OBITUARIO

Norberto Padilla, el hombre de la sonrisa

Si algo tuvo Norberto Padilla por sobre todas las cosas y para todos, fue “el regalo de la sonrisa” como lo despidieron su mujer Gloria Williams y su numerosa familia. La entregaba en todo momento, repartiéndola a diestra y siniestra, en su andar rápido con los que saludaba, con los que se paraba a conversar o con los que lo descubrían en ese momento. Recuerdo que un día Cacho el dueño de la sastrería Cirus en la calle Juncal y Libertad, al entrar me dijo les voy a cobrar un plus, porque el doctor Padilla usa la vereda como sala de encuentro, siempre que pasa por acá se encuentra o charla con algún amigo.

Disfrutaba de esa numerosa familia que había formado, no olvidaba recordar a sus padres o a sus suegros, las fechas de cumpleaños de todos, los aniversarios de sus mayores, era una especie de memoria viviente ancestros a través de las redes. 

Pero por sobre todas las cosas fue un hombre de fe, y un hombre de diálogo como lo demostró desde la función pública en la Secretaría del Culto en la que fue asesor y titular de la misma en dos oportunidades. 

Lo preocupaba la Patria, las instituciones, consideraba que la Historia era una herramienta para mejorarla, y por eso se dedicaba a escribir y a investigar como lo hizo muchas tardes en el Archivo del Museo Mitre, donde compartíamos intereses comunes, a uno de los congresales de 1853 mientras yo lo hacía sobre la misión diplomática al Brasil del prócer. 

Hace poco más de un mes me escribió porque no contestaba mi teléfono, pidiéndome el celular, inmediatamente hablamos, no sabía que por esta pandemia estará fuera de Buenos Aires. El motivo que lo ocupaba era que disponía un buen lote de documentos de la familia Taboada, del cuál la mayoría se encuentra en el Archivo del Museo Mitre y deseaba donarlas. Después de muchas charlas, coincidió en que ese era el lugar donde debían reposar. Debía consultar con otros parientes, pero le pareció además una buena idea que se escanearan para que de algún modo esas piezas no salieran definitivamente de la consulta familiar, eso lo alegró muchísimo y quedamos en que el año que viene en ocasión del sesquicentenario del general Mitre, el biógrafo de Belgrano iba a ser buen motivo para efectivizar esa idea.
Quedamos en conversar en unos días, era el 7 de mayo; lo volví a hacer y noté su voz cortada, y pensé en la dificultad de las comunicaciones, lejos de pensar esta noticia.

Recuerdo su incorporación el año pasado a la Academia de Ciencias Morales, y su risa cuando me dijo “llegás temprano” y le contesté “Vos con tu familia nos dejás parados”, mientras llegaba Gloria con buena parte de ellos. Allí se refirió  “en el atardecer de la vida” a esa “nueva experiencia como académico, abierto a aprender, escuchar, reflexionar, dialogar y, en la medida de mis limitaciones, aportar con tan relevante compañía, entre la que encuentro a quienes conozco desde la primera juventud”. 

Ese fue Norberto Padilla, siempre dispuesto, siempre sonriendo, sembrando puentes, con increíble modestia a la vez, amigo de sus amigos, y amigo de todos. Disfrutó como pocas de la música, y no perdía concierto u opera, estaba al tanto de las novedades; en Criterio con sus agudos comentarios, o en esos veranos de Mar del Sur, rodeado de hijos y nietos.

Por eso al evocarlo en este diario en el que su padre don Alberto y él mismo alguna vez colaborara o fuera noticia destacada por sus múltiples actividades, sabemos desde allá sonreirá como siempre por estas líneas, que son el tributo sencillo a un hombre de bien y a un Patriota, de esta Patria y de Celestial, a las que sirvió con fidelidad.