2020, año belgraniano

Mujeres en la vida de Belgrano

Días atrás nos referimos a la preocupación por la promoción de la mujer que tuvo en todo momento el general Belgrano, tiempo es de recordar a aquellas mujeres en el día que las recuerda a las que fueron de algún un destacado papel en su vida.

Sin duda mujer de temple fue doña María Josefa González Casero su madre, carácter probado cuando el jefe de ese hogar don Domingo Belgrano Peri se vio comprometido en su patrimonio y libertad por garante en el desfalco de Francisco Jiménez de Mesa, administrador de la Aduana de Buenos Aires.

Existen cartas de ella lo que prueba que era leía y escribía con facilidad, lo mismo que sus hijas lo que da una idea del adelanto para la época. No debemos olvidar que su abuelo había creado el Colegio de Huérfanas, a mediados del siglo XVIII.

Doña Gregoria Pérez de Denis, era propietaria de una estancia en el río Feliciano en Entre Ríos, adquirida por su marido don Juan Ventura Denis a la Junta de las Temporalidades que era quien administraba los bienes que habían pertenecido a la Compañía de Jesús. Había poblado esas tierras con ganado, consecuente con el negocio de los cueros, puso valor a la materia prima con una fábrica para curtirlos, y a su muerte en agosto de 1802 doña Gregoria con sus hijos continuaron con la explotación del establecimiento.

Doña Gregoria pertenecía a una familia santafecina, había nacido en 1764 hija del gallego Ignacio Bernardo Pérez y de María Angela Larramendi, y había casado a los 21 años; más esa vida en el campo no fue obstáculo para que brindara a sus hijos una buena educación. 

El 9 de octubre de 1810 el general Belgrano pasó con el ejército desde la Bajada del Paraná a Entre Ríos. Al día siguiente desde Santa Fe a través de Valentín su hijo mayor le envió este mensaje: "Excelentísimo Señor: La viuda de don Juan Ventura Denis logra el honor de saludar a V.E. ya que no lo hizo cuando estaba en esta ciudad, por la cortedad de su genio y por no poder introducir en claustro de regulares para poner a la orden y disposición de V.E. sus haciendas, casas y criados desde el río Feliciano hasta el Puesto de las Estacas, en cuyo trecho es V.E. el dueño de mis cortos bienes para que con ellos pueda auxiliar al Ejército de su mando, sin interés alguno. Esto mismo tengo prevenido a mi hijo Valentín, a quien desearé sepa complacer a V.E. quien tendrá la bondad de dispensar cualesquiera falta que provenga de mi ausencia o de la corta edad de mi dicho hijo".

LOS DOMINICOS

De la lectura de esta carta nos permite afirmar que Belgrano se alojó en el conventos de los padres dominicos de la ciudad, orden a la que estaba estrechamente ligada su familia; y también el grado de instrucción de doña Gregoria por el estilo y redacción. El general le contestó de inmediato: "Ud. Ha conmovido todos los sentimientos de ternura y gratitud de mi corazón al manifestarse los suyos tan llenos del más generoso patriotismo. La Junta colocará a Ud. en el catálogo de los beneméritos de la Patria, para ejemplo de los poderosos que la miran con frialdad". 

Doña Gregoria falleció en Santa Fe el 10 de diciembre de 1823 y sus restos como miembro de la Tercera Orden de Santo Domingo fueron depositados en el templo de esa ciudad. Curiosamente fueron las mujeres entrerrianas ex alumnas del Colegio de Nuestra Señora del Huerto de Paraná, las que en 1910 se ocuparon de reivindicar el papel de doña Gregoria en la gesta belgraniana y encomendaron al afamado escultor Torcuato Tasso una estatua que la recordara. 

El gobernador de Entre Ríos Faustino Parera, propició la iniciativa y en 1911 la obra llegó a Paraná. Sin embargo parece que el destino estaba en no recordarse a esta mujer ya que la obra estuvo 40 años en los sótanos del edificio de Obras Públicas de la provincia, hasta que las gestiones de los historiadores César Blas Pérez Colman y Aníbal Vázquez, lograron exhumarla e inaugurar la escultura el 24 de febrero de 1950.

