes) entre los más pobres que son la base propia de CFK. En otras palabras, hace lo que la vicepresidenta no necesita que haga y pierde el apoyo de quienes no debería perderlo.­

Sólo una cosa tiene Fernández a favor: la gente sale a la calle porque la mayoría de la dirigencia opositora desertó. No aparece Horacio Rodríguez Larreta que prefiere confraternizar con el kirchnerismo en lugar de ponerse a la cabeza de quienes lo votaron. No aparecen los radicales como Ernesto Sánz o Gerardo Morales (y siguen las firmas) porque forman una casta que hace rato se ocupa sólo de sus propios intereses. Mientras eso no cambie, Fernández deberá cuidarse más de los propios que de los ajenos.­