50 PESOS FUERTES

A medida que avanzaba en su marcha, una distinguida dama de la sociedad correntina Dolores Vedoya, con su esposo Raimundo Molina contribuyeron con "50 pesos fuertes para los gastos de la expedición". Siguiendo estos ejemplos doña Antonia Rosa Lagraña viuda del teniente coronel Julián García de Cossio ofreció 200 cabezas de ganado y su hija soltera de 15 años María Antonia 100 cabezas de ganado de su propiedad, y en caso de necesidad todas las alhajas de su uso. Doña María Tiburcia Rodrigo de Fernández Blanco y su esposo, también fueron otros de los generosos contribuyentes a la expedición.
Mientras tanto en Buenos Aires el 26 de junio de 1812 apareció en La Gaceta una nota presentada al Triunvirato por varias damas porteñas, que enteradas de las graves necesidades el Ejército del Norte al mando de Belgrano y del sitiador de Montevideo, se ofrecían costear cada una de ellas un fusil.
Firmaban entre otras Remedios y Nieves de Escalada, Angela Castelli, Isabel Calvimonte de Agrelo, Mariquita Sánchez y Carmen Quintanilla de Alvear.

Apuntaban que "la causa de la humanidad con que está íntimamente enlazada la gloria de la Patria. debe forzosamente interesar con una vehemencia apasionada a las madres, hijas y esposas que suscriben". 

La nota sin embargo es además una expresión casi de rebelde a la condición de la mujer en la época: "Destinadas por su naturaleza y por las leyes a llevar una vida retirada y sedentaria, no pueden desplegar su patriotismo con el esplendor que los héroes en el campo de batalla. Saben apreciar bien el honor de su sexo a quien confía la sociedad el alimento y educación de sus jefes y magistrados, la economía y el orden doméstico, base eterna de la prosperidad pública; pero tan dulces y sublimes encargos las consuelan apenas en el sentimiento de poder contar sus nombres entre los defensores de la libertad Patria. ellas substraen la suma necesaria, gustosamente de las pequeñas pero sensibles necesidades de su sexo, por consagrarla a un objeto, el más grande que la Patria conoce en las presentes circunstancias". 

Finalizaban con esta frase que pasó a la historia: "Podrán decir en la exaltación de su entusiasmo: "Yo armé el brazo de ese valiente que aseguró su gloria y nuestra libertad". Suplicamos a V.E. se sirva mandar se graben sus nombres en los fusiles que costean".

EN POTOSI

Después de la batalla de Salta que aseguró el dominio, el ejército fue avanzando hacia el norte. El 19 de junio de 1813 el general Belgrano entró a Potosí, con la favorable acogida de sus habitantes, fueron tales las muestras de reconocimiento que el 4 de julio se preparó una gran fiesta, para celebrar además el aniversario de la independencia de los Estados Unidos, no olvidemos la particular admiración de Belgrano por Washington de la que hablaremos en otra nota.

En dicha fiesta se presentaron un grupo de damas que después de elogiar la importancia de las batallas y la importancia que revestía para ellos la presencia del Ejército Auxiliador del Perú, le obsequió una magnífica Tarja, realizada en oro y plata que mide 1,70 metro de alto por 1,03 metro de ancho.
Más allá del valor material, representa el agradecimiento de un pueblo y su simbología, en la parte superior un Inca, que simboliza la cultura entre ambos mundos, flores como rosas y lirios representando a la Virgen y palmeras y laureles la libertad. Una figura de la América del Sur con las islas Malvinas, y escudos y figuras que representan los océanos, barcos, águilas, llamas cargadas de plata que se extraía de la sierra del Potosí, etc.

La pieza fue donada por Belgrano al Cabildo de Buenos Aires, pero actualmente como sucede con tanto patrimonio que no se respeta, se encuentra exhibida en el Museo Histórico Nacional. Lleva una leyenda escrita por las damas que dice: 

"Las potosinas constantes / que fieles se han mantenido / en defender el partido / de vuestras armas triunfantes / viendo cuan interesantes / son tus triunfos y victorias / desean que a nuevas glorias / ¡Oh Belgrano! Te prevengas / por la Patria y te mantengas / de su amor, estas memorias".

Queda todavía por hablar de María Josefa Ezcurra y de la tucumana Dolores Helguero y Liendo, madres de sus hijos Pedro y Manuela Mónica, a los que nos referiremos oportunamente